El Enigma de Kelpie

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Hermione se sentó tras su escritorio y apoyó los codos en la madera, mirando fijamente a Malfoy.

En el ascensor había estado a punto de mandarle educadamente a la mierda pero finalmente la curiosidad pudo más que el orgullo o el enfado.

¿Qué podía llevar a Draco Malfoy a intentar extorsionar a la Ministra de Magia? Los Malfoy hacía muchos años que no eran lo que habían sido. Seguían teniendo dinero a espuertas, lujos, propiedades, joyas, cámaras de Gingotts... pero su apellido, ni siquiera tras su unión con los Greengrass quienes, pese a ser sangre pura nunca fueron salpicados por los crímenes de guerra, había vuelto a ser lo que fue.

No tenían poder, ni tentáculos en el Ministerio, aunque no parecía que Draco Malfoy lo hubiera querido. A diferencia de su padre, se había limitado a vivir en la periferia de la sociedad, había construido una familia intentando pasar desapercibido, dedicándose a la alquimia como hobby y manteniendo un perfil bajo en la medida de lo posible.

¿Por qué ahora intentaba chantajearla? ¿Qué era tan importante para él?

Curiosa por naturaleza no había podido hacer otra cosa más que escucharle y, contra toda lógica, sí había accedido a hacer con él una Promesa. No era algo tan drástico como un Juramento Inquebrantable pero sí era un vínculo mágico que impedía la divulgación de un secreto a costa de otro.

— Está bien Malfoy, te escucho.

Él dejó escapar el aire entre los dientes y, antes de poder volver a pensar en ello, comenzó a hablar.

Le habló de Astoria, de su vida juntos, de la forma en la que ella le había cambiado, de la manera en que le había ayudado a salir adelante, a volver a creer en sí mismo, a encontrar un camino. Le habló de lo felices que fueron cuando consiguieron tener a Scorpius, de sus años juntos, de su absoluta felicidad. Le habló de la enfermedad, de cómo sabían que su tiempo era limitado, de cómo Astoria era capaz de vivir con ese conocimiento, exprimiendo cada segundo, viviendo cada instante como si fuera el último, pero él no. Le contó la cantidad ingente de tiempo que había dedidcado a la búsqueda de una cura, cómo cuando ella dormía él bajaba al taller a investigar, a estudiar, a experimentar. Le habló de las noches sin dormir, de las lágrimas, del dolor. Y finalmente le habló de las posibilidades, de lo que había encontrado, de la cura y del giratiempo.

Hermione le escuchó en silencio, cada palabra, cada sentimiento oculto en ellas, cada lágrima no derramada, cada quiebro de su voz.

Y quiso llorar por él, por ellos, por lo que habían perdido. Y no pudo evitar sentirse mal por haber amanecido con aquel hombre que vivía aún enamorado de su difunta esposa.
Suspiró y se pasó la lengua por sus labios resecos.

—Malfoy —empezó sintiendo un nudo de angustia en la garganta — ¿Sabes los riesgos que corres si utilizas ese objeto? Es mucho tiempo atrás, un paso a destiempo, una palabra fuera de lugar... ¿Has pensado en qué ocurrirá si cambias el pasado? Nada es gratis, puedes salvarla a ella y que las consecuencias sean fatales para alguien más.

—No me importa —respondió con los dientes apretados

—¿De veras? No te importa si esa consecuencia cae sobre alguien desconocido pero ¿Qué pasa si ese cambio afecta a tu hijo? ¿Te parecería entonces un cambio justo?

Vio como él apretaba las mandíbulas con fuerza.

