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Mi cuerpo yacía laxo bajo las cálidas mantas que me protegían del frío que había en el exterior.

Desde la primera reunión de aliados habían pasado ya un par de meses y desde ese momento algunas pocas cosas cambiaron. Para empezar la gran mayoría de los aliados habían aceptado la unión de Sdon, Suram, y Rafgli con Britmongh. Muchos aceptaron a regañadientes pero lo importante era su respuesta, no sus posibles peros. Ciat había estado en la lista de las posibles tierras que se unirían pero al encontrarse tan lejos prefirieron quedarse donde estaban y no perder personas en el camino mientras los exponían a las altas temperaturas, caminos engañosos, posibles emboscadas y un sinnúmero de cosas más además de la falta de alimento y agua.

La segunda cosa que había cambiado había sido mi vientre, uno que en antaño era plano y que en esos momentos se encontraba levemente abultado. La mujer no se había equivocado, ese "pronto" no se había hecho esperar y las náuseas habían sido un aviso de ello.

Tan pronto me había percatado de los cambios en mi cuerpo envié a un mensajero para que le dijera al médico que necesitaba que me revisara. Cuanto eso sucedió y confirmó mis sospechas no supe si reír o llorar. Me encantaba la idea de tener hijos pero no eran buenos momentos, no cuando todavía no terminaba con ambas brujas.

Debí haber utilizado medidas preventivas, eso me repetía una y otra vez mientras caminaba hacia el despacho en donde se encontraba Alaric. Recordaba haber estado tan nerviosa que había ingresado a dos aposentos completamente diferentes. El primero se encontraba en la parte de arriba y no tenía nada en su interior y el segundo estaba abajo, cerca del despacho.

— Hola rey de mi corazón, mi chiquito bombón. ¿Está ocupado? — Fue lo primero que dije al ingresar.

Su ceño estaba fuertemente fruncido y no sabía si era por el apodo cariñoso que me había inventado en ese instante o por la forma tan poco cuidadosa en la que había abierto la puerta de su despacho.

— ¿Qué sucede? — Hizo el intento de ponerse de pie pero fui más rápida y me senté en su regazo, otra cosa que aumentó su ceño.

— Tooooque. — Murmuré, llevando su mano a mi vientre con una mezcla de emociones que habrían matado a cualquiera.

— ¿Qué sucede? — Por más que pasaba su mano no notaba la diferencia y yo no sabía si alegrarme porque no notaba el volumen en mi vientre u ofenderme porque sin quererlo me estaba diciendo que siempre había estado así.

— ¿No nota que su descendencia está creciendo? — Susurré mientras me recostaba sobre su pecho.

Desde esa posición la casi imperceptible curva en mi vientre se notaba un poco, pero él pareció verla porque sus dedos trazaron la curvatura con lentitud.

— ¿Ya? — Sus ojos brillaron, acompañados de una de las más grandes y resplandecientes sonrisas que había mostrado hasta ese momento.

— Ya. — Asentí con energía. — El médico me revisó y... ¡Alaric!

Eso de que me cargara como muñequita de un lado para otro comenzaba a desagradarme, sobre todo porque él parecía disfrutar de la facilidad con la que podía moverme sin ningún esfuerzo.

Había dejado de estar sentada en su regazo para encontrarme sobre el escritorio, con Alaric frente a mí y besando mis labios con desesperación. Si me recompensaba así tal vez dejaría que me cargara en brazos cuantas veces lo quisiera...

— La amo. — Susurró sin dejar de besarme. — A usted y a nuestro primogénito. — Continuó al mismo tiempo en que llevaba una de sus manos a mi vientre y lo acariciaba.

— También lo amo. — Suspiré, dejándome querer.

Primogénito...

Mi amorcito estaba seguro de que iba a ser un niño porque en su familia los primeros hijos habían sido todos varones, eso lo habíamos hablado muchas veces. Sin embargo, estaba segura de que sin importar si era príncipe o princesa, Alaric iba a sentir el mismo amor y adoración por su hijo o hija.

Flecha de Fuego© EE #6Where stories live. Discover now