Capítulo 42: Quince días

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Además del silencio, lo que más se acerca a expresar lo inexpresable es la música.

-Aldous Huxley



Siento mucha presión, tanta que he estado llorando en las noches, porque parece que yo solo lo hago peor en cada presentación. Porque Totosai todos los días me habla de cómo mi trabajo está yendo de mal en peor. Porque mi guía también lo hace, ellos me juzgan, critican lo que hago y me han obligado a tener que cantar los temas que ellos preparan para mí. Temas que no manejo porque no resaltan el tipo de voz que poseo, pero que, en mi búsqueda de un poco de tranquilidad, no he discutido, solo acepto en silencio y hago lo que me dicen.

Las semanas siguen corriendo mientras muchas veces me encuentro con el teléfono en mano buscando llamar a Inuyasha, queriendo escuchar su voz y su risa, queriendo que me diga que todo está bien.

Pero no hay risas, no hay mensajes de felicitaciones o largas llamadas de desahogo. Todo lo que hay es un terrible silencio que me ha hecho sentir culpa, vergüenza y pena.

Siento esto porque siempre pensé que la comunicación y confianza que Inuyasha y yo teníamos era lo suficientemente buena como para que nosotros podamos superar cualquier cosa, pero al primer problema yo le fallé a esa comunicación, le fallé a lo que sentíamos, siento que nos fallé y no quiero admitirlo en voz alta porque dolerá más.

Me miro en el espejo y siento que la persona que me devuelve la mirada no soy yo. No soy esta chica que ahora siente miedo, no soy esta chica que es silencios, esta chica que ya no quiere seguir cantando. Ellos están borrando mi esencia y lo estoy permitiendo y no sé cómo pararlo.

Dejo de mirarme en el espejo del coche y salgo sintiendo el estacionamiento silencioso y vacío, es mejor de esa manera, mucho mejor. Cierro los ojos dejando que mi cabeza descanse contra el cristal del coche.

Hoy al menos lo hice mejor que las dos últimas presentaciones, pero sigo estando en una desventaja terrible. Desde que mi guía decide las canciones junto a Totosai, desde que me han hecho dudar de mi como artista... nada está bien. Y lo peor es que lo sé, pero lo que no sé es como detenerlo.

Escucho pasos y me tenso antes de que la figura de un hombre aparezca. Frunzo el ceño al ver al señor de pie a unos metros de mí, observándome. Ojos grandes color marrón claro, tan claro que destacan aun cuando sus ojeras son terriblemente oscuras. Piel clara que se ve sucia y muy magullada. Ropas anchas en un cuerpo delgado y para nada fuerte, cabello azabache que le llega hasta el cuello y rostro con mucha barba. Me quedo en silencio mientras el hombre me evalúa y sonríe, él sonríe como si me conociera, pero yo no ubico al señor frente a mí.

—Kagome—susurra y no sé porque mi cuerpo se tensa, como si mi cuerpo reconociese al hombre frente a mí.

—Disculpe, ¿Cómo me conoce?—cuestiono apretando las tiras de la mochila que llevo hoy.

Estamos en el estacionamiento del programa, porque mi guía está hablando con algún colega y yo debo regresar con él. Ya no queda un alma en este lugar y eso es porque hace dos horas que debimos irnos, pero aquí estoy, esperándolo.

—Quería ser el primero en felicitarte, aunque solo falten dos horas para tu cumpleaños—eso me hace tense todavía más.

Las semanas han corrido con tanta rapidez que ni siquiera recordaba que mañana es mi cumpleaños.

—¿Quién es?—pregunto tratando de mantener mi voz tranquila.

—¿No recuerdas a tu papá, hija?—mi vientre se tensa y unas arcadas me recorren, la cicatriz en mi espalda quema contra mi piel mientras observo al hombre que no es para nada igual al hombre del pasado. Él da unos pocos pasos y el olor desagradable del alcohol está sobre él.

Sigue el ritmo de mi vozWhere stories live. Discover now