58: Cuando fuimos de compras otra vez

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Nos quedamos toda la tarde jugando y no la podemos haber pasado mejor. Sin embargo, Saori-san nos dice que deberíamos volver al orfanato porque ya está oscureciendo. Akira, Kageyama y yo caminamos atrás de la mujer con pucheros en sus labios.

—Oye, Akira.

—¿Si, Kageyama-san?

—Eres una buena niña. Nos caíste muy bien a los dos.

—Gracias e igualmente. Son geniales y... juegan muy bien.

—Tú también —le sonreí y ella se avergonzó cansándome ternura—. Y por eso, Kageyama y yo, nos preguntábamos si...

—Quisieras... uh, unirte... a nuestra familia.

Akira se detuvo en seco. Kageyama y yo nos dimos media vuelta, mirándola preocupados. Saori-san solo sonrió tranquila... me pregunto cuántos años tendrá esa mujer.

En fin.

—¿Yo? —preguntó sin creérselo. Kageyama asintió—. ¿Hablan de ser mis papás?

—Sí —respondió simple.

Yo mordí mi labio inferior sintiéndome repentinamente nervioso. Solo pasó una tarde pero me encariñé lo suficientemente con esta niña que incluso se parece un poco a mí en cabello y ojos. Aunque su pelo es lacio, demasiado lacio. Está bien peinada a pesar de haber estado casi todo el día jugando vóley.

—Podríamos tener un cuarto para ti y muchos juguetes si es que sigues jugando con ellos. Podrías...

—¡Podrías invitar a tus amigos a la casa! Y podríamos cocinar tu comida favorita...

—¿Creen qué sería buena como su hija?

Todavía no se lo cree. Es lenta, como Kageyama.

—Sí, lo creemos —digo yo—. Pero solo si tú quieres venir con nosotros.

—Es que no soy solo yo.

Parpadeo.

—¿Qué?

—No soy solo yo... —suspira, mirándonos apenada—. Tengo una hermana menor.

Saori-san nunca nos dirá si los niños que queremos adoptar tienen hermanos, ¿no? Costumbres que nunca se irán, supongo.

—Es... su nombre es Kira. Es pequeña —murmura casi como si estuviera avergonzada.

—Bueno, nosotros también tenemos dos hijos —Kageyama se encogió de hombros.

—Y ahora que lo pienso, qué difícil será el llamarlos a comer. Haru, Akiro, Akira, Kira... —murmuré pensativo—. ¿Por qué Japón tiene nombres tan parecidos?

—Esperen —Akira vuelve a llamar nuestra atención—. Les dije que tengo una hermana. ¿Acaso no les importa?

—No realmente. Podemos adoptarlas a las dos —me encogí de hombros.

—¿Por qué actúan tan desinteresados en estos momentos? —murmura Saori-san pero yo la logro escuchar. En parte tiene razón.

—¿Hablan en serio? —Akira pregunta sin creerlo.

Kageyama y yo asentimos.

—¿Qué edad tiene Kira?

—Un año, Kageyama-san.

Él suspira.

—Supongo tendremos que comprar cosas para bebés...

***

—¡Sí, vamos de compras otra vez!

—Akiro Kageyama te vuelves a ir corriendo y te juro que haré que tu avión de peluche se estrelle en la basura —amenacé y él me miró horrorizado.

—Papá, siempre dices eso y nunca lo haces.

A su lado rápidamente llega Haru.

Bien, estos niños han crecido.

Ahora son un poco más altos, la edad pasa y la altura va aumentando. Saori-san nos dijo que cuando conoció a sus padres biológicos, se dio cuenta que eran personas altas, incluso la madre así que probablemente crezcan y sean Kageyama pero juniors.

Descubrimos que los ojos de los gemelos son del tiempo. Es decir, que depende de cómo esté el día es depende de lo oscuro o claros que están. Por ejemplo, hoy, que está nublado, tienen los ojos claros, resaltando más de lo normal. Estoy rodeado de Kageyamas, santo cielo.

En el cabello siguen igual. Si Akiro se levanta peinado, Haru se levanta con el cabello hecho un desastre o viceversa. No tienen un estilo único como años atrás.

Por suerte son apuestos, casi como si tuvieran la sangre Kageyama. Es de terror esto.

—¿Estás seguro que deberíamos adoptar a Kira también? Es una bebé y me da miedo...

Solté una risa al ver al rey de Roma llegar.

—Claro que sí. Te aseguro que esa niña será calmada, no como Hana.

Él muerde su labio inferior y asiente.

—Qué feliz que estoy porque tendremos dos hermanitas para proteger, Haru Haru.

—Ah, yo igual.

—Sí... respecto a eso...

Abro la boca para decir que Akira va a terminar protegiéndolos pero Akiro hace una seña para que me detenga.

—No, papá, tú tranquilo que no me meteré en peleas si no es por mis hermanas menores —Luego mira a Haru—. Vamos a la sección de frituras, que tengo hambre.

—Bien.

También son como Atsumu y Osamu.

Son parecidos a muchas personas ahora que lo noto...

Kageyama me mira.

—Se van a querer morir cuando sepan que Akira les saca tres años.

—Eso les pasa por no escuchar —me encogí de hombros y empujé el carrito—. Pero en fin, ¿de qué color crees que es el nombre Kira?

—Rosa —dijo pensativo.

—Yo más bien lo veo naranja.

—No. Naranja es tu nombre y el de Akira.

—El de Akira es gris.

Nos miramos.

—Bien, pero el de Akiro es negro.

—Eso sí. Y el de Haru de celeste extraño.

—Oye, sí.

Y reímos.

—Ya, ya. Compremos cosas rosas, sé que a Kira le gustará.

—La nueva casa si que será espaciosa, ¿verdad?

—Ah, sí. El mes que viene podremos ya ir a vivir. La empresa de Kuroo es rápida.

—Ese sí que es millonario... —murmuré.

—Pensé que podríamos pintar la habitación de Kira de rosa pero no del normal, sino uno fuerte.

—¿Qué tanto tienes con ese color?

—Me gusta —se encogió de hombros.

—Podemos ir primero a la sección de pinturas y buscar el rosa que quieres.

—Sí, por favor.

Terminamos eligiendo rosa chicle. Increíble color, por cierto. Luego nos peleamos (con Kageyama) por los peluches: mientras él quiere comprar unicornios, yo quiero comprar muñecas pero se queja diciendo que le dan miedo y que en la noche nos matarán, así que terminamos comprando animales para Kira.

—La cuna será blanca.

Kageyama me miró indeciso.

—Y no es discutible.

Esa cosa que se pone encima de las cunas... cunero, móvil, sonajero, ¡no sé su nombre! es de estrellas y planetas. También compramos cortinas rosas y una alfombra con forma de osito blanca. Esta niña se criará mejor que nosotros, eso sí.

Crónicas de unos Padres Inexpertos | Kagehina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora