Tres: 𝐂𝐨𝐧𝐟𝐢𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐞𝐧 𝐞𝐥 𝐨𝐭𝐫𝐨

119 18 3
                                    

No recordaba haber estado en un sitio parecido en su vida.
Aquel lugar era un pueblo subterráneo y, a la vez, un puerto que servía de puente para llegar a esa fortaleza donde había acabado con la 'vida' de la pecadora. Era enigmático. La oscuridad dominaba en las afueras del refugio que había encontrado. El poblado en sí mismo no era muy grande, sus callejones eran estrechos, más escasos. El inconveniente era la falta de luz, tanto natural como artificial. Así, daba la sensación de ser un sueño sin fin. Era ciertamente perturbador.

Si ponía la suficiente atención, podía oír las olas romperse en la orilla. Pero el sonido de los huecos, errantes, resaltaban mucho más. Hasta la ponían un poco nerviosa. Pelearía con ellos más tarde, en ese momento estaba recuperando fuerzas. Ese centinela no se la había puesto nada fácil. Aunque claro, no estaba sola.

El sonido del fuego consumiéndose inundó sus oídos suavemente.
Sin hacer mucho ruido, una figura, portando una antorcha, se adentró al pequeño espacio de cuatro paredes donde ella se encontraba. Lucatiel reconoció su ser con solo mirarle un momento. Entonces sus labios formaron una sonrisa, divertida.

─ Imaginé que serías tú. No has cambiado nada, ¿verdad? Je, je. ─ una risilla se le escapó al final de su frase, pero tampoco fue como si tratara de evitarlo. ─ Cuanto más tiempo permanezco aquí, más demencia descubro.

─ Saludos, Lucatiel. Es bueno verte bien. ─ caminando por el lugar, el caballero alumbró un par de garrotes de madera aceitados, los cuáles rápidamente se encendieron. El cuarto se iluminó un poco más. ─ Sí, entiendo lo que dices. Recorrer las calles de Drangleic ha sido todo un reto tanto físico como mental. Cada día que pasa las cosas son más horribles por aquí. Por eso tenerte aquí me tranquiliza.

─ Es un lugar miserable, cierto, aunque no por eso carente de retazos de su antigua gloria. ¿Qué puede haber causado semejante degradación? ─ pausó unos segundos, pensante. O al menos en apariencia. Los cumplidos de ese caballero la hacían vibrar de una manera curiosa. En general, se sentía de la misma manera que su semejante. Con él, la carga sobre sus hombros se hacía menos pesada. ─ Ah, sí. No te he dado las gracias por haberme escuchado el otro día. Esto es para ti.

La doncella sacó un objeto de su bolsillo, mostrándoselo al contrario mientras hacía señas para que pusiese sus manos. Era una especie de ramas de árbol petrificadas, enredadas entre sí. Daban la sensación de estar formando una figura en particular, un ser humano, si se ponía la suficiente atención. Él la tomó, apreciando cada detalle de esta. Había oído de esas cosas. Si no erraba, se trataba de una "Efigie humana", algo qué, de alguna forma, permitía al portador el recuperar su humanidad. Era algo muy especial.

─ Por supuesto, no tengo idea de lo que es. Je, je. ─ El caballero estaba por mencionar algo al respecto, quizá contarle de qué se trataba este regalo que le fue proporcionado, pero ella continuó hablando. No le molestó. Le gustaba oírla. ─ El país de Mirrah está rodeado de enemigos y constantemente está en guerra. Solo hay una forma de ascender en Mirrah: Unirte a la orden y demostrar tu valía en batalla.

Nuevamente, Lucatiel contó un poco sobre sí misma y su pasado.
Explicó que venía de una familia que no tenía mucha fortuna y que no tenía un nombre en sus tierras. Con su espada y su valor, ella misma fue forjando ese camino que la conduciría a ser una caballero de excelencia. La vida no era fácil, pero ella nunca se detuvo a pensar en ello. Una vez dentro de la élite, con un nombre respetable, ella se dirigió a Dra ngleic.

─ Y entonces... Y entonces vine aquí para... ─ una laguna mental se había formado en su cabeza. Trató de seguir el hilo de lo que estaba diciendo, pero no pudo hacerlo. Así que cambió un tanto el tema. ─ ¿Has oído de los no muertos? Esas pobres almas afectadas por la maldición. Un no muerto va perdiendo la humanidad, hasta que su juicio se degrada por completo. Finalmente se vuelve hueco y caza a otros.

