CAPÍTULO 13 PARTE 1

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David se marchó del hotel y en el comedor de los monjes reinó un extraño silencio. Nadie hablaba del accidente, aunque todos se morían de ganas de preguntarle a Piero qué había pasado y, sobre todo, qué le sucedía con David para que hubieran acabado llegando casi a las manos por tamaña estupidez.

Miguelín hizo un amago de preguntarle, pero Carmen lo cortó enseguida. Bastante tensión había ya como para echar leña al fuego y caldearlo todavía más. Lo que menos necesitaban era que el ambiente entre los empleados ardiera con cualquier chispa que saltase. Había que tratar aquel incidente con tacto y enfriar los ánimos para que el trabajo siguiera fluyendo. Preguntar de nuevo sobre lo que acababa de pasar no lo conseguiría en absoluto.

Después de comer, Piero se acercó a Lara, mientras recogían la mesa. Le quitó los platos que llevaba en la mano para llevarlos él hasta la cocina. Tardó un poco en hablar, durante unos momentos su mirada se clavó en la de la joven, lanzando una muda súplica de perdón por el bochornoso espectáculo que habían montado él y el recepcionista. Cuando agarró los platos, sus manos se rozaron y Lara no pudo evitar un estremecimiento interno.

—Necesito hablar contigo —le susurró Piero.

—Dime.

Ella apartó los ojos, seguía enfadada por lo que había pasado y, por mucho que su cuerpo reaccionara al contacto con Piero como un imán, no iba a perdonarle su comportamiento. Bastante tenía encima con los dichosos fallos del programa de gestión como para además lidiar con dos gallitos intentando ser los amos del gallinero.

—Ya hemos hablado —le dijo.

—A solas, por favor —le pidió Piero, mientras caminaban juntos para dejar la loza en la cocina del hotel.

Lara suspiró. Conocía a Piero y lo insistente que podía llegar a ser cuando quería algo, así que decidió concederle lo que le pedía.

—Está bien, vamos a la biblioteca... —empezó a decirle.

—No, a la biblioteca no. Fuera del hotel.

—Pues entonces hablaremos en casa de mis padres —propuso.

—Mejor acompáñame a sacar a los caballos.

—No, Piero, no puedo ahora salir a montar, tengo un problema que solucionar...

—Tienes mucho más que un problema, te espero en las cuadras.


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