16. Sinfonía de Guerra.

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Sinfonía de Guerra.

Sinfonía de Guerra

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KALENA

Un año atrás.

Los ojos de Ciro eran tan grises como un puñal, eso era lo primero que se me venía a la mente al verlo. No cambiaban con la variación de la luz, o adquirían un tono oscuro ante su escasez. Se mantenían siempre del mismo color, como el filo de una daga que te desafiaba.

Aun así, seguía intentando encontrar calidez en ellos.

──¿Por qué viniste, Kesare?

La Casa de Vaestea había sido mi hogar por mucho tiempo, eso creí hasta notar la frialdad de sus pisos y paredes, o lo inmenso de sus techos.

Claro que no podía decirle nada de eso, porque él me vería aún más ingenua y tonta de lo que ya lo hacía.

Me removí incómoda en el asiento de terciopelo, jugando con los volados de la cortina que cubría la ventanilla del carruaje.

──¿Por qué viniste tú? No recuerdo haber dicho que vinieras a buscarme.

──Tú no, pero Aida sí, las fóreas ya no te quieren en su sagrado templo ──La ironía le dibujó una sonrisa──. No quieren que manches el buen honor de su casa.

──Pero supongo que venderme como si fuera ganado no lo hizo.

Su sonrisa se borró de repente, el enojo mudo remarcó la dureza de sus perfectas facciones.

──Volveremos a cenar juntos, desde esta noche ──ordenó como si fuera un lacayo y no su consorte──. Sería bueno para los dos que hiciéramos funcionar esto.

Busqué el truco en su mirada. El mismo frío puñal de siempre.

──¿Es una cena romántica? ¿Con flores y vinos y joyas que probablemente valieron más que yo? ──espeté, quise sonar tranquilamente sarcástica pero claro que eso no funcionó y la angustia atravesó mis palabras──. Dime, ¿qué hiciste con lo que te pagaron por mí? ¿Piensas gastarlo en otra esposa?

──Para con eso ──fulminó──. Sabes muy bien cómo fueron las cosas, puedes ser mi aliada o jugar a ser la mártir, escoge la opción que quieras.

──Como si alguna vez me hubieras dado alguna.

El carruaje se detuvo de repente, el cochero tocó la puerta avisando que seguramente habíamos llegado. Ciro no abrió la puerta, ni permitió que yo tampoco lo hiciera.

──Kesare, ya no perteneces a la Casa de Vaestea ──sentenció──. No quiero que vuelvas ahí otra vez y te pongas en riesgo...

──Entonces me estás protegiendo ──lo interrumpí──, cuando me compraste, cuando vienes y me arrastras de nuevo contigo, me proteges.

Los Pecados que Pagan las BestiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora