Mito

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—Venga Draco, puedes hacerlo —estaba diciendo Rose.

—¡Eso es papá, confiamos en ti! —gritó Scorpius

—¡Draco!¡Draco!¡Draco! —coreaba Hugo corriendo en círculos alrededor de los otros dos.

Estaban los cinco en uno de los jardines traseros de Malfoy Manor que había terminado siendo un campo de quidditch y juegos desde que Scorpius tuvo edad de coger una escoba.

Hermione había decidido que era tiempo de que Draco aprendiera a conjurar un patronus porque, aunque él creía que los mortífagos, incluso los que, como él, estaban más que redimidos, no eran capaces de hacerlo, Hermione sabía que no solo sería posible sino que, además, tenía el poder suficiente para conjurar uno corpóreo si simplemente lo intentaba de verdad.

—Hermione —estaba diciendo él mirando de reojo a los niños — ¿Has leído alguna vez la leyenda de Ilyius y Raczidian?

Ella abrió los ojos desorbitadamente.

—¿Me estás diciendo que no quieres intentarlo por que crees que saldrán gusanos de tu varita y te devoraran? —los pómulos de Draco se colorearon levemente y se le vio incómodo.

—Los magos oscuros no son capaces de convocar un patronus, Hermione.

—Oh Draco —los ojos de Hermione se derritieron hasta parecer miel líquida y Draco no pudo evitar sonreír al ver el amor que se derramaba de ellos al mirarle —tú no eres oscuro,

Malfoy resopló. No quería tener de nuevo aquella conversación.

—Además —continuó la bruja —la leyenda de Ilyius y Raczidian es eso, un mito. No es cierto, es un cuento para explicar la pureza de un encantamiento patronus, la fuerza de la luz contra la oscuridad. Y no —le puso un dedo en los labios cuando vio que iba a hablar —tu alma no es oscura, hace mucho que dejó de serlo, Draco.

—¡Vamos papá! —estaba gritando Scorpius que había decidido saltar como estaba haciendo Rose.

—¡Demuéstranos que puedes Draco! —decía la niña, contemplándole con los mismos ojos de Hermione.

Hugo Weasley corría hacia Narcisa Malfoy que había salido de uno de los invernaderos, la tomó de la mano y la llevó hacia allí, para que disfrutara del espectáculo.

Increiblemente, su madre había aceptado a Granger y a sus hijos con tanta naturalidad que tanto Draco como Hermione no fueron capaces de entender en un primer momento a santo de qué venía aquel cambio tan absoluto. Pero una noche, Narcisa le explicó a Draco que la vida le había enseñado con demasiada crudeza lo muy equivocada que había estado en su juventud y que, no solamente había llegado a un punto de su vida en el que el estatus de sangre le importaba un knut, sino que lo único que quería era que él y su nieto, tuvieran una vida plena y feliz. Si Hermione Granger era lo que hacía feliz a sus niños, entonces era lo que le haría feliz a ella.

Había tomado con alegría la futura boda de ambos, que se celebraría la noche del treinta y uno de octubre e incluso se había ofrecido a ayudar a Hermione con todos los preparativos.

Aunque aún estaban en agosto y querían una celebración íntima y privada, la matriarca de los Malfoy creía que una buena organización era la clave de todo y, como ninguno tenía ganas de discutir con Narcisa, le habían dejado encargarse de las cosas más engorrosas.

—Draco —la voz de su prometida le sacó de sus pensamientos —estaba buscando el momento de decirte esto —dijo acercándose a él hasta que sus bocas quedaron apenas a un suspiro —pero tal vez no haya mejor momento que este —vio que él fruncía el ceño, interrogante, pero solo sonrió y se alzó de puntillas para acercarse a su oreja —estoy embarazada —susurró muy bajito, viendo como la piel del cuello de Draco se erizaba al contacto de su aliento.

La mujer se alejó de él lo suficiente para que no pudiera alcanzarla y casi rió de la cara de pasmo y desconcierto que tenía el rubio en ese instante.

—Ahora —dijo lo bastante alto como para que él la oyera —demuéstrame si esto te hace feliz, Draco Malfoy.

Draco la miró, envuelta en aquel vestido de verano blanco y vaporoso de tirantes que dejaba al descubierto sus brazos y sus piernas. Estaba morena por el sol, tenía el pelo sujeto con una coleta y el rostro limpio de maquillaje. Era la mujer más hermosa que había visto en su vida, perfecta en su imperfección, perfecta para él. Y no solo iba a ser suya en apenas dos meses y medio, sino que además iba a darle otro hijo, iba a compartir con él la experiencia más increíble del mundo, porque le amaba, le amaba de verdad, a él. Detrás de ella vio a su madre sonriendo por algo que Hugo Weasley le estaba diciendo y a su lado, Scorpius que bailaba algún tipo de danza de la victoria con Rose.

Una familia.

Eso es lo que tenía ahora.

Inspiró hondo y aferró con fuerza su varita sonriendo a Hermione con esa mueca ladeada que ella tan bien recordaba de sus años de escuela.

Expecto Patronum

Movió la varita de la forma en la que ella le había enseñado y, en aquella ocasión, en lugar de un pequeño y horripilante puff seguido de una nubecita negra y maloliente, de la punta de su varita comenzó a brotar una preciosa bruma brillante, de luz pura y cegadora.

Los niños se callaron de golpe y todos en el jardín de Malfoy Manor parecieron contener la respiración durante aquel infinitesimal instante en el que la informe masa incandescente de luz fue tomando forma lentamente, envolviendo a Draco en el proceso, dejándole ser el núcleo de aquella hermosa transformación hasta que, finalmente, un hermoso fénix alzó el vuelo frente a todos ellos para después bajar en picado y volver a rodear a Malfoy, como si estuviera feliz de encontrarle por fin.

—Oh Dios mío —susurró Hermione corriendo hacia él —Oh Dios mío saltó para aferrarse a su cuello y Draco la alzó, girando con ella mientras los niños, e incluso Narcisa iban hacia ellos hablando, riendo y gritando.

—¡Madre mía papá! ¡Un fénix!

—¡Ha sido alucinante! —gritaba Hugo.

—Tú y yo vamos a tener luego unas palabras, querida —dijo Draco riendo sobre la boca de Hermione —te quiero, Granger.

—Lo sé —replicó ella con ojos brillantes.

—Ha sido maravilloso querido —dijo Narcisa cuando Draco dejó de nuevo a Hermione sobre sus pies —como el fénix, tú has renacido de tus propias cenizas, hijo —le acarició la mejilla en una de sus raras muestras de afecto —nunca te lo digo pero estoy muy orgullosa de ti, Draco. —se giró a los niños —¿Quién quiere merendar?

Se marchó con ellos y dejó a solas a Draco y Hermione que se tomaron de la mano y comenzaron a caminar más lentamente.

—Gracias —dijo él de pronto.

—¿Por qué? —preguntó Hermione.

—Por esto —respondió poniendo la mano en el estómago plano de la bruja —por todo. Por esta nueva oportunidad de volver a empezar.

Hermione solamente lo abrazó y así, con el ruido de las risas de sus hijos en la distancia, ambos supieron que el futuro era sin duda la mayor aventura que enfrentarían en sus vidas. Juntos.  

Volver a empezarWhere stories live. Discover now