Uno: 𝐍𝐮𝐞𝐬𝐭𝐫𝐨 𝐩𝐫𝐢𝐦𝐞𝐫 𝐞𝐧𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐫𝐨

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Cuando uno escucha sobre "el fin de un reino" o "la destrucción de un imperio", uno imaginaría ruido y estruendo constante, gritos de agonía y explosiones por doquier, haciendo retumbar la tierra hasta que ya no quedase nada. Sin embargo, estando presente en un lugar que formaba parte de este reinado en decadencia, el silencio de aquella noche era casi sofocante. 

¿Había todo ya llegado a su fin? 
Eso no tendría sentido. Se hubiera enterado de camino. La mujer, recargada sobre la pared de esa edificación, se limitó a hacer una mueca imperceptible. Una máscara cubría su rostro y, hasta cierto punto, limitaba su visión. Era plateada e imitaba el rostro de un varón, llevando una barba puntiaguada con un largo bigote. Antiguas tradiciones.

Llevaba también un sombrero de cuatro puntas, estando ligeramente alargado en la punta tanto frontal como trasera. Había plumas por encima, lo cuál le daba un aire misterioso. No sólo eso llamaba la atención en el conjunto de la doncella. Llevaba encima una gabardina negra, cubierta de bordados dorados muy vistosos. Debajo de esta, una camiseta blanca como la nieve, seguido de un pantalón café oscuro. Todo para terminar en unas malgastadas botas negras, discrepando junto con sus guantes con todo lo demás vestido. 

En tierras donde la oscuridad y la desesperación se hacían cada vez más presentes, ella resaltaba como una estrella en una noche eterna. Así como la noche en donde ella se encontraba. No sabía cuántas horas llevaba en aquellos rumbos, pero sabía que era extraño que no hubiera ni una pista del amanecer. Trató de ignorar el hecho, concentrándose en sus propios pensamientos mientras miraba el cielo estrellado a través de dos ventanas en lo alto de la estructura donde se había detenido a descansar.

De pronto, sin aviso, la puerta frente a ella se abrió.
No se inmutó ante ello, pero no se esperaba que alguien apareciese en aquella prisión de mala muerte. Sin moverse, pudo vislumbrar la figura de un caballero. O al menos eso parecía ser. Su armadura estaba fracturada de distintos puntos y hasta parecía oxidada. Hasta le daba la sensación de que era un hueco con algo de retención de memoria, ya que se le veía en un estado bastante pésimo. Si se le abalanzaba, no dudaría en terminar con su sufrimiento.

Ehm... hola, saludos... ─ habló de pronto, haciendo que la contraria arqueara una ceja. Su voz era ronca, pero parecía no tener problemas para comunicarse. Era raro que alguien le dirigiese la palabra, así que dijo lo primero que se le vino a la mente.

─ ¿Qué ocurre? ─ no pudo evitar que se le saliera un tono algo amenazante, pero no era su intención. ─ No me conoces y no te conozco. Es mejor así.

Ella esperaba que con eso, la conversación hubiese terminado ahí. 
Pero esta alma era distinta a otras.

─ Bueno, bueno... si así son las cosas, entonces podemos conocernos, ¿no es así? ─ pese a estar usando un casco que cubría su rostro en su totalidad, pareció haber sonreído amistosamente al terminar de hablar. Eso provocó un suspiro en la mujer. Igualmente, terminó riendo un poco.

─ Je, je. Eres una persona singular. ─ eso le había divertido e impresionado por partes iguales. Ver a alguien dispuesto a conversar con ella era extraño, pero no le molestaba en lo absoluto. ─ Por lo general, al ver esta máscara, la gente prefiere guardar su distancia. Sin embargo, tú...

No viendo ninguna razón para abstenerce, decidió contarle sobre sí misma a aquel extraño.
Su nombre era Lucatiel, oriunda de Mirrah, más allá de las montañas. Había llegado a Drangleic debido a rumores de "almas poderosas" residiendo en el lugar. El caballero frente a su persona oyó con atención, sin interrumpirle en ningún momento. Al ver esto, la ahora con nombre Lucatiel no pudo evitar repetir lo anterior dicho.

─ Eres una persona singular, sin duda. Siempre intento evitar a la gente. Pero tú intentas comunicarte conmigo. ─ el decirlo así hizo que las comisuras de sus labios de alzasen un poco, pero rápidamente la expresión desapareció. ─ Veo que estás en medio de una aventura. Si necesitas ayuda, cuenta conmigo. Vengo de Mirrah, tierra de caballeros. Mi espada siempre está preparada.

─ Eso es muy amable de su parte, Señorita Lucatiel. Le agradezco por el apoyo pese a que apenas nos hemos conocido. Si usted necesita que le auxilie en algo, no dude en llamarme también. Después de todo, contar con alguien más, en estos tiempos, puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte.

Esta vez la de cabellos rubios esbozó una pequeña sonrisa.
Al estar cubierta su cara, no pareció haber ningún tipo de reacción por su parte. Después de unos pocos segundos, esta contestó.

─ No dudes en llamarme. Pase lo que pase, cuenta conmigo.

─ Por supuesto, Lucatiel. Digo lo mismo.  ─ Acomodando su armadura y sacando su espada desde la parte trasera de su ser, esa alma emprendió camino nuevamente. ─ No le quito más tiempo, señorita. Seguiré mi andar por este mundo. Pero sé que nos volveremos a encontrar.

Hubo un leve asentimiento por parte de la fémina. Eso fue suficiente para el caballero.
Abrió la segunda puerta de la torre y salió, arremetiendo contra no muertos que vagaban sin rumbo. Después, el silencio volvió. Pero dejó de ser pesado. Ahora todo se sentía más tranquilo. Ese encuentro la había calmado. Había visto personas cuerdas por ahí, pero no había interactuado con nadie hasta ese momento. 

"Ahora que lo noto... ese caballero no me dijo su nombre."

Pero no le dio más vueltas al tema. Después de todo, se volverían a ver más adelante. O al menos así lo había dictado él. Era un ser curioso. Sintió una ligera calidez en su pecho. Miró hacia las estrellas de nuevo. Era un lindo sentimiento.


ᴅᴀʀᴋ ꜱᴏᴜʟꜱ ɪɪ: 𝑫𝒐𝒏'𝒕 𝒇𝒐𝒓𝒈𝒆𝒕 𝒂𝒃𝒐𝒖𝒕 𝒎𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora