Capítulo 21

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Las parejas de las telenovelas duermen juntas.

Con tersa suavidad, la tela se deslizaba por la yema de sus dedos, mientras la doblaba hacia el extremo inferior de la cama, comprobando la esponjosidad del colchón bajo la atenta mirada del alfa, quien le dejaba ser.

— ¿Pasa la prueba?, ¿se siente cómodo? — Indagó, pese a los años que vivieron bajo el mismo techo, en muy pocas ocasiones Nicolás se adentró en su recámara — ¿Alguna duda? —

— Creí que iríamos despacio, ¿cómo acabamos así? — Preguntó tras un claro asentimiento — ¿Por qué dejamos que un niño nos manipule? — Revisó la esponjosidad de su almohada, las acomodó en el ángulo perfecto y echó una pequeña carrera hacia el sillón unipersonal en una de las esquinas de la cama, para abrazar con recelo su propio cojín.

Desde las dobles ventanas del exterior, por el límite entreabierto por la duda del sí o del no, se colaban tenues soplos de la tierra, meciendo en un delicado compás las cortinas de tono cremoso, revolviendo el choque de aromas del omega y el alfa.

El color blanquecino del cuarto daba un aspecto luminoso, pues yacía acompañado de tres luces que brillaban por su propia fuerza: El techo era alumbrado por una bombilla, bajando se posaban dos lámparas desde las mesitas de noche a cada costado de la cama y, casi temeroso de ser echado, se colaban debajo de las telas cubriendo los cristales, un par de destellos de la luna llena.

— Bueno... — Lucas se rascó la parte posterior de la cabeza, rebuscando entre ideas, una adecuada para contestar — Somos padres primerizos débiles, ¿unos inexpertos que se dejan ningunear? — Se encogió de hombros, tampoco estaba especialmente preocupado por ceder a un par de deseos de Biel.

El alfa se acostumbró a la maldición de las telenovelas de la tarde. Sus indagaciones en los blogs en internet seguían sin convencerlo. No quería prohibirle los dramas televisivos, pero tampoco una exposición a contenido inadecuado a su edad.

— Ojalá existiera un manual de padres, uno que te dé las respuestas correctas. El método de prueba y error me asusta — dijo el omega en medio de un pequeño escalofrío mientras regresaba a la cama — No se debe jugar con la vida de los demás —

No hay padres perfectos, no hay hijos perfectos, no hay parejas perfectas. Buscar la perfección puede llevarnos a la frustración.

Por la arruga en medio de la alfombra de un gris apenas perceptible, el omega casi cae de cara al suelo. Nicolás recuperó el equilibrio en cuestión de segundos, riendo nervioso por el susto.

— ¿Estás bien? — Lucas se acercó, corroborando el bienestar del omega, se acuclilló para acomodar la alfombra pasando la palma de sus manos por ella.

— Sí, solo fue el susto — asintió, como dando una segunda confirmación — Solo vayamos a dormir, pensar hará que me duela la cabeza y olvidé mi kit de medicina en mi habitación —

— ¿Quieres que vaya por él? —

Negó con un pausado movimiento de cabeza — Estoy bien — esbozó una corta sonrisa, enternecido por la genuina preocupación de su amigo. Corroborando que no corría un peligro de volver a tropezar, se acercó a su costado de la cama, casi tímido se recostó boca arriba con su pequeña almohada descansando sobre su pecho, subiendo y bajando al ritmo de su respiración.

Lucas apagó la luz en el techo. La cama se hundió al lado de Nicolás, como una ola a la orilla del mar, meció su cuerpo, y cual si se hubiese tirado de cabeza en el agua, contuvo la respiración, sintiendo los pliegues de la tela marcarlo.

— Si no te sientes cómodo, puedo dormir en el suelo — murmuró el alfa, consciente del aroma intranquilo del menor.

— Hemos dormido juntos muchas veces, ahora que le damos un sentido diferente al de amistad, se me acelera el corazón — respondió al girarse de costado, enfrentando al alfa, quien no yacía totalmente recostado, pues usando su brazo izquierdo en la forma de un triángulo, apoyaba sus sienes sobre sus nudillos — Quédate conmigo — susurró, con la cercanía de sus cuerpos, no hacía falta elevar la voz, el mundo entero no tenía que enterarse de las confesiones de ellos dos.

Un cachorro para dos tontosWhere stories live. Discover now