73: Cuando fue navidad

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—¡Papi, mira, le puse cuernos de reno a Abominable!

Hechado en un costado, un perro ya viejo de color negro me mira cansado. Kira está sentada a su lado con una sonrisa.

—Está muy bonito, cariño, pero quítaselas y no lo molestes. Es viejo ya.

Oki doki...

—¡Navidad, navidad, hoy es navidad!

De la cocina, Hinata llega dando saltitos mientras trae una bandeja llena de galletas.

—Navidad, navidad... me quiero matar...

Y esa es Akira, atrás de él con cara cansada.

—¡La alegría en este día hay que festejar!

Y ese es Eiji.

—Oye, ¿tú no tienes casa? —pregunté con el ceño fruncido.

—Kageyama-san, no intente echarme para pretender que me sigue odiando.

—¡Confianzudo!

Eiji ríe, dejando las galletas sobre la mesa.

—¿A dónde están mis otros dos hijos?

—Aquí hay uno...

Haru llega arrastrando sus pies desde el baño con el cabello mojado, despeinado y con una toalla detrás de su nuca. Sus gafas negras decorando su demacrado rostro y Kei en sus brazos.

—Estoy muy enfermo, papá...

—¿Y qué haces levantado? —Hinata frunció el ceño—. El doctor dijo que debías hacer reposo.

—Pero es que me aburre...

—Ve y acuéstate en el sillón.

Quejándose en voz baja, caminó lentamente al sofá y se acostó, tapándose con una manta y usando un cojín de almohada. Nos miró con los ojos llorosos. Tiene algo así como «principios de bronquitis».

—Falta uno —dice Hinata.

Yo, que estoy decorando el árbol de navidad, pongo otra bola roja.

—En su cuarto —dice Akira atando su cabello—. Con Akemi.

Hinata y yo la miramos.

—¿En qué momento Akemi entró a la casa?

—No entró directamente por la puerta.

Dijo Eiji.

—Entró por la ventana —dijeron a la vez.

—Bien, entonces iré a buscarlos —me encogí de hombros, dejando la decoración en la mesa—. Por tontos.

Akira rió.

—Esto va a estar bueno...

Y mientras subo las escaleras, escucho a Haru toser.

La música viene un poco fuerte de su cuarto.

Alzo una ceja y sin golpear, abro la puerta.

Akemi cae de la cama y Akiro me mirá asustado.

—Ustedes dos —dije serio, ignorando el sonrojo en el rostro de mi hijo—. Bajan. Ya.

—Sí, papá...

—Sí, tío...

¡Adolescentes!

—Y cuando entré al cuarto, ¡Akemi estaba literalmente sobre Akiro pero se cayó de la cama!

—¿Y el problema es...?

Hinata pregunta dulce horas después mientras arregla el cuello de mi camisa.

Crónicas de unos Padres Inexpertos | Kagehina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora