Capítulo 2

53 8 15
                                    

Un ritmo se reproduce en mi cabeza una y otra vez sin parar. El ritmo de la canción que sonaba en el pasillo cuando pasó lo que pasó ayer. La cosa es que entre más intento recordar la canción, mi mente más la distorsiona. Puedo recordar que es una canción antigua y que no me gustó, solo eso.

Pensaré en ello después.

—Si la carta estuviera escrita a mano, adivinar sería más fácil —comenta Víctor, sentado frente a mí.

—Yo creo que esa persona no quiere que Nix adivine tan rápido, entonces —argumenta Tyler, el amigovio de mi mejor amigo.

Desde que les conté lo que pasó ayer, ha sido el único tema de conversación que han tocado y me empiezo a cansar. Incluso están desperdiciando el recreo en hablar sobre eso. Víctor ha leído la carta tantas veces como yo he intentado recordar la canción y ninguno ha tenido mucho éxito en lograr entender algo. Ambos lucen muy interesados en saber quién está detrás de la declaración, pero a mí no me importa porque mantengo la idea de que es una broma.

—Es una broma —les repito por millonésima vez, quitándole la carta de las manos al castaño, Víctor—. Piénsenlo. Ustedes son los únicos chicos con los que hablo. ¿Por qué le interesaría a alguien más?

Ambos comparten una mirada, como si se dijeran entre ellos «es tonta». Víctor se baja de la mesa en la que está sentado y camina entre nosotros, pensando en algo. Es así de rarito.

Luego de unas vueltas donde Tyler lo mira con cara de enamorado y yo pensando en lo tonto que es, se detiene, señalándome.

—No tiene que ser un chico —dice de la nada.

— ¿Qué?

—Dijiste que somos los únicos chicos con los que hablas —repite mis palabras—. Pero ¿y si fue una chica?

Pestañeo y lo miro como si le hubiera salido un tercer ojo, justo como a Dr Strange en los post créditos de su segunda película.

— ¡Esa es una idea peor! No hablo con ninguna chica.

—Igual y podría ser una especie de admirador secreto, o admiradora —añade el chico rubio frente a mí, alimentando las suposiciones de Víctor.

—Ahí está —señala mi mejor amigo—. ¿Qué harías sin nosotros? No sabes pensar.

Ni siquiera voy a intentar hacerles entrar en razón.

En lo que intento cambiar de tema, alguien entra al salón. Lune. Va distraída mirando una hoja de examen, pero cuando levanta la mirada y se percata de que el salón no está vacío, parece querer desaparecer. La saludo con un movimiento de la mano y ella me sonríe un poco.

—Te estaba buscando —dice, apenas la escucho y por un segundo no sé a quién le habla, pero tras caer en cuenta de que me mira fijamente y que los chicos no responden asumo que es a mí.

— ¿A mí? —pregunto de todas formas.

—Sí, boba, anda —Recibo un empujón de Víctor que me hace levantarme de mi sitio. Me da un apretón mientras me insta a caminar, como queriendo decirme algo, pero todavía no tenemos una conexión telepática así que no sé qué quiere decirme.

Me sacudo para deshacerme de su agarre y camino hacia Lune, quien sale del salón esperando que la siga y lo hago. No nos lleva a ninguna parte, solo se detiene junto a la puerta y yo lo hago también.

— ¿Qué sucede? —inquiero porque parece haber olvidado cómo hablar. Es tierna.

—Me saqué un dieciocho de veinte —suelta, mostrándome la hoja de examen que sostenía entre sus manos—. Es la mejor nota que he tenido en física.

Cartas de la lunaWhere stories live. Discover now