Rude Boy

503 50 22
                                    

"Me alegro por ti, enana. ¡A vivir la vida loca!", me había dicho Ryuusei cuando lo llamé una tarde para ponerle al día de la situación de mis "perritos", como le gustaba a él denominarlos. "Los futbolistas son unos cabrones, pero desmelénate y diviértete con tu colega follamigo ricachón"; palabras de Jiao Pei, otra con la que había hablado y a la que regañé por referirse de esa manera a Leo. Éramos mucho más que eso.

Esos días en semejante paraíso estaban siendo una gozada. Habíamos buceado, probado unas motos acuáticas y surfeado. No habíamos vuelto a la ciudad, pues en el bungalow se estaba de muerte. El desayuno y las comidas nos las servían en él, nadábamos en el mar o nos tirábamos en las tumbonas o sofás, yo estudiando y Leo acompañándome con una de sus novelas. Las vacaciones estaban siendo un merecido descanso para los dos. Todo habría sido perfecto si no me hubiera acordado de vez en cuando de Sae y de Yoichi.

Me metí en la bañera, sumergiéndome en el agua caliente desde los pies a la cabeza.

Descubrir que Michael estaba igual de perdido que yo me había aliviado, pero también preocupado. Si no se trataba de él, ¿quién más lo sabía? Por mucho que lo pensara, no llegaba a una respuesta clara y me frustraba, por lo que intentaba aparcar lejos ese tema. Al menos hasta que se terminaran las vacaciones y volviera a Blue Lock.

Ego me había enviado un documento sobre la próxima fase de Blue Lock y ya es que aquel hombre no estuviera bien de la cabeza, sino que miles de personas también lo estaban. La locura del fútbol es muy contagiosa; qué asco. Lo bueno de aquella ida de olla es que me facilitaría hablar cara a cara con Michael. Por lo demás, más trabajo, más tíos pesados que aguantar y... ver a Yoichi feliz por conocer a su ídolo...

Saqué la cabeza del agua cuando empecé a echar en falta aire.

Yoichi. Le había comprado un llavero de un delfín porque el animal me recordó a él. Me había escrito por redes preguntándome por el viaje; le contesté escuetamente para evitar que la conversación siguiera. Por mucho que Leo me hubiera convencido de que yo no estaba jugando, no veía bien hablar como si nada con Yoichi. Quería hacerlo, ya que no quería perderlo, pero para ello antes tendría que serle sincera y una llamada telefónica no era el modo idóneo de serlo. Así que habría que esperar. Además, yo también debía ser sincera conmigo misma. Me lo debía a mí y a los que me importaban.

Unos dedos juguetearon con mi pelo mojado. No me alteró esa súbita acción; me relajó, aunque por un milisegundo mi mente se burló de mí haciéndome creer que era Yoichi. Abrí los ojos de golpe.

-Leo...

-¿Te he asustado, Chihaya?

Ahí estaba mi querido Leo, agachado a la altura de la bañera, sonriéndome con dulzura. Habría vuelto de darse un chapuzón en el mar, pues su cabello rubio también estaba mojado y llevaba puesto un bañador azul (aunque allí estábamos todo el tiempo en bañador o pijama).

-No, claro que no. -Se incorporó, anunciando que iría a cambiarse. Le cogí la mano. No quería que se marchara-. Métete conmigo.

La ternura de su sonrisa se transformó en picardía cuando le dirigí una mirada a su prenda de ropa. Obviamente, captó su significado y se quitó el bañador. O sea, ¿quién se metía en una bañera vestido? Me regaló una maravillosa vista de su cuerpo desnudo. Le sonreí traviesa también. Tiré de Leo hacia mí cuando hizo amago de sentarse enfrente de mí. No lo quería lejos.

Le abracé por detrás, recostándolo sobre mí, su espalda contra mi pecho. Pasé mis brazos por sus hombros y enganché mi piernas en sus caderas.

-No te voy a soltar -le susurré muy cerca de su labios.

新時代~Blue LockDonde viven las historias. Descúbrelo ahora