Prólogo · El nacimiento

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Era el año 111 d.C. y Daemon acababa de llegar de los Peldaños de Piedra, con una diadema sobre su cabeza, a Desembarco del Rey proclamándose rey del Mar Angosto. Rhaenyra Targaryen observaba a su tío caminar hacia su padre, el rey, bien emocionada. Lo había echado de menos.

La multitud empezó a hablar por lo bajo hasta que el rey Viserys, el primero de su nombre, se levantó, e hizo acallar a todo el mundo. Pero Daemon Targaryen sorprendió a todos cuando se posternó ante su hermano y le ofreció la corona. Viserys se la devolvió y le dio un gran abrazo frente a todo el mundo, él era su querido hermano, y lo había echado de menos.

Por supuesto, Rhaenyra le pidió a su querido tío que se quedase más tiempo por el castillo, y este aceptó.

Daemon se quedó durante medio año más, y este tiempo lo aprovechó para quedarse junto a su querida sobrina. Con la que quedaba en los jardines para encandilarla con los relatos de sus viajes, y no solo eso, también le regalaba preciosas joyas. La tenía muy mimada, y ambos lo adoraban.

Pero todo cambió en la vida de Rhