Winter - Steve Harrington +18

Escondite

- ¡Winter! esto no está funcio.. -no terminó la frase.

Eddie terminó estampado contra la pared, junto a Billy.

Por décima vez esa tarde.

La risa de Robin y Steve inundó la sala de estar.

Llevábamos dos horas intentando que yo fuese capaz de controlar mis poderes.

Era imposible.

Uno me había dado mucho más poder del que yo estaba acostumbrada, y me estaba costando un poquito más de lo normal.

- Voto por cambiar de sacos de boxeo. -se quejó Eddie, adolorido junto a Billy, que asintió frenéticamente.

- Por favor. -le ayudó.

- Inténtalo conmigo, Winter. -dijo Steve colocándose delante de mi.

- No quiero hacerte daño. -dije en un susurro, ya empezaban a asustarme esos poderes.

- Yo sé que puedes, solo haz que flote, como la primera vez que lo hiciste con Hopper delante de mi. -dijo con una sonrisa cálida y yo me concentré.

Steve empezó a flotar de manera suave y lenta.

- ¡Esto tiene que ser una broma! -se quejó Billy.

- ¡Se supone que yo soy tu favorito Winter! -se burló Eddie también.

Robin se reía.

Pero algo falló y Steve salió disparado contra la pared.

- Mucho has tardado. -dijo Robin sin poder dejar de reír.

- Inténtalo otra vez, concéntrate. -dijo Steve levantándose de nuevo.

Y lo intenté, una y otra vez, pero todas fallé.

Todos terminaron contra la pared.

¿Qué me pasaba?

Esto era una mierda.

- ¿Y si probamos primero con otras cosas? -preguntó Robin.

- ¿Qué otros poderes tenías? -preguntó Eddie.

- Mi mente era el poder básicamente, podía saber donde estaba algo o alguien, abrir cerraduras.. -empecé a enumerar los poderes.

- ¡Ya está! -gritó Robin entusiasmada.

- ¿El qué? -preguntó Steve algo confundido.

- Vamos a jugar al escondite, nosotros nos vamos a esconder por la casa, y ella, sin moverse del sofá tendrá que saber donde estamos. -explicó Robin.

- No sé si podré. -dije.

- Podrás. -confirmó Steve.

Y los tres fueron a esconderse.

Me senté en el sofá y cerré los ojos.

Tenía que concentrarme.

Visualicé la casa de Steve en mi mente, los rincones, las habitaciones, el patio.

Y empecé a buscarlos.

Robin sería la primera.

Mi mente viajó rápidamente hasta en patio trasero, detrás de un árbol.

Me centré en ella y la hice levitar un solo segundo en el aire.

Robin soltó un grito y la volví a bajar.

Unos segundos después ella apareció en la sala a mi lado sin decir nada.

Encontré a Billy en la cocina, debajo de la mesa.

Eddie estaba en la bañera, hecho una bola ahí dentro, al levitar casi se carga la cortina, pero luego bajó.

Me faltaba Steve.

Mi mente viajo por la casa, buscándolo.

Su habitación.

Ahí estaba, metido en el armario, entre toda la ropa.

Hice que las puertas se abrieran de golpe y él se asustó, pero una pequeña sonrisa adornó su cara.

Steve bajó al salón y por fin abrí los ojos.

- ¡Te dije que podías hacerlo! -gritó él llegando a mi lado y levantándome en el aire, girando conmigo.

- Eso ha sido demasiado genial. -dijo Billy, orgulloso.

- ¿Podemos hacerlo otra vez? -preguntó Eddie como un niñito pequeño.

- Tenéis treinta segundos. -les dije con una sonrisita y los tres corrieron a esconderse de nuevo.

Y así nos pasamos lo que quedaba de tarde.

Jugando con mis poderes.

Al escondite.

Hopper iba a flipar cuando le contase eso.

Tenía que enseñárselo.

- Nosotros ya nos vamos. -dijo Robin, despidiéndose junto a Billy.

- Yo me piro también, nos vemos mañana Winter. -Eddie besó mi frente y esos tres salieron por la puerta.

- Te llevaré a casa. -dijo Steve.

Los dos subimos a su coche y puso música, mientras los dos cantábamos por el camino.

El trayecto se me hizo demasiado corto.

No me gustaba despedirme de él.

Me sentía a salvo.

Él me miró y acarició mi mejilla con su pulgar de forma suave.

Sus ojos me miraban en busca de algo, en busca de algo que él necesitaba de forma desesperada.

- Tenemos una conversación pendiente, Winter. -dijo el casi en un susurro.

- ¿Qué quieres decirme, Steve? -no quité mis ojos de los suyos.

- Winter, yo te qui.. -no terminó de hablar.

Un grito proveniente de mi casa lo interrumpió.

Hopper había soltado una palabrota, seguido de un estruendo enorme, como si la casa se hubiese girado del revés.

Otro grito y las ventanas colapsaron, los cristales volaron en todas direcciones.

- ¡Papá! -salí corriendo sin pensármelo dos veces hacia dentro de la casa.

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