Kaleb

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Mansión de Reylen. Penarth, Gales. Reino Unido.

Se había despertado con un aspecto imponente y rostro intimidante. Iba vestido de traje, a pesar de no tener pensado salir de casa. Aquel atuendo impecable hecho a medida, su barba recortada y sus movimientos elegantes y decididos contrastaban tremendamente con la oscuridad de sus ojeras. Él al igual que Reylen tenía problemas para conciliar el sueño. Las pesadillas no entendían de geografía y le perseguían allá donde iba. Sólo tenía que cerrar los ojos para encontrarlas.

Iba avanzando rápido y serio a lo largo del camino en dirección el despacho de Reylen. Rompía el silencio con cada paso. No parecía haber nadie en casa, al menos, despierto.

Había <<algo>> en él. Sin importar lo que hiciera, nadie podía opacar su elevación por encima de los demás. No era un hombre religioso. No era un hombre de ciencias. Tampoco estaba interesado en política. A pesar de ello o, por ello. Era el más cauto, él más ético. Con gran sentido del honor. De un modo sereno sería capaz de hablar de cualquier tema de conversación denotando inteligencia y saber estar. De un modo sereno sería capaz de hablar de una preocupación, instalada en su mente con respecto, a Dior y a sus verdaderas intenciones. No le parecía un seifleiliano sencillo de comprender. Por ello, no le resultaba para nada extraño que su doble cara hubiera conseguido engañar a todos menos a él. El problema era Reylen. Debido a su conocimiento sobre su enemistad con él, tal vez no le escuchará. No le creyera.
Dior no era obediente, solo pretendía serlo. No era ningún esclavo. No seguiría órdenes a no ser que sacará algún beneficio de ello. No era un faltó de inteligencia. No era un robot. Puede que en ocasiones lo vieran callado aceptando cada una de las palabras de Reylen, más él podía ver dudas, preguntas y fuego en sus ojos. Y esas llamas podían ser las causantes de un incendio con piras y piras de muertos calcinados, reducidos a cenizas. Cuando se imaginaba el mundo entero ardiendo, quemándose y dirigiéndose hacía la muerte, no podía más que apretar el paso. No hay más malo que malo por conocer. A Reylen ya lo conocía, sabía de que pie cojeaba. Conocía sus planes. Dior, de Dior solo sabía que era un seifleiliano del que no podía fiarse. Desconocía, por tanto a qué se dedicaba cuando no estaba junto a Reylen en sus mitín.

Recordó a Dior saliendo a hurtadillas del despacho de Reylen:

La sonrisa de Dior se ensanchó haciéndose cada vez más amplía, parecía divertirse con todo aquello. Con la situación. No era ningún niño asustado por haber sido pillado con las manos en la masa, por una figura de autoridad, haciendo alguna travesura. Dior echó la cabeza atrás y forzó una sonora carcajada sonora y falsa.

—No me mires a sí mayordomo —Hizo una pausa para tomar aire, enjuagarse una lágrima con el nudillo y, según Kaleb, para pensar en alguna buena mentira que contarle— Reylen me mandó buscar unos documentos guardados en las cajoneras del escritorio.

Los dos se miraron con fijeza. Dior fue el primero en apartar la mirada al volver a partirse de risa hasta que los ojos se le hundieron en la cara de nuevo.
Kaleb lo miró arrugando el centro uniendo ambas cejas en una sola. No creía ni una sola de aquellas palabras. Reylen no permitiría entrar a nadie a su despacho no estando él dentro, ni siquiera a él. 

Detuvo el pie en el aire. Agudizando el oído se acarició el lóbulo de la oreja al escuchar no muy lejos de donde estaba, la voz seseante de Dior. No estaba solo, Reylen estaba con él. Hablaban en voz muy baja intercambiado secretos. De seguro, no querían ser escuchados.

—Pasemos a mi despacho, así estaremos lejos de miradas indiscretas —indicó Reylen mirando a ambos lados, asegurándose de que no hubiera nadie más observando desde una prudente distancia.

Una vez entraron, la puerta se cerró despacio tratando de hacer el menor ruido posible, e hicieron girar la llave echando todos los pestillos. Habían cerrado la puerta desde dentro. Realmente no querían ser molestados.

