La forma en la que hablan, caminan, responden, comen. Las escuelas a las que asistirán por el resto de sus vidas.
Su forma de vestir, su "gusto" en los deportes, su incesante manía por ser los mejores aunque eso signifique dejar de respirar.
Esa es...
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| Entre amor y odio. |
YeonJun.
Hace 4 meses hubo un atardecer increíble. Recuerdo que en medio de la tarde decidí caminar por la escuela, solo para poder admirar de forma más profunda cada uno de los tonos que adornaban el cielo, esa tarde, yo en verdad necesitaba sentirme en paz. Esperaba que el cielo lograra darme un sentimiento que mi corazón no podía por sí solo. Pero, aun entre la belleza natural, algo no se sentía bien dentro de mí.
Mirando en perspectiva, creo que sabía muy en el fondo que estaba dejándome arrastrar a un lugar muy profundo por mi ansiedad, pero quería aferrarme a la idea de que podía ir en contra de esta. Que, de alguna forma, si ignoraba por poco tiempo esa angustia, lograría sobrepasar todo lo que estaba ocurriendo en mi vida.
Llevaba años en una pelea con Soobin, en una guerra con su familia por una silla de presidencia que al parecer todos querían. Aunque ellos mismos no la ocuparan, solo querían que alguno de nosotros la tomara para poder sentir orgullo de compartir apellido con un sucesor. Compartíamos un destino que nos hacía infelices en muchos momentos del día.
Pero nos teníamos el uno al otro.
Aunque.
Eso no era del todo bueno en muchas ocasiones.
"Traición" fue algo con lo que pensé estar acostumbrado, lo había vivido desde siempre, más aún si Soobin era quien me daba ese sentir. Sabia reconocerlo y hasta un punto, aceptarlo. Pero, algo se rompió dentro de mi esa mañana cuando lo vi caminar tras su abuelo en la reunión con los accionistas. Un dolor en mi pecho hizo que mi respirar se entrecortara cuando escuchaba como desde ahora él iba a ser entrenado como presidente interino, mientras su abuelo se iba a nuestra matriz en China para arreglar unos asuntos de la expansión.
Ni siquiera pude prestar atención cuando una discusión comenzó sin más a dar lugar dentro del recinto. Solo podía clavar mis ojos en un informe que tenía en la mesa cerca de mis manos, mientras reconocía muy a lo lejos, lo que parecía ser la voz de mi abuelo.
Era una estatua, yeso solido sobre la silla, que no tenía siquiera la intención de hablar.
Si la acción no fuera algo débil, bien podría haber llorado.
Si es que volví de mi trance esa mañana fue porque escuché a Soobin llamar mi nombre en medio de un susurro, e incluso así, no estuve dispuesto a voltear. Odie la idea de verlo.
Su llamado de alguna forma me dio las energías para sonreír, aunque, no de que fuera real. Solo podía sonreír de manera irónica, casi sínica.
Por la cara que Soobin y su abuelo me dieron, supe que temían un poco escuchar alguna negativa salir de mí boca.
