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—Eres un estúpido o un valiente.

Jungkook sacudió la cabeza. El mundo estaba girando. No podía sentir el suelo bajo sus pies.

—¿Por qué has vuelto a la ciudad, Jungkook?

Jungkook miró al comandante Louis Gaudet.

—¿Te has... te has vuelto muy consciente de tus oídos? Están... justo en la cabeza.

—¿Está drogado?

—Probablemente —respondió Shine.

La voz de Gaudet salió justo enfrente de la cara de Jungkook.

—¿Es una especie de código, muchacho? Le quitaste la radio, ¿verdad?

—Sí, señor —replicó Shine. Señaló la pila de efectos de Jungkook en un rincón de la habitación.

—Aun así, compruébalo por si tiene algún cable.

El gran hombre agarró la camisa de Jungkook y tiró, arrancó los botones. Manos ásperas le registraron. La cabeza de Jungkook cayó hacia adelante. No parecía capaz de detener el zumbido.

Dedos se aferraron a su cabello y tiraron de su cabeza hacia atrás. Una mano callosa le golpeó la cara.

—¡Despierta, maldita sea!

Jungkook forzó los ojos a abrirse e inhaló ruidosamente. Louis Gaudet le miraba. Su rostro se osciló y Jungkook trató de parpadear para alejar la aparición.

—¿Qué demonios hay en ese polvo? —preguntó Jungkook.

—Un par de cosas. Raíz de Valeriana. Polvo de amapola. Huesos de un gato blanco puro.

—Eso está mal, hombre —murmuró Jungkook—. Lo has liado todo.

Miró a Shine de arriba y abajo. El hombre había ganado algo de músculo en los últimos cinco años, si eso era posible. Los ojos de Jungkook se posaron en el bulto en forma de cilindro en el bolsillo de Shine. Era un tubo de su jodido polvo vudú o uno de sus EpiPens de la habitación sobre el bar. SeokJin los había sacado y Jungkook no había podido encontrarlos todos en su prisa por hacer las maletas aquella mañana. Eso significaba que Shine había estado en esa habitación, lo que significaba que Ava los había entregado o había sido obligada a hablar.

Jungkook cerró los ojos.

—¿Cuánto polvo de amapola?

Shine rio, y un momento después un cubo de agua golpeó la cara de Jungkook. Jadeó, tratando de no hiperventilar mientras el agua helada bajaba por sus brazos para escurrirse por las cuerdas que le ataban las manos.

—¿Por qué has vuelto a la ciudad, Jungkook? —preguntó Gaudet. Jungkook trabajó duro para tragar. Sacudió la cabeza.

—No me creerías.

—Prueba, hijo. Tenemos todo el día y toda la noche para sacarte la verdadera historia. —Levantó una jeringa y la agitó para que Jungkook la viera—. Podemos hacer que sea una sobredosis rápida, o podemos hacer que sea una dolorosa. Tu elección.

Jungkook cerró los ojos y asintió.

—Bueno. Está bien. —Se lamió los labios y empezó a flexionar los músculos, probando las cuerdas. Sus muñecas estaban atadas a las patas traseras de la silla, y sus tobillos estaban sujetos a las patas delanteras. El agua le había dado un poco de margen, pero seguía sin poder liberarse—. Yo... estoy aquí en un trabajo.

—¿Qué clase de trabajo?

Jungkook abrió los ojos mientras el zumbido en sus oídos continuaba. Estaba sin aliento, pero eso era bueno. Daba a sus palabras un elemento de verdad, hacía más difícil detectar una mentira.

Situación Crítica || #7Donde viven las historias. Descúbrelo ahora