La letra se deslizó de sus labios, saltando y saltando a la canción que escucharon no hace mucho tiempo. Con sus manos entrelazadas, mostrando su esmalte de uñas a juego, Rue y Max caminaron juntos a la escuela después de su fiesta de pijamas.
A pesar de las protestas de Max, las dos compartieron la cama de Rue. Al principio, estaban de espaldas, a centímetros uno del otro mientras miraban el techo oscuro. Eso solo duró unos minutos antes de que dijeran a la mierda. Rue tenía la cabeza acurrucada en el hombro de Max, y su nariz rozaba su cuello de vez en cuando. A Max no parecía importarle porque cada vez que ella tiraba de Rue más cerca, envolvía sus brazos alrededor de la cintura de la chica.
Como ninguno de las dos sabía cocinar, decidieron que el cereal para el desayuno estaría bien. Después de cambiarse con la música a todo volumen de The Runaways, Max y Rue se fueron a otro día de clases.
Rue se aferró a su bicicleta con la mano libre y observó cómo Max asentía con la cabeza ante la música inexistente. Mariposas se soltaron en su barriga al ver a la chica vistiendo su ropa. Max sacudió el suéter amarillo de Rue, y la chica no pudo evitar pensar que debería dejar que Max se lo quedara. Se veía mejor en ella de todos modos.
Se mordió el labio para evitar que su sonrisa creciera más. Rue se miró los zapatos; vestía unas converse verdes bajas, pantalones de mezclilla holgados, una camisa marrón que perteneció a su madre en los años 70 y una sudadera con capucha verde a juego con sus zapatos. Max había elegido su atuendo, asegurándose de que Rue entendiera que los colores tierra le quedaban mejor, especialmente el verde y el marrón.
