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Alex se levantó temprano, como siempre. No recordaba haberse quedado dormido. Tampoco recordaba haber ido a la cama, pero como solían sucederle cosas de este tipo no se preocupó.

Se levantó cuidadosamente, teniendo en mente que si hacía un movimiento brusco podría terminar bastante mareado, todo a causa de sus riñones y su corazón. Se restregó los ojos con ambas manos y estiró sus brazos hasta que estuvo lo suficientemente despierto. Tomó sus medicinas en cuanto las vió.

Finalmente caminó hacía la ventana.

Recordó el día anterior y lo increíble que se la había pasado mientras hablaba con el chico de la ventana. También recordó haberlo esperado en el borde de la ventana luego de comer. Pero el cansancio le había vencido y..

«¡Pendejo, tienes que recordar que más sucedió!» Pero él no podía hacerlo. «No puedes hacerlo porque eres un hijo de puta»

Ignorando aquellos pensamientos, Alexis dirigió su mirada hacía la casa de su vecino, y se sorprendió al ver un papel pegado en el cristal.

"Un gusto conocerte, Alexis Maldonado. Soy Rubén Doblas Gundersen, pero prefiero Rubius, y probablemente soñaré contigo" Leyó.

Una sonrisa apareció en sus labios e dejo escapar un suspiro. ¿En verdad estaba ese joven soñando con él? ¿En realidad había sido un gusto en conocerlo?

Y más importante que todos estos detalles.. El chico de la ventana ya tenía nombre.

—Rubius— Susurró sin poder creer que era el nombre del chico lo que sus labios estaban pronunciando. Aquello, realmente, debía ser un sueño.

«Si éste es un sueño no despiertes. No lo hagas jamás.»

Fue entonces cuando decidió mirar hacia su vecino. Al chico de la ventana. A Rubius.

Si iba a despertar de algún sueño lo iba a hacer sabiendo que lo había visto una última vez.

El chico de ojos color avellana tirando a verde todavía estaba durmiendo, y se veía como un verdadero ángel.

El ángel más perfecto de todos.

Fue entonces cuando su madre entró a la habitación. Alexis se separó lo más que pudo de la ventana y comenzó a fingir que estaba reorganizando su escritorio. Su madre no se extrañaría. Siempre lo hacía.

—No lo reorganices de nuevo, Alex. Ya lo hiciste tres veces ayer antes de tus lecciones de piano.

—Y antes de mi ataque de pánico.

—No estuvo tan mal, Alex. En éste simplemente lloraste.. ¿Recuerdas aquel en el centro comercial? ¡Estabas gritando!

—No me lo recuerdes— Pidió con los ojos humedecidos. Recordaba aún ese ataque. Había sido el primer de sus muchos ataques de pánico. El psicólogo decía que eran provocados por las muchas medicinas de Alex y sus experiencias traumáticas. No había ninguna medicina que detuviera los ataques sin hacerle daño, así que Alex solo podía intentar estar calmado y contar hasta diez.

—Alex... Alex... ¡Alexis!

Asustado Alex soltó lo que tenía entre manos y se alejó unos pasos del escritorio. Se había perdido en sus pensamientos, nuevamente.

—Perdona, yo.. Yo estaba pensando.... ¿Qué decías?

—Te decía que deberías bajar a tomar el desayuno.

𝘌𝘭 𝘊𝘩𝘪𝘤𝘰 𝘋𝘦 𝘓𝘢 𝘝𝘦𝘯𝘵𝘢𝘯𝘢 !¡ 𝘙𝘶𝘣𝘊𝘬𝘪𝘵𝘺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora