Capítulo 26.

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"El colmo"

Los tres abrieron los ojos con sorpresa ¿Alfonso? ¿Él de las Insólitas? ¿El mismo que estuvo con Saúl y con el cuál las cosas terminaron como terminaron? Nadie se lo imaginó, las diferentes reacciones no tardaron en aparecer.
Por su parte Saúl no estaba convencido o se mostraba meramente contento, se mantuvo indiferente y neutral, sí, ese era el nombre que había rondado por su cabecita. Le dio un trago a su bebida sin querer decir nada más, en sus interiores una ola de sentimientos se abalanzó contra sí mismo, entre los que estaban la nostalgia y melancolía como los de frustración y molestia. Muy en el fondo solo un poco de felicidad muy tenue.

Quizá después de todos sus viejos recuerdos había manifestado inconscientemente el que se volvieran a reconciliar.

— ¿Alfonso? — Sabo parecía confundido. — Yo hablaba de... —

— Alfonso está bien, pocas veces lo he visto pero me han contado que cuando andaba en Las Insólitas era lo mero bueno. —

— No mames, eso ya pasó. —

— Sí, ya pasó. — Confirmó el bajista.

— Pero podríamos intentarlo. —

— No. —

— ¿Por qué no? —

— Hay que buscar a otro. —

— Es que no tenemos muchas opciones, Saúl. No podemos echarnos pa' atrás ahora que han estado repitiendo "Mátenme por que me muero" en la radio. —

— ¿Tú ya sabías? — Saúl lo miró.

— Obvio, cuando tú vas yo ya fui y vine. —

— Estoy de acuerdo con Sabo. Necesitamos sacar los demás demos en limpio. —

— Mira, yo no conozco a ese tal Alfonso, pero sí tú y Diego lo quieren incluir pues está bien. — Ahora el indiferente era Sabo.

Y es que era verdad, el bajista había escuchado algunas cosas sobre él y no le parecía nada del otro mundo, solo un joven baterista que tocaba bien no sabía su forma de trabajo, sus influencias, aspiraciones o mínimamente carácter. Pero había algo en él que no le daba muy buena espina, quien sabe, habría que ver para creer.

La mesa se quedó en silencio, miradas indecisas se lanzaron mutuamente, suspiros y con los labios temblorosos de lo que podrían decir.
Saúl jugó con el popote de su refresco, sentía los ojos de sus dos compañeros sobre él como esperando a qué él tuviera la última palabra.
El resentimiento era algo que no estaba acostumbrado a guardar, por qué la vida era muy corta para conservar sentimientos reprimidos, por qué eran muy jóvenes para vivir con amargura y molestia. Hacer las paces era, naturalmente, lo mejor que podría hacer.

— Pues sí. Va a estar adentro. — Soltó firmemente.

— Chido. —

— ¿Y crees que quiera? — Le cuestionó Diego.

— Habrá que preguntarle. —

— ¿Tienes algo que hacer esta tarde? — Preguntó Sabo.

— No. —

— Pues vamos 'orita que terminemos ¿No? —

Después de la comida y una plática sobre sus planes a futuro, agradecieron, pagaron y se marcharon rumbo a la casa del Baterista. En el auto de Diego quién conducía seriamente prestando atención a las indicaciones de Saúl, Sabo hablando de quién sabe qué cosa en el asiento de atrás, nomás le daban el avión para que se callara, pero solo le daban más cuerda.

Sabor a mí | Saúl x AlejandroWhere stories live. Discover now