Capítulo 2

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Ash lo había citado en Central Park, sería su punto de reunión y juntos irían a Walmart a comprar los ingredientes para el postre que a Griffin más le gustaba. EIji estaba muy emocionado y confiado, porque no era por presumir, pero en él era un experto en la cocina.
Ash por su parte estaba muy emocionado por sabotear al enamorado asiático. El sabía que a su hermano no le gustaban los postres por lo empalagosos que llegaban a ser.
El primero en llegar fue EIji. Estaba muy ansioso por encontrarse con Aslan y aprovecho de haber adelantado trabajo y poder salir antes.

—¿Llevas mucho tiempo esperando?

—Algo así, pero no te preocupes, yo llegué antes de la hora acordada. Debo admitir que estoy un poco nervioso.

—Entonces, vamos por los ingredientes, Onii chan.

Ambos tomaron el bus que los llevaría a su destino y en el trascurso del viaje tuvieron una plática amena y era inusual en el rubio, él suele ser callado en los viajes y con los únicos que le gustaba tener una plática en el transporte era con su hermano y su mejor amigo. Hubo ocasiones en donde quedaron en silencio, pero en ninguno fueron incómodos. Estar junto a EIji se sentía cómodo y cálido. Pero eso no cambia el odio que siente por él, es un roba hermano.

—Entonces, ¿a Griff le gustan los postres muy dulces? —Preguntaba dudoso Eiji.

—Si, le encantan, los adora y sí pudiera los comería todo el día.

—Es extraño para mí escuchar eso. En el trabajo nunca ha llevado uno, ¿seguro que lo conoces bien? —Ash se había ofendido, tenía razón de su duda, pero igual estaba ofendido.

—Es mi hermano y soy su favorito, claro que lo conozco bien —Contestó muy indignado.

—Eres su único hermano.

—Detalles, además no dudes de mis consejos, deberías estar agradecido y no cuestionarme. Mejor vamos a la sección de repostería y comprar mucha azúcar y dulces.

—Está bien... Mira, cosas para Halloween, a mí me encantan todas esas decoraciones. Mira hay muchas calabazas, ¿Y si hacemos un pastel de calabaza? —Volvio su mirada a su acompañante y Ash estaba pálido, se había quedado congelado en su sitio.

—Vámonos de aquí, ahora mismo. Griffin odia las calabazas, la detesta, vamos, corramos lejos de aquí.

—Eso no es verdad, tiene una calabacita en su escritorio. Me parece que es a otra persona la que odia las calabazas.

—¡Esas cosas me aterran! ¡Vámonos de aquí! —Aún gritando aquello el rubio no se movió de su lugar. EIji intuyo que era por los nervios o el miedo, así que lo tomo de la mano y corrieron lejos de ahí.
Compraron todo lo necesario para preparar el dichoso postre y muchas cantidades de azúcar. Fueron a casa de Eiji para cocinar todo y hornear lo necesario.

—Seguiré la receta que me envió Max. Dijo que era fácil de preparar y muy rico. ¿Me ayudas a sacar los huevos del estante?

—Claro.

En el fondo Ash se sentía mal porque sabía que Griffin odiaba aquel postre que llevaba exceso de azúcares y ver cómo el nipón se veía emocionado preparando todo. EIji lo había sacado de esas horribles calabazas y era una persona buena e inocente y estaba disfrutando mucho de su compañía, tenían muy poco tiempo de conocerse y sentía como si lo hubiera conocido de años por lo cómodo que se sentía tenerlo a su lado.

—Bueno, ya lo metí al horno y después vamos a decorarlos. Aunque sean los favoritos de Griff tendré que recomendarle que consuma algo más saludable en un futuro. Por cierto, quiero agradecerte por ayudarme Aslan, además estoy disfrutando de tu compañía mucho, eres muy divertido. Creo que empezamos mal ese día, pero parece que estabas de mal humor o estabas estreñido —Empezó a reír.

—Lo mismo digo, tu compañía no es tan mala. Pensé que me aburriría estar con un viejo.

—Eres muy grosero. Y solo son dos años de diferencia —Se quejó con esos pucheros nada intimidante y si muy adorables.

—Te ves muy bonito con ese puchero —Se le escapó el pensamiento.

—¿Qué?

—Mira, ya están los pastelitos, se te van a quemar si no lo sacas ahora.

—Oh, es verdad —Corrió para sacar los pastelitos del horno y Ash pudo distraer el momento.

Después de intentar decorar los pastelitos con el rostro de Griffin en ellos, irían al departamento de los Callenreese para entregarlos, a esta hora su hermano estaría ya en su hogar.
Ambos Iban en el bus que los llevaría a su destino. Pero frente a ellos iba una señora con sus tres pequeños, los cuales no dejaban de ver los pastelitos en el regazo de EIji, incluso vio como uno empezaba a salivar.

—Ya, niños, dejen de ver al jovencito, lo pondrán incómodo —Regaño la madre a sus pequeños.

—Pero se ven muy deliciosos y bonitos, además hace mucho que papi no nos compra unos así —Dijo triste el más pequeño.

—Sabes que papá trabajo muy duro para comprarles otras cosas. Pero pronto ganará mucho dinero y les podrá comprar muchos dulces —Trato de consolar a sus hijos, pero no tuvo éxito. Los niños solo pudieron bajar la mirada y uno mejor miró para otro parte. Pero EIji les acercó la cajita con los pastelitos.

—Tengan niños —Ofreció con una sonrisa la cajita—. De hecho, estos pastelitos se los regalaría a algunos niños buenos que me encontrará en el camino.

—Nosotros somos niños buenos, dile mami —Gritaron emocionados los tres niños a su madre.

—Mis niños son los mejores del mundo y no es porque sea su madre, pero estoy muy orgullosa de ellos, ¿Está seguro que quiere regalarnos los pastelitos? —Preguntó apenada.

—Claro. Tomen y espero lo disfruten —Entrego la caja a la señora. Le agradecieron muchas veces los niños junto con ella. Después de dar la cajita, EIji y Ash tenían que bajar al percatarse que ya habían llegado a su destino.

—Eiji, ¿Por qué regalaste tus pastelitos? Te costaron mucho hacerlo —Le preguntó en un susurro muy angustiado Ash.

—Si, pero, ¡¿Viste sus ojitos!? —Dijo enternecido— No tuve opción —El más bajo solo agachó su mirada, el postre con el cual conquistaría a Griffin ya no estaba.

—¿Sabes? Acabo de recordar que Griffin le va más la pizza, vamos por unas de aquí cerca, son sus favoritas (eso si era verdad).

—Gracias Aslan —Le sonrió y esa sonrisa que le había regalado el japonés había hecho sentir algo en el rubio. No sabía que era, pero se sentía bien. Jamás había sentido esa cosquillas en su interior.

Ambos caminaron a la tienda y compraron la pizza favorita de Griffin. Al llegar su hermano los recibió con una gran sonrisa al ver la cena que llevaban consigo. Los tres se sentaron a la mesa a cenar y tuvieron otra velada juntos. Y en toda la cena cierto Callenreese no despegaba su mirada del pequeño japonés de cabello esponjoso y sonrisa bonita.

My Beloved Callenreese Where stories live. Discover now