─ Es algo lamentable. Un proceso que destruye a la persona en cuestión y que no deja nada de lo que alguna vez fue. Cuando se llega a ese punto...

─ Un hueco nunca puede recuperar su humanidad. ─ la espadachín completó la frase, adivinando más o menos lo que terminaría diciendo aquel ojidorado. Esta vez, al que se le fue unas risitas fue al varón. Lucatiel no dijo nada, pero se le hizo lindo. Sin más, continuó. ─ Solo se puede esquivar ese terrible destino con las almas que encontramos aquí. Asumiendo, por supuesto, que las leyendas sean ciertas.

"Tan solo puedo esperar... que lo sean"

Al decir eso último, llevó su mano hacia su máscara. Haciendo un moviento rápido pero suave, la retiró sin dudarlo, revelándole, por primera vez, su rostro. Él la observó. Lo primero que atrapó su mirada fueron sus ojos azules. Eran de un color tan tranquilo... pero tan violento al mismo tiempo. Era como las olas del mar. Visualmente preciosos, pero con una ferocidad que destruía embarcaciones y podía llegar a sumergir islas en un muy mal día. Podría resumirse como "una belleza poderosa".

Sus rasgos eran finos, delicados... hermosos, de hecho.
Era una mujer muy bella. Sus labios temblaban un poco, reaccionando a la gran atención que el caballero le estaba otorgando. De hecho, no le dio impotancia a la marca que se encontraba sobre la parte izquierda de la cara de la mujer, no hasta un par de segundos después. Al verla bien, se dio cuenta de que no era una marca común y corriente. Lucatiel llevaba la maldición de los no muertos, al igual que él.

─ Lamento... aburrirte hablando de mi destino. ─ habló después de un rato, desviando la mirada. Había nervios en su ser, junto con un poco de fatiga. Mostró sus dientes con su delicadeza, sonriéndole a su igual. ─ Supongo que últimamente estoy cansada.

─ No me aburres, Lucatiel. Me gusta oírte. En mi viaje no tengo muchas oportunidades de interactuar con la gente, ya que la mayoría están hundidos en su miseria, sufriendo, muriendo, dejando de ser ellos mismos. Detenerme para que me cuentes un poco de tu travesía me ayuda a pensar y mantener la cordura.

─ Siendo así... me alegra saber que mis memorias te han servido en tu travesía por estas tierras, caballero.

─ Como le he dicho incontables veces ya, contar con usted en este reino alicaído hace la diferencia. Gracias por todo su apoyo y amistad, Lucatiel.

─ Je, je. No es para tanto. Puedes contar conmigo, así como yo cuento contigo.

Hablaron un poco más.
Al poco tiempo, él se despidió. Tenía que seguir con su recorrido. Se fue por donde había venido, volteándose una última vez para decir algo que sorprendió mucho a la rubia.

"Ah, es cierto. Es usted muy hermosa, Lucatiel. Debería quitarse la máscara más seguido. Sus ojos azules son increíblemente cautivantes."

No esperó una respuesta, solo salió de ahí.
El fuego de su antorcha se fue alejando, haciéndose cada vez más pequeño conforme se iba.
Luego, desapareció. Fue en ese momento que dejó salir una risa bastante escandalosa. Eso había sido tan absurdo que había olvidado por completo el ambiente hostil en el que se encontraba presente. Pero, también, dejó salir gran parte de su estrés.

"Nunca había conocido a nadie así. Ese sinvergüenza... es único. Si puedo creer en algo, o si me veo obligada a hacerlo, elegiría creer en el caballero de ojos dorados. Esa determinación... me recuerda a mi hermano. ¿Será él... quién pueda acabar con el dolor de esta gente?"

Tocó su rostro, desde el mentón hasta su frente.
Al final, dejó su mano sobre su ojo izquierdo, tocando la carne infectada por la maldición.
"Es usted muy hermosa, Lucatiel" volvió a oírse en su mente. Sintió su rostro caliente. Aunque solo fuese un por esa ocasión, se sintió bonita.

ᴅᴀʀᴋ ꜱᴏᴜʟꜱ ɪɪ: 𝑫𝒐𝒏'𝒕 𝒇𝒐𝒓𝒈𝒆𝒕 𝒂𝒃𝒐𝒖𝒕 𝒎𝒆Where stories live. Discover now