Capítulo 33: Curas

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Draco respiró profundamente. Se enderezó los puños de la camisa, cerrados con eslabones de serpiente de plata que su madre le había regalado por su cumpleaños, se alisó la túnica negra, se acarició el pelo, revolvió algunos papeles en su escritorio, enderezó la pila de libros, movió su silla para que estuviera perfectamente alineada-.

Dentro de un minuto, tendría su primera clase. Primer año. Draco tenía la sensación de que McGonagall había organizado su horario para que empezara en la parte baja. Aun así, sintió que el corazón le latía en las muñecas, en las sienes, retumbando en su cuerpo, con los nervios amenazando con paralizarlo.

Respiró de nuevo. Luego, con frenesí, se levantó la manga de la túnica, se apresuró a desabrochar el puño, empujando la camisa hasta el codo-.

Su piel era lisa y pálida y estaba en blanco. Draco suspiró temblorosamente, recolocándose las mangas. Por si acaso se había olvidado...

El timbre sonó, y él se puso en posición de firmes. Tenía las palmas de las manos húmedas. Sus ojos recorrieron la habitación para asegurarse de que todo estaba en su sitio. Enderezó la pila de libros y los trasladó por completo a la otra esquina de su escritorio.

Poco a poco, los estudiantes entraron, uno a uno, seguidos por un pequeño grupo, riendo, el final de su conversación se desvaneció en la sala, disipándose cuando se sentaron. Draco trató de sonreír a los que le llamaban la atención, pero éstos apartaron la mirada con la misma rapidez y su sonrisa se desvaneció. Se limpió las manos en los pantalones. Sólo cuando la sala estuvo llena y en silencio, se aclaró la garganta.

Una clase de ojos parpadeó hacia él. De vez en cuando, uno de ellos se movía y el crujido de una capa o el roce de un taburete rompía el silencio anticipado.

Draco respiró profundamente.

"La mayoría de ustedes probablemente sabrán quién soy, por la presentación que hizo la directora en la cena, pero para aquellos con mala memoria, soy el profesor Malfoy. Os enseñaré Pociones mientras estéis en Hogwarts". Hizo una pausa. Sus ojos recorrieron el mar de caras inexpresivas. "¿Alguna pregunta?"

Una chica, cerca del frente, levantó la mano. Draco la saludó con la cabeza.

"¿Es cierto que eres un mortífago?"

Su mandíbula hizo un tic-tac. Un súbito silencio se apoderó de la sala, y él movió los libros una vez más sobre su escritorio, apoyándose en él. "Lo fui", dijo. Los murmullos se agitaron, pero él los cortó. "La guerra era una época muy diferente... No había blanco ni negro, ni bien ni mal, sólo vida y muerte. Estoy vivo porque fui un mortífago... Estoy aquí porque fui uno de los malos. Probablemente oirás hablar mucho de mí, de la guerra, y puedes elegir creerlo. No puedo hacerte cambiar de opinión sobre eso. Pero puedo enseñarte Pociones". Draco inhaló temblorosamente. "Si me dejáis".

La clase permaneció en silencio.

"¿Alguna otra pregunta?"

Nadie habló. O se movió.

Draco asintió. Tenía la boca seca. "En ese caso, seguiremos con la lección".

Se movió del escritorio, haciendo un movimiento de muñeca y los libros fueron flotando hacia el niño correspondiente, aterrizando suavemente frente a ellos.

"Este año, cubriremos la teoría básica de la elaboración de pociones, incluyendo los doce usos de la sangre de dragón, los tipos de calderos y qué frascos son mejores para cada poción. Puedes ver en la pizarra la lista de pociones que aprenderemos a elaborar este año, empezando por la Cura de los Furúnculos -dijo Draco, señalando la pizarra detrás de él.

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