3: La nena de su papi... y de su tiíto (1/6)

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Hija x Padre x Tío.

🌥️🌥️🌥️

Susi llegó del instituto y entró en casa pensando como iba a hacer para salir esta noche. Su padre era muy severo y si ya la dejaba salir a regañadientes el fin de semana… ¡qué iba a decir de salir un jueves! Su amiga Laura se había enrollado el pasado fin de semana con Gabi, un chico que estudiaba medicina. Parecía un rollo de una noche pero hoy la había llamado para invitarla a una fiesta en la facultad. La animó a traer a sus amigas diciéndole que se lo iban a pasar muy bien. Tendría que mentir… ¡Y odiaba engañar a Roberto, su “papá”! Pero no le quedaba más remedio. No quería ver que ya era una mujer y que tenía que tratarla como tal.

Ultimamente estaba muy raro. A veces se quedaba mirándola, como si estuviese enfadado con ella y con una luz extraña en los ojos. Siempre había sido muy duro pero también cariñoso y ella lo quería más que a nada en el mundo. Bueno, a él y a su tío, que vivía con ellos desde que su madre se había casado con Roberto cuando ella tenía seis años. Venían los dos en el paquete. Cada vez le costaba más visualizar la cara de su madre. Había muerto en un accidente cuando ella tenía trece años, dejando a los dos hombres destrozados y con la tarea de criar a una niña desconsolada que ni siquiera era su hija. Todavía no se habían recuperado del todo pero… ¡había que seguir adelante! No sabía quién era su padre biológico y no quería pensar en él. Su papaíto era Roberto y por nada del mundo quería pensar en dejarlo, ni a él ni al tío Toni.

Dejó la mochila en su cuarto y se dirigió a la cocina. Se puso un delantal y empezó a calentar la comida que había dejado preparada la noche anterior. Una chica venía dos veces a la semana a limpiar pero de la comida y la ropa se encargaba ella como antes hacía su madre. Le gustaba cuidar a “sus hombres” como les llamaba en su cabeza. Para Susi no existía otro mundo que ellos y su mayor deseo era ser suya, pero era demasiado tímida como para intentar nada, así que se resignaba con verlos todos los días y cuidarlos lo mejor que sabía. Y eso que ultimamente tenía unos pensamientos… Se imaginaba besándolos en la boca o sus manos acariciándole los pechos… Pero lo que más le gustaba era imaginar sus caras de placer cuando ella los satisfacía, aunque no sabía muy bien como hacerlo… Sintió de nuevo esa humedad entre las piernas como cada vez que pensaba en ellos “así”.

Oyó la puerta de la calle y se volvió para ver como entraba su padre. Se ruborizó de la cabeza a los pies pues la había pillado entretenida en eses lascivos pensamientos. ¡Si a veces su papá casi podía leerle la mente!

- Hola, cariño. ¿Qué tal en el instituto? Huuuumm, ¡qué bien huele! Cada día cocinas mejor. Creo que no voy a insitir más en que dejes de ocuparte de la casa – dijo al tiempo que se acercaba por detrás y le daba un beso en la mejilla.

- ¡Papi! Se giró y lo abrazó con fuerza apoyando la cara contra su pecho para esconder el rubor. Se entristeció un poco cuando Roberto se apartó rápidamente como si la rehuyese.

Su padre se dispuso a poner la mesa mientras la mirada de Susi lo seguía amorosamente. ¡Era guapísimo! ¡Como iban a gustarle los chicos de su edad si tenía tremendo hombre en casa! Y no uno… ¡sino dos! Porque su tío Toni… ¡era fabuloso! ¡Cuánto los quería a los dos! Eran mellizos y se parecían un poco: los dos muy morenos y atractivos, con unos rasgos muy viriles. Medían en torno al 1’90 de estatura, altos y fuertes, aunque sus estilos eran muy diferentes. Su padre tenía un trabajo “serio” como le encantaba recordarle a su hermano. Trabajaba de ingeniero y tenía muchas responsabilidades, aunque desde siempre procuraba estar en casa para Susi. Y si serio era su trabajo también lo era su carácter, a veces incluso un poco brusco. Aunque nunca le había puesto un dedo encima, bastaba que la mirase con reprobación mientras decía su nombre, para que ella se muriese de angustia, pues quería que estuviese siempre contento con ella. Era el tío Toni el que procuraba suavizar las tensiones con su aire pícaro y gamberro. Tenía un cuerpo de infarto, tremendamente musculado, muy acorde con su trabajo ya que tenía un gimnasio y era lógico que se mantuviese en forma. No es que su padre fuese un alfeñique, pero se notaba la diferencia. En fin, que a los 30 y tantos estaban los dos para mojar pan… todas sus amigas la envidiaban y se los comían con los ojos cuando venían a casa…! Como estaba haciendo ahora ella, pensó Susi mientras salía de su ensoñación y colocaba el guiso en la mesa.

Amores Prohibidos Where stories live. Discover now