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No podía hablar y tampoco pensar, solo era un cuerpo que estaba siendo llevado en brazos como si no pesara nada. Mi espalda tocó suavemente las mantas que cubrían su lecho pero no fue así el choque de su cuerpo con el mío.

Alaric estaba entre mis piernas, besando mis labios mientras su pelvis chocaba contra la mía con brusquedad. El lecho bajo nosotros crujía con cada movimiento pero poco nos importaba. Estaba tan inmersa en aquellos ojos verdes oscurecidos que prometían adormecer mis sentidos que no me importó que alguien pudiera escucharnos.

Nadie se atrevería a decir nada.

Alaric le cortaría la cabeza a quien se atreviera a hacer un comentario sobre los momentos íntimos de los reyes.

De repente sus movimientos bruscos se volvieron lentos, tanto que me sentí desfallecer mientras me besaba con suavidad. Era... Era como si estuviera saboreando mis labios y es me pareció tan tierno y dulce que no pude evitar suspirar.

— Te amo...— Susurré sobre sus labios.

Sabía que mis palabras le resultarían extrañas pero también era consciente de que las entendería.

— También la amo, mi reina. — Arañé su espalda cuando sentí la necesidad de cerrar las piernas debido a la gran cantidad de sensaciones que atacaron mi cuerpo en un solo instante.

Fui tomada nuevamente entre sus brazos, solo que en esa ocasión había sido para colocarme sobre su cuerpo. Cuando se acostó en el lecho quedó sobre él como un koala. Había sido un día largo y ambos estábamos agotados, por lo que no tardamos mucho en quedarnos profundamente dormidos.

Me levanté de la cama con rapidez. El aposento estaba en penumbras, la única iluminación que entraba era la de la luna, tan tenue que no me ayudaba demasiado. Por algún motivo que desconocía el suelo de la estancia estaba cubierto de agua y la cama en donde había estado acostada se encontraba húmeda.

¿Qué rayos había sucedido allí?

De pronto, el llanto de un bebé se escuchó por todo el lugar. Un gran y espantoso nudo se instaló en mi garganta cuando mis piernas se movieron hacia el lugar en donde debía estar el niño.

Quise detenerme. Desee que mi cuerpo no continuara avanzando a medida en que el lugar se tornada completamente oscuro pero no lo hizo.

Mis pasos se salieron de lo que parecía ser el pasillo principal y doblaron a la derecha, ingresando al tercer aposento que había. Allí, en medio de tanta oscuridad, se encontraba una cuna. En su interior algo se estaba moviendo y supuse que era el bebé pues el llanto ensordecedor provenía de allí.

— ¿Por qué llora un bebé tan hermoso como tú? — Me sorprendí al escuchar mi voz hablándole con tanta familiaridad a ese infante, solo que esas palabras no habían salido de mi boca. — ¿Acaso la noche no es digna de un príncipe como tú?

Una mujer salió de entre las sombras y caminó hasta la cuna para cargar al bebé. Mi boca se abrió con exageración cuando me di cuenta que frente a mis ojos estaba yo.

Yo estaba cargando al infante mientras era observada por mí.

Eso no tenía sentido. Eso no era posible.

La Thabita que tenía al frente comenzó a reír pero pese a que arrullaba al niño, éste no dejaba de llorar.

— Por su puesto...— Su voz se tornó extraña, por momentos gruesa. — Que no...— Su dedo índice comenzó a deslizarse por su pequeño estómago. — Dejará de llorar. — Murmuró con una voz baja, gruesa y aterradora.

Si dejar de cargar al bebé se giró hacia mí. Me encontraba muy asustada, esa mujer frente a mí no me daba confianza. No porque fuera yo misma, que también, sino porque había algo en sus ojos y a su alrededor que me incitaba a salir corriendo.

— Kail...— Le dijo al bebé e inmediatamente mi corazón se apretó con violencia. — Mira a tu madre, a tu patética mami que no pudo salvarte. Le advertiste muchas veces pero no te amó tanto como para salvarte de la muerte.

— ¡Cállate! ¡No digas estupideces y devuélveme a mi bebé! — Su dedo fue afilándose y volviéndose cada vez más largo hasta que atravesó la piel de Kail sin que su rostro mostrara otra cosa que no fuera satisfacción. — ¡Déjalo en paz!

— La reina es una inútil. — Aseguró, lanzando a mi hijo contra la pared.

Su llanto fue acallado casi de inmediato y a pesar de que intenté llegar a él, la ya transformada bruja me lo impidió.

Fui jalada, lanzada y golpeada, todo en un solo pestañear. Logré defenderme un par de veces pero no era nadie al lado de esa bruja. Estaba desarmada, herida y en un lugar que si bien se parecía al castillo, no lo era.

— Inútil. — Susurró. — Inútil.

Su gran mano arañó mi brazo derecho cuando intentó huir de los escombros causados cuando fui lanzada.

— La reina inútil es mía. — Y con eso, su gran boca se abrió frente a mis ojos.

— ¡Thabita! — Bramó alguien a la distancia.

— No esta vez, rey de Britmongh. — Susurró antes de que sus dientes se incrustaran en mi hombro con bestialidad. — Inútil. Inútil. Inútil.

Esa palabra fue dicha una y otra vez.

— ¡Thabita! — Podía sentir que alguien me sacudía pero el dolor que sentía cada vez que la bruja me mordía era peor. — No, no, no... ¡Traigan al médico!

— Tu madre debió entregarte cuando pudo. — Susurró, mostrándome sus largos dientes manchados de mi sangre. — Si lo hubiera hecho, no estarías por ser devorada. — Sentí una presión extraña en mi vientre que iba subiendo con lentitud a medida que ella movía su garra hacia arriba. — Mara fue de gran ayuda pero nunca necesité a una alabadora del diablo para llegar a ti, solo debías descansar.

Algo en mi interior fue rompiéndose a medida que la bruja cadavérica movía su mano hacia su boca como si estuviera oliendo algo. Mi cuerpo se fue haciendo cada vez más pesado a medida que mi vista iba fallando. Casi no podía ver nada pero escuchaba, escuchaba las suplicas de un niño que me pedía que no cerrara los ojos, los gritos desesperados de un hombre que hablaba de heridas, sangre e inconsciencia y por último, podía escuchar perfectamente cómo la bruja parecía estar bebiendo ese algo que me estaba quitando.

Tal vez era mi vitalidad... Tal vez se estaba bebiendo la vida de una reina inútil. 

Flecha de Fuego© EE #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora