Ocho: 𝐋𝐚𝐳𝐨𝐬 𝐟𝐚𝐦𝐢𝐥𝐢𝐚𝐫𝐞𝐬

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   El sonido de la lluvia, golpeteando dulcemente la choza en la que se encontraba, fue aliviando su sueño de a poco. Se sentía un tanto desconectada de sus alrededores. Ni siquiera trataba de pensar en dónde era que estaba, solo se dejaba ir por las sensaciones a su alrededor. Sin que lo notase, los minutos se deslizaron cual agua en un arrollo.

"Adiós, mi querida Lucatiel. Que las llamas de la hoguera iluminen tu camino de ahora en adelante. Velaré por tu seguridad." 

   Las palabras de aquel varón de pronto llegaron a su mente y el vacío infinito de cualquier pensamiento se llenó de incógnitas y preocupaciones acerca de su estado. Así, Lucatiel de Mirrah había regresado. Todo volvió a su lugar. Podía pensar claramente, no había estática ni dolor alguno que invadiese su mente. Estaba de vuelta y mucho más fuerte que nunca. Sin embargo, no sabía exactamente cuánto tiempo había pasado desde que su ser quedó adormecido por los efectos de la Efigie.

   Se levantó. 
Miró hacia afuera, la lluvia seguía cayendo. Notó que no tenía su máscara puesta, así que la buscó un segundo por los alrededores. No tuvo problemas en encontrarla, mientras sus pensamientos se concentraban en el varón que la había salvado. Entonces, mientras decidía que hacer, cubrió su rostro una vez más, para luego salir y seguir su recorrido. Todo lo que se le ocurrió fue que tenía que encontrarlo, cueste lo que cueste. 

   Caminó hacia la entrada del lugar, ese al que había llegado antes de alguna manera, pero que no había podido apreciar bien. Con la mente en calma y sus sentidos regresados, observaba atentamente cada esquina, lista para pelear si le era necesario. Se tenía indescriptiblemente bien el simple hecho de poder ser ella misma. Subió con calma cada escalón frente a ella, eligiendo la izquierda sin ninguna razón en particular. Había una bonita fuente en medio de la subida. Era linda, aunque se notaba el paso del tiempo en toda la estructura.

   Contempló el panorama.
El agua en la fuente estaba casi totalmente evaporada. Solo quedaban ligeros atisbos de lo que solía ser un bonito estanque lleno de vida, de esperanzas y luz. Le recordó a sí misma tan sólo unas pocas horas atrás, a punto de ceder ante ese estado maldito, lleno de dolor y agonía pura.
Un ruido, frente a ella, la trajo de vuelta a la realidad.

   Su cuerpo saltó hacia atrás por instinto. La espada le había alcanzado a cortar un mechón del cabello. Había sido rápido, eficaz, pero... vacío. Carente de emociones. Lamentablemente, reconoció algo que hubiera preferido no saber. Cuando le miró, supo que era él, incluso aunque su apariencia fuera irreconocible. 

"Aslatiel..." 

   Pensó, mientras daba un par de saltos hacia atrás, sacando su espada para poder defenderse de su adversario. El ser frente a sus ojos no dudó en volver a lanzar un espadazo, arremetiendo con algo de torpeza, pero con fuerza de sobra.

   Lucatiel desvió a duras penas este segundo encuentro, impactando su arma contra la del contrario. Las chispas botaron por doquier. La rubia no tuvo tiempo de pensar cuando de nuevo fue atacada. Sus espadas volvieron a encontrarse, chocando una y otra vez conforme iban bajando las escaleras. Aquel que alguna vez fue uno de los espadachines más fuertes de Mirrah demostraba, incluso en el estado en que se encontraba, porqué había sido condecorado de tal manera.

   No parecía tener límite en cuanto a resistencia.
Pegaba y pegaba sin parar, sin dejar oportunidad para responder. Era como un monstruo.
No, era un monstruo. Ya no era su hermano, sólo un monstruo con su piel magullada como máscara. 


   ─ ¡Héroe de Mirrah!  ─ vociferó, en pose de batalla, con una mirada seria y dura. Habló como tantas veces había oído hablar a él... con infinita determinación ─ ¡Has cumplido con tu misión, pues has sido el más fuerte, el más valeroso y grande de toda Mirrah! ¡Mas es hora de que llegue tu descanso, pues sigues caminando entres los hombres como si fueras uno de ellos! ¡Aslatiel, es hora de que vayas a casa!

   Los recuerdos inundaron su visión.
Pero eso, lejos de debilitarle, le dieron fuerza. La espada de su hermano, rota y oxidada, se lanzó otra vez sobre ella. Esta vez, la ojiazul la desvió. El panorama pareció cambiar. El sol brillaba en el horizonte. Ambos se encontraban batallando con espadas de madera, practicando como siempre lo habían hecho. 

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⏰ Last updated: Oct 16, 2023 ⏰

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ᴅᴀʀᴋ ꜱᴏᴜʟꜱ ɪɪ: 𝑫𝒐𝒏'𝒕 𝒇𝒐𝒓𝒈𝒆𝒕 𝒂𝒃𝒐𝒖𝒕 𝒎𝒆Where stories live. Discover now