Capítulo uno

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Una pequeña lloraba desconsolada, su pequeño corazón estaba enfrentando un terrible dolor a sus escasos seis años, su mejor amiga y prácticamente hermana, su aliada fue adoptada, la niña que había sido abandonada el mismo día que ella, con quien creció y la que ahora tuvo que ver partir, trató de ser fuerte, contuvo su dolor, no quería que nadie la viera llorar.

Aun recordaba que tuvo que buscarla por todos lados, porque la pequeña llorona de Annie tenía miedo de irse con sus nuevos padres, Candy había tenido que convencerla y darle ánimos, como siempre le tocaba hacer, disimuló su propio dolor todo el tiempo que le fue posible, no permitiendo que ni siquiera las directoras o los otros niños del hogar la vieran llorar.

En cuanto vio que el coche en que se la llevaban se perdía de vista, bajo del padre árbol y subió a prisa a la colina de Pony, únicamente cuando pensó que nadie la vería soltó a llorar, se regañaba así misma, pues por más que tratara su llanto no cesaba, sus lágrimas no paraban de salir de sus ojitos.

"me duele tanto y soporté mucho tiempo, si bajo así voy a preocupar a todos, ya se, lloraré con todas mis fuerzas, hasta que no haya más lágrimas" y así lo hizo, hasta que el sonido de su propio llanto le pareció el sonido de algún perro hambriento, sintiéndose ridícula comenzó a reírse de sí misma.

—ya decía yo, que tienes una adorable sonrisa pequeña, —un joven rubio muy alto, de ojos color del cielo con una extraña indumentaria dijo a la niña.

La pequeña sorprendida por la apariencia del joven frente a ella se preguntó en su inocencia, si no es que él era alguien bajado del cielo, puesto que nunca había visto una ropa similar a la que usaba, ni mucho menos el extraño objeto que tenía en sus brazos.

—¿eres del espacio?, —preguntó curiosa la niña, entrecerrando los ojos.

Ante las ocurrencias de esta, el joven que ya tenía dibujada una sonrisa en su rostro estaba ahora riendo a boca suelta.

—eres muy graciosa pequeña, pero te aseguro que soy un ser humano, común y silvestre.

—pero, si es así, ¿porque llevas falda? si eres un chico.

—pequeña, no es una falda, es un kilt, es parte del traje tradicional escoces.

—¿kit?, de toses ¿qué?, —la niña nunca había escuchado nada parecido a las palabras o cosas que el joven le decía, este en cambio volvió a reír por las inocentes ocurrencias de ella.

—se dice: kilt, es parte del traje tradicional escoces, de Escocia y esto que ves aquí, —dijo señalando el objeto que cargaba, —es una gaita escocesa, un instrumento musical, mira voy a mostrarte como suena.

El joven comenzó a tocar por lo que el instrumento comenzó a emitir un muy extraño sonido, al menos así era para la niña.

—pero si eso suena como si fueran caracoles arrastrándose, —dijo ella sorprendida, pegando brinquitos.

El joven no pudo más que dejar de tocar y comenzó a reír nuevamente.

—en serio pequeña, eres muy graciosa, —reiteró el joven con una luminosa sonrisa.

La mirada del joven era de un azul tan claro como el cielo en aquel día y la niña sintió que podía contarle cualquier cosa, por lo que comenzó a hablar rápidamente preguntándole de donde era y enseñándole el hogar de Pony que se veía desde la colina, explicándole que era un orfanato, que vivía allí, pero cuando volteo a ver el joven ya no estaba, miró alrededor y lo único que encontró fue un broche de plata con la forma de un águila con sus alas extendidas, del cual colgaba un pequeño cascabel, ella lo recogió con la esperanza de devolverlo, pues parecía una joya muy valiosa, por lo que pensó que seguro al día siguiente lo vería y se lo podía devolver.

Pequeña Señorita AndrewWhere stories live. Discover now