Secuela
Cuarto libro "Sensaciones Italianas".
Llevo conociéndolo más tiempo del que soy capaz de recordar, siempre ha sido una de las personas que más está para mí pero jamás había notado lo que siento hoy.
No soy capaz de definirlo como amor porqu...
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Kira. Correr, eso es todo lo que tengo que hacer en este momento, nos encontramos en una persecución y él muy desgraciado es veloz como una liebre.
Yo me detengo mientras Tim y Matteo siguen corriendo. A los minutos ellos regresan con él hombre.
—¿Te cansaste tan rápido? —pregunta Matteo. —Si ya ni me digas fueron solo tres cuadras pero se sintieron como si fueran veinte kilómetros.
Me apoyo en el auto. —Algo está mal. —le informo. —¿Qué sucedió? —No me siento bien. — la cabeza me da mil vueltas y me duele. —Venga Matteo llevala a urgencias yo le aviso al capitán. Matteo me carga sin que yo pueda rechistar. —De seguro es por esa mierda de dieta que estás haciendo, jamás has tenido problemas con eso, no entiendo de dónde sale ahora esa idea loca de saltarse dos comidas al día. —Canesh me estresas, no me regañes que eres mi padre. —Pero soy tu esposo, aún cuando nadie lo sepa llevamos 7 meses siendo marido y mujer eso me da el derecho de reclamar por tu salud.
Cierro los ojos para no pensar más en eso mientras el conduce.
Siete meses en los que hemos sido felices ocultándonos del mundo entero, donde las únicas dos personas que lo saben son Tim e Isis, el resto son ciegos ante lo que jamás les hemos dejado ver.
Llegamos a la clínica y me bajo para ir directo a urgencias, ni siquiera me fijo Canesh viene conmigo.
—Hola, soy Kira Digory quisiera una revisión de emergencia. —le pido a la chica que se encuentra en el mostrador, está solo me observa.
—Debe esperar, es hora de almuerzo. —dice para morder una hamburguesa.
«Lo que me faltaba.»
—Soy oficial de policía, le recomiendo que me envíe ahora mismo con un médico si no quiere que le aparezcan varias multas por infracción. —ella deja la hamburguesa para teclear rápidamente en su computadora.
—Hay un doctor disponible, pase al pasillo y ya la atenderá.
Le sonrió y voy a donde me indica. —¿Enserio usaste esa amenaza?
— Espero a que me atienden y me diga que debo tomar para el dolor de cabeza y volveré a trabajar.
— Que necia eres, somos dos en la oficina así que puedes ir a descansar a casa.
— aburrido.
Pasaron unos largos minutos hasta que por fin entré con la doctora, le conté que me sucedía y ella me tomó unas muestras para hacer un análisis rápido.