Kaleb caminando esta vez con paso irregular. Dos pasos hacía delante, tras la verdad. Un paso hacía atrás, no queriendo enterarse de ella. Se acercó a la puerta y miró a través de la ranura, pudiendo ver a Reylen tomando asiento junto a la mesa del despacho. Intuyó por la mano sobre el ratón, que probablemente tenían el portátil encendido. Dior estaba a su lado, de pie y un poco encorvado. Se les veía entusiasmados con lo que fuera que estuvieran visualizando.

—¡No puede ser más evidente! —La voz de Dior se rompió por una sonora carcajada y sus pies acompañaron su excitación balanceándose y agitándose.

—Baja la voz. Tus risas despertaran a todos —ordenó Reylen. Antes de continuar hablando hizo una pausa incipiente y se quedó ensimismado en sus pensamientos sin poder apartar la vista de la seifleiliana. Movió los ojos hacía otra figura. Abrió los ojos sorprendido. Retrocedió el video viral (había sido subido hace apenas dos horas y ya llevaba mas de trecientas mil reproducciones y el contador no daba descanso. Subía a un ritmo acelerado) unos segundos atrás y lo pauso. Ahí estaba la raíz de todos sus problemas tenidos y por tener con Kaleb. La sorpresa se manifestó elevándose los párpados superiores hasta arriba y los inferiores hacía abajo, estirando los ojos—Kaleb no puede enterarse de esto. Debemos ser rápidos. Hoy mismo haremos una visita al Gimnasio Ego. Estate preparado, puede que necesitemos tanto a Shelley, como a Golden. Despiértalas. Asegúrate que estén preparadas también —El rostro de Reylen se endureció y cierta tensión se evidenció en sus labios apretados—,para hacer lo que haga falta, sobre todo Golden, ella es más reticente a la hora de utilizar sus poderes. No es solo un seifleiliano, son dos —Hizo una pausa prolongada con las manos apoyadas en la cabeza y los codos hinchados con fuerza en su escritorio—. Lleva contigo un grupo reducido de ‘Colores’.

—¿Los ‘Caraconos’? —preguntó Dior realmente incrédulo por la proposición—. No hablaras en serio. No sirven para nada. Además, parecen plastidecores con piernas y manos —Se estremeció al pensar en ellos con repulsión en cada fibra de su ser—, monstruos que no saben que son monstruos. No es Carnaval ni Halloween —Hizo una mueca de evidente rechazo—, llamarán mucho la atención. No creo que sea…
—¡No me repliques! —Reylen infló las mejillas y antes de continuar hablando, se limitó a expulsar el aire lentamente— Lleva dos o tres.

Dior sintió un hormigueo de ira, vergüenza o humillación, pero se limitó a ser Dior. Era bueno siendo quién él era, aunque también era bueno fingiendo ser otra persona. Leer la vida de una persona y suplantarla, con su poder, no era difícil. Sólo requería conciencia. Observarlo todo.

—Como quieras  —respondió Dior sosteniendo la sonrisa.

Reylen alzó la barbilla y se le quedó mirando con cierta suspicacia . Parecía tratar de leer su lenguaje corporal. La idea de que las personas no pueden evitar revelar sus verdaderas intenciones y sentimientos le resultaba atractiva. Golden con esos ojos tan claros y esas pestañas completamente blancas y numerosas, era la mejor ‘desnudando’ a la gente. Él, no tanto.

«¿Colores? ¿Caraconos?» repitió Kaleb mentalmente tratando de encontrar sentido a la conversación. Tratando de mantener la calma. De no estar tan conmocionado. Estaba confuso, muy confuso. Y eso le ponía nervioso.

—Uno de ellos tiene la habilidad para ‘saltar’ de un lado a otro a la velocidad de un pestañeo —informó Reylen acomodando los brazos entrelazados detrás del cuello mientras, se inclinaba hacía atrás en la silla.

—¿Lo conoces? —pregunto Dior con un brillo interesante en la mirada.
—Sí. Y lo que es peor, él me conoce a mí.

Kaleb no se detuvo a escuchar nada más. Ya había oído suficiente. Iban a hacer daño a Trébol.  Iban a hacer daño a la única persona por la que habría renunciado a la inmortalidad. Y le iban a hacer daño por segunda vez. No podemos cambiar el pasado. No podemos decidir tener una vida sin dolor, pero el victimismo es opcional. Nadie nos puede convertir en víctimas salvo nosotros mismos. Y él no iba a volver a quedar atrapado en la oscuridad, por malas acciones cometidas por Reylen. Esta vez, haría lo correcto.

SeifleilianosWhere stories live. Discover now