Prólogo

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Tener un bebé no era fácil, en especial cuando Nicolás tenía todo en su contra.

Por muchas buenas intenciones, no lo conseguiría solo con fuerza de voluntad. Las burlas hacia él, tras pedir información para adoptar, se lo dejaron bastante claro. De tres requisitos, él incumplía tres.

"¿Sigue en pie la salida al bar?"

El mensaje de su mejor amigo fue lo único que le sacó de la cama esa tarde. Las largas horas batallando contra las sábanas enredándose en su cuerpo como queriendo enterrarlo, los estruendos del tren aplastando las vías, sacudiendo con mayor ferocidad las paredes de su reducido piso de alquiler, y el agobio de la lluvia llamándole constantemente a ver hacia la ventana, hicieron su día muy lúgubre.

Normalmente su pequeño espacio era un castillo - del que Lucas solía quejarse -, mas ahora parecía una prisión. La vista tras el cristal le transmitió melancolía, el atardecer era su enemigo, pues le faltaba tiempo a su reloj, para que la tristeza de su corazón terminase de irse.

"Te veo allá en dos horas. No llegues tarde", respondió antes de abandonar su celular en algún rincón de su cama.

Esperó que el agua de la regadera se llevase por el drenaje las absurdas ideas nacidas de su desesperación, sin embargo, la esperanza empezó a apagarse a medida en que vestía su desnudez tras la corta ducha.

Cubrió su vergüenza bajo una sudadera, usando la excusa de tener mucho frío. Frente al espejo de su pequeño tocador, se quedó inmerso en las descuidadas paredes del apartamento; en menos de veinte pasos lo podía recorrer entero.

"En camino."

Despertó de su ensoñación por el ruido de una notificación, se llenó de brillo los labios y tomó su billetera, celular y llaves. En el exterior, luchó contra el viento, porque no quería despeinarse y arruinar su esfuerzo de mantenerse presentable. El frío del otoño le obligó a esconder las manos en las bolsas de su sudadera, mientras esperaba el transporte público que le dejaría cerca del punto de reunión.

Los nervios apretaron su estómago, intentó concentrarse en el mundo a su alrededor, meditarlo en soledad solo le haría convertirse en un cobarde. El silencio le convenció, solo Lucas podría ayudarle, entonces... ¿Qué tan alocado sería pedirle un hijo a su mejor amigo?

Un cachorro para dos tontosWhere stories live. Discover now