—¿Conoces el Enigma de Kelpie? —preguntó ella con más suavidad —Es uno de los cuentos perdidos de Beedle el Bardo. La historia habla de una bruja, Emelda, que estaba enamorada de Indivar, un mago que vivía en una cabaña a orillas de un hermoso lago y, con la bendición de sus padres, se casó con él y tuvieron tres hijos y una buena vida juntos. Un día, un Kelpie fue a vivir a ese mismo lago y, cómo sabes, los Kelpis son bestias acuáticas muy peligrosas que son capaces de hipnotizar a sus víctimas para que monten sobre ellos, llevarlos al fondo del lago y devorarlos. El Kelpie devoró a Indivar pero Emelda, rota de dolor, utilizó un giratiempo para cambiar el pasado. Al hacerlo, el Kelpie atacó a su hijo más pequeño, así que Emelda volvió a utilizar el giratiempo. Lo hizo una y otra vez, hasta que se marcharon del lago pero, años después, cuando Indivar ya había fallecido siendo anciano y Emelda era muy mayor, una de sus nietas fue al lago y el Kelpie, seguía allí, esperando. Una vez devoró a la joven, el espíritu acuático desapareció. Se cree que Indivar debía pagar una deuda de sangre, fuera o no con su vida.

Malfoy estaba en silencio.

—Lo sabes —fue todo lo que dijo.

—Sí.

Ambos eran conscientes de que hablaba de la maldición de Astoria, de la maldición de sangre que le había arrebatado la vida y la había condenado a no envejecer, la maldición que su esposa había heredado de los Greengrass, la maldición que se lo había arrebatado todo.

—Solo tengo que estudiar perfectamente todas las variables.

—¿Estás seguro de que la cura funciona?

—Casi al cien por cien —dijo él.

—No lo sé Malfoy, creo que jugar con el tiempo y las vidas de los demás no es correcto.

—Hasta donde yo sé estuviste usando un giratiempo en Hogwarts —replicó él con una ceja arqueada.

—Sí, lo sé.

Se quedó en silencio, porque realmente ella lo había utilizado para salvar la vida de Sirius y de Buckbeak ¿Por qué no podía él intentar salvar a su esposa? ¿Era justo?

Suspiró y se frotó los ojos con cansancio.

—Todos querríamos regresar atrás en el tiempo y salvar a alguien. A Fred, a Tonks, a Lupin, a Ojoloco, a Cedric... —se levantó y paseó hasta la ventana mirando sin ver a la gente que caminaba por el Atrio —Han pasado muchos años desde aquello —siguió diciendo —tantos que parece otra vida. Apenas puedo recordar la risa de Tonks, los consejos de Lupin y Ojoloco —sonrió con tristeza —no soy capaz de evocar sus voces, son como los personajes de un sueño lejano y, sin embargo, aun me duelen sus pérdidas.

—Ella es todo lo que tenía —siseó él.

—No es cierto —Hermione se giró —tienes un hijo. Un hijo que, por lo que cuenta Rose te adora, un hijo que ha heredado lo mejor de ambos, lo mejor de ti y lo mejor de Astoria. ¿Te imaginas que tus actos tengan consecuencias? ¿Qué crees que pensará Scorpius? ¿Qué crees que habría hecho ella?

Frunció el ceño y se mordió el labio inferior.

—No diré nada, no haré nada. Si decides usarlo —asintió lentamente —intentaré ayudarte. Pero si yo fuera Astoria —dijo mirándole a los ojos con toda la comprensión del mundo — te diría que no regresaras a por mi.

—Pero no eres Astoria —espetó con rabia.

—No. No lo soy.

Cuando Draco se marchó lo hizo sumido en un mar de sentimientos que no quería tener. ¿Qué sabía ella? Ni siquiera había conocido a su esposa ¿Qué coño sabía nadie? Fue hasta el Atrio furioso, ignorando a cualquiera con el que se encontró en su camino y llegó a la mansión bufándo y golpeando todo lo que pillaba a su paso.

¿Quién se creía que era? Siempre igual, en eso no había cambiado. Santa Granger, tan perfecta, tan superior a los demás, con esa facilidad para creerse mejor que el resto, como si sus opiniones fueran el culmen de la madurez y integridad.

Escupió maldiciones a diestra y siniestra y solo cuando hubo destrozado la habitación pareció calmarse.

—Typsi —llamó a la elfina que miró a su alrededor con ojos desorbitados —arregla esto

Ella se apresuró a cumplir con la demanda y Draco bajó al taller.

Necesitaba estudiar bien los pasos que debía dar, cuál era el momento perfecto para que Astoria tomara la cura y dónde debía dirigirse.

Volvió a mirar el giratiempo y lo apretó en su palma.

Él iba a salvarla. Se lo debía, dijera Granger lo que dijese.

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