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SAY SOMETHING:

~*~

Se estaba muy muy bien entre los brazos de la veterinaria. Sus carantoñas, sus besos y sus sonrisas mientras se decían gilipolleces le aceleraban las pulsaciones. Dios, estar así con ella estimulaba el circuito de recompensa de su cerebro de forma extremadamente persistente. No era ningún secreto que le encantaba abrazar, y sumando a la ecuación que también le encantaba Lisa, el resultado era que abrazarla a ella le encantaba el doble. En palabras de la idiota de su novia «Las matemáticas son una ciencia exacta», y le daban ganas de decirle «y estar contigo lo mejor del mundo», pero, en vez de eso, la besaba una y otra vez, porque el lenguaje verbal estaba sobrevalorado.

Otra noche con Lisa en su piso. Eso estaba pensando mientras la mantenía muy cerca de su cuerpo, disfrutando de lo bien que se amoldaba su mejilla al hombro de su novia, entre ellas todo encajaba a la perfección, un ensamblaje planeado al milímetro. Lo tenía todo calculado: les darían la última vuelta del día a Kuma y a Darwin, pedirían Gimbap y cenarían viendo la tele en el sofá. Después se irían a leer a la cama y, aunque habían tenido una sesión muy interesante en la ducha antes de acudir al Happy Dog, era bastante probable que Lisa no le diera tiempo a terminar ni un capítulo, y a ella no iba a importarle demasiado dejarlo a la mitad.

La novedad de las primeras semanas estaba dando paso a unas rutinas que le hacían mariposear el interior al completo. Es que era exactamente lo que quería en su vida, eso mismo, lo que tenían en aquellos momentos e ir cada vez a más. Como suele decirse: «Sin pausa, pero sin prisa», y ella no tenía ni prisa ni ganas de parar. Estaba a punto de decirle al oído «tu cuerpo de nena me pone muy cachonda», porque era verdad y con ella no le daba vergüenza admitirlo, pero la sintió tensarse bajo su abrazo.

Y ese fue el principio del fin de otra era. La desaparición dramática y brutal de un mundo mejor, totalmente inesperada; adiós al perfecto universo en el que sus padres no la habían visto nunca comiéndose a besos a una chica en mitad de la calle. Iba a echarlo mucho de menos, porque el incidente del «tú y yo no vamos a hacer nada por teléfono esta noche, mi amor» palidecía en comparación y el no atender las llamadas de su madre de repente era la peor decisión que había tomado en toda su vida.

«Tengo una buena noticia y una mala. La buena es que ya no vas a tener que contárselo a tus padres», y la puso sobre aviso, porque, desde su perspectiva, Lisa tenía vistas privilegiadas a su particular apocalipsis familiar. El «tu cuerpo de nena me pone muy cachonda» aún seguía rondándole la cabeza y por eso fue tan perturbador el escuchar la voz de su madre a su espalda.

"Arthur, espera, por favor."

Alto y claro, un cortocircuito mental del que no se recuperaría jamás. Irreversible y una desgracia de proporciones bíblicas, porque ya nunca podría decirle a Lisa lo cachonda que la ponía sin asociarlo a aquel desastre natural. Una catástrofe sin precedentes. Dos conceptos que Dios creó para que estuvieran totalmente incomunicados, herméticamente encerrados en realidades paralelas y muy lejanas; «excitación sexual» y «padres» se habían fundido de repente, en una mezcla de angustia y perturbación sin límites. ¿Excitación y padres? Mierda, pero que eran incompatibles desde todo punto de vista y, de repente, se habían visto inexorablemente condicionados y su vida sexual condenada en un segundo. Estúpidas babas de perro y estúpido Pávlov.

Nunca encontraría un contexto mejor para decir aquello de «tierra trágame y no me escupas». Desaparecer, qué idea más atractiva, y lo haría si pudiera, pero como simple mortal tenía sus limitaciones. Lo aceptó. Respiró hondo. Le dedicó a Lisa una mirada de «mierda». Y se giró para enfrentarse a su destino, como a cámara lenta, aunque todo sucedió en un solo segundo.

Destiny : Diario de Jennie Kim 《Jenlisa》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora