1. El día de los acuerdos I

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Liv:

    — ¡Levántate ya! — dijo mientras entraba de sopetón golpeando la puerta contra la pared de mi habitación — Hoy tenemos muchas cosas que hacer y no te puedes pasar el día durmiendo. — me quitó la manta de un tirón para luego ponerme las manos en la espalda y agitarme.

— Ya voy, ya voy — estaba demasiado adormilada como para pensar así que solo me senté en la cama con las piernas dobladas e intenté centrar la imagen. Parte de mi pelo me impedía ver por completo a mi tía. 

Ellie estaba de pie a los pies de mi cama con los brazos cruzados. Llevaba puesto un traje pantalón gris claro con una blusa blanca de manga larga por debajo. Su largo pelo rubio estaba atado en una coleta demasiado tirante que le llegaba a la mitad de la espalda. 

    — Me tengo que ir a trabajar, y tú tienes que ir al instituto — era raro verla tan agobiada — Venga, el desayuno está casi listo. — salió de mi habitación dejando la puerta abierta. 

Me levanté de la cama lentamente. No me molesté ni en vestirme y salí de la habitación con mi pijama de conejitos. Atravesé el apartamento descalza hasta las escaleras de metal que bajaban a la cocina. Sentía el acero frío bajo los pies. Iba demasiado pendiente de mis pasos como para pararme a mirar por el enorme ventanal que tenía delante, lo último que necesitaba era caerme por ellas. Despertarme temprano no había sido nunca uno de mis fuertes.

Llegué a la cocina y Ellie estaba de pié delante de la vitro terminando de hacer unas tortitas. Me llegaba el dulce olor de estas y el amargo del café. Lo cual me recordó que necesitaba cafeína urgentemente si quería ser una persona funcional a estas horas. Ellie se dio cuenta de mi presencia y giró un poco la cabeza mirándome de reojo, pero sin dejar de vigilar las tortitas.

    — Tenemos que hablar de algunas cosas referentes a esta noche — ¿Qué pasaba esta noche? Mi cerebro medio adormilado no podía recordarlo. Pasé por detrás de ella para coger una taza y su termo.  Llené mi taza hasta la mitad y su termo al completo. Entonces fue cuando me di cuenta.

    — Espera, ¿qué hora es? — pregunté un poco extrañada girándome por completo hacia las ventanas de nuestro apartamento. Aún no había salido el sol. Había bajado por las escaleras justo enfrente de esas ventanas ¿como no me había dado cuenta?

Porque estabas pendiente de no partirte la crisma.

    — Las seis y media de la mañana — Ellie me sonrió dulcemente al ver la cara de pasmada que se me había quedado. Apagó el fuego y con un chasquido de sus dedos las tortitas comenzaron a volar y repartirse entre dos platos diferentes. Le cerré el termo y eché leche en mi café.

    — Por como me has despertado supuse que llegaba una hora tarde por lo menos. — me senté de golpe en el taburete delante de ella, demasiado indignada como para actuar como una adulta. Un plato de tortitas se deslizó hasta mí. Ellie se quedó de pie. Mi plato de tortitas estaba muchísimo más lleno que el suyo.

    — Perdona cielo, pero tenía que hablar contigo antes de irme a trabajar.

    — ¿Y qué es eso tan importante de lo que querías hablar? —  Se puso seria de repente mientras yo les echaba a mis tortitas una cantidad ingente de sirope de chocolate.

    — Como ya sabes, hoy celebramos el centenario de la firma de los acuerdos feéricos. — parecía verdaderamente nerviosa y seguía sin tocar sus tortitas. 

    — Dime que no me has despertado para una clase de historia. — la miré con cara de incredulidad mientras devoraba las tortitas

    — La reina ha enviado su confirmación a la fiesta de esta noche. — Ellie no me miraba a los ojos, tenía la mirada clavada en la encimera.

Marcada por las HadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora