92 - UNA MUJER PODEROSA

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Buscó en su interior alguna respuesta, trató de orientarse en las tempestades de su pecho, pero el dolor acarrea consigo una avalancha de tinieblas

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Buscó en su interior alguna respuesta, trató de orientarse en las tempestades de su pecho, pero el dolor acarrea consigo una avalancha de tinieblas. Su mente ya no fue capaz de sostener la compostura.

Diadema exhibió un desgarrador grito de furia y se arrojó contra las brujas que tenía delante. La infeliz más próxima no pudo poner ni las manos, ella se le prendió con las tijeras ya dispuestas y en menos de un parpadeo las enterró en la blanda carne del cuello. No una, ni dos, sino hasta cinco veces. Ni decir que la incauta cayó con las primeras puñaladas y Diadema no se le despegó, se mantuvo sobre la enemiga hasta destrozar por completo la carótida. El demonio que la acompañaba reaccionó muy tarde y cuando quiso actuar fue atravesado por la punzante sangre de su compañera ya sin vida.

Cuando el resto pudo espabilar lanzaron una serie de hechizos contra la bruja roja, pero esta golpeó el suelo con su pie y se alzaron un par de wardamus que evitaron los impactos, salvo por algunos que llegaron a su objetivo, pero la ausencia de dolor los hizo completamente inútiles.

De los restos de sus primeras víctimas consiguió unas enormes tijeras de sangres, con ellas pudo cortar tres cabezas y cuando el fluido salió eyectado por los cuellos expuestos los dedos se tensaron, convirtiendo los chorros sin forma en tajantes hélices giratorias, las próximas a esa aberración mágica fueron rebanadas juntos con sus demonios. Por supuesto que los demás quisieron responder, pero Diadema esquivó con precisión y cuando no pudo hacerlo simplemente ponía su cuerpo insensible como escudo, pronto se dio cuenta lo fácil que le era sobrevivir en ese entorno. Solo debía cuidar sus partes vitales.

—¡¿Qué les pasa?! —gritó una desconocida a sus compañeras asustadas—. ¡Es solo Diadema! —ese comentario provocó que los faroles rojos se claven en ella. Y se orinó encima cuando los vio aproximarse.

La fracasada le saltó encima para hundir sus tijeras en medio del pecho. Una vez en el suelo las volvió a enterrar reiteradas veces, incluso continuó cuando la otra ya no era más que un cadáver. Pudo sentir un enajenado placer cada vez que las puntas se hundían, gotas de calma en su océano de dolor. No fue solo la muerte de Jol, fueron los fatídicos años acumulados, las humillaciones, el desprecio, las miradas inquisidoras, todo explotó en una salvaje embestida emocional.

Ninguna de las presentes fue capaz de ponerle freno a la magia de sangre. Diadema avanzó por el terreno agitando ese líquido en dagas, espadas, tijeras; descuartizando todo lo que se pusiera en su camino. Tan desentendida estaba de la cordura que incluso usó sus dientes para destrozar los cuellos enemigos. Ni siquiera les dio oportunidad a las que pretendían huir, pues el alcance de sus poderes las alcanzaba antes de que lograran escapar. Pronto aquella zona se convirtió en un pequeño vistazo al infierno.

Aunque ella no era la única bruja roja que estaba sufriendo un calvario esa noche. Antina llegó enseguida hasta la habitación de su hijo, donde Celeste la estaba esperando. La sierva ayudó a reposar al joven que perdía existencia velozmente.

UN SECRETO EN EL BOSQUEWhere stories live. Discover now