04: Las reglas del juego

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—Tú los mataste

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—Tú los mataste.

La frase resonó en mi cabeza. Se repetía en un eco infinito, una voz llena de desprecio.

(...)

Desperté de golpe con una gota de sudor frío recorriendo mi frente.

No entendía por qué, pero seguía teniendo sueños agresivos.

Desorientado, me senté. No me costó mucho tiempo reconocer que estaba en mi habitación; Mi nueva habitación. De cierta manera sentí alivio al ver que los recuerdos del día anterior seguían intactos.

Mi cabeza seguía confundida, pero al menos ahora no estaba a la deriva sin un hogar en el que quedarme.

En perfecto tiempo, la puerta del cuarto se abre y entra Soobin.

—¿Te desperté? —preguntó preocupado apenas me vio—. Perdóname, tengo que acostumbrarme a que este ya no es solo mi cuarto.

Solo negué despacio con la cabeza como respuesta.

Pude adivinar que vino a cambiarse de ropa, ya que su camiseta estaba sucia. Soobin desvistió su torso y rebuscó su armario en busca de una limpia, mientras tanto, me quedé observándolo como una especie de acosador.

—Estaba intentando cocinar algo, supuse que tendrías hambre una vez despertaras, pero todavía no está listo —explicó. No era difícil ver que tal vez la cocina no era su fuerte, o tal vez solo era desastroso, pero por más torpe que pudiera ser alguien en la cocina, no creo que usaría su propia camiseta como recurso de limpieza.

No tenía idea de lo que pensaría mi nuevo compañero de cuarto de mí por esto, pero tampoco podía negar que no me molesté en darle privacidad mientras buscaba un cambio de ropa. Sin embargo, no era su espalda ancha o los músculos en sus abdominales lo que me importaba, el tatuaje en su hombro era lo que llamaba toda mi atención.

Él había intentado enseñármelo antes en el baño, pero no había podido detallarlo tan bien como ahora. Soobin era un ángel de la vida, una galaxia llena de estrellas era lo que lo delataba. Las constelaciones decoraban su hombros hasta su clavícula. Mientras más lo mirabas, más increíble lo encontrabas. Era hermoso y diría hasta hipnotizante.

Estaba seguro de que Soobin notó mi mirada, pero supuse que no le importó. Era normal que el tatuaje en su hombro llamara mi atención. Sin decirme nada, solo se colocó la camiseta limpia que tanto tardó en encontrar.

En invierno, normalmente vestirías con más de una capa para no morir del frío. Sin embargo, estando en una casa con calefacción y siendo un ángel que puede controlar cuándo usar su cuerpo humano, que es lo único que puede hacerte vulnerable, tal vez no hacía falta cubrirse con tanta ropa.

Volví a echar un vistazo a mi nueva habitación; mi nueva habitación que compartiría con Soobin. Era un poco pequeña para dos personas, pero al menos tenía espacio para lo esencial: Dos camas y un escritorio con la computadora. Probablemente entraría otro escritorio, pero obviamente no le había hecho falta a Soobin antes de que yo llegara.

Purpose | Choi Beomgyu ; TXTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora