IX

934 71 4
                                    


Alfred Solomons era consciente de aquello, aveces exageraba, pero la verdad era que ni siquiera le importaba, proteger a Antonella era su mayor objetivo en la vida, incluso uno más grande que ser el rey de todo candem town, desde la muerte de su padre se había prometido así mismo que su hermana jamás sufriría nuevamente, era por eso que era permisivo, un consentidor, sabía que el estilo de vida que su adorada Nela llevaba era completamente reprobable por su círculo social, pero sentía que ella podía hacer una excepción, no merecía sufrir un segundo más de todo lo que ya había sufrido.

Solo tenía trece años cuando la desgracia había asolado la casona Solomons, y aquel evento había quitado la inocencia de su pequeña hermana, y él pasaría toda su vida tratando de hacer que ella lo olvidara y viviera felizmente. Si Nela quería flores, las tendría, zapatos nuevos, correría a comprarlos, si quería un maldito elefante bebé pondría un barco a África para que le trajeran uno recién nacido.

Nada era suficiente para su Antonella y nadie podía darle lo mejor excepto él, se cuestionó por algunos instantes el porqué de muchas cosas con respecto a su hermana, pero no esperaba obtener todas las respuestas, sabía bien que ella era un ser aparte, que respiraba por sí misma, que gustaba de cosas que a él no, y aunque trataba de no querer intervenir en su vida privada aquello le parecía inconcebible.

Podía usar la excusa de que Shelby era gitano, su familia no era buena para ellos, eran nuevos ricos, apenas tenían modales, su quijada era muy cuadrada, no le gustaba su corte de pelo, era demasiado serio, tenía medio millón de excusas que podía inventar allí mismo en el momento, pero lo que más le gustaba y de la que podía fingir que era realmente preocupante era que Shelby, no era judio.

Que sus conquistas amorosas fueran judías o no realmente no le importaba, el mismo frecuentaba mujeres que ni siquiera sabían que el judaísmo existía, no le parecía algo terrible, pero si se trataba de una relación seria, su percepción cambiaba ¿cambiaba?

Se acomodó frente a la puerta sosteniendo la pequeña caja rosada que había pasado a comprar a la pastelería únicamente para burlarse de ella, volvió a tocar luego de esperar algunos minutos, Antonella apareció por un pequeño espacio de la puerta, volvió a cerrar, sacando las cadenas, abriendo para que su hermano entrara.

Observó rápidamente el departamento cerrando tras de sí la puerta, Antonella ya se había deslizado a la cocina para poner la cafetera y dejar un par de tazas en la barra, se acomodó el cinturón de la bata observando a su hermano.

– Le traje rollos de canela, señorita Antonella para que se sienta mejor – Se burló tratando de imitar la voz de Shelby dejando la caja rosada sobre la encimera.

– Que odioso eres – Se rió tomando una lápiz para amarrarse el cabello – ¿En serio tenias que llamar tres veces?

– Sé que nuestra estrecha relación te hace pensar muchas veces que soy más una amiga para ti, pero debo recordarte querida Antonella, que soy tu hermano y soy un hombre, uno con mucha suerte por cierto, y sé perfectamente cuáles eran las intenciones de venir a verte.

– ¿Quería que?

– Tu sabes qué.

– Al menos podría haberlo intentado – Soltó seriamente, a sabiendas de que aquello  no sería del agrado de su hermano, sirvió el café y abrió la caja de rollos de canela – ya no te parece tan gracioso ¿eh?

– ¿Cómo te sientes hoy?

– Mejor, gracias – Respondió con una sonrisa satisfecha de que su hermano no estuviera molestándola – ¿viniste a buscarme? – alzó la mirada para medir la reacción de su hermano, quien de inmediato comenzó a pensar qué era lo que había olvidado – ¡Alfred!

Every Thursday.Onde histórias criam vida. Descubra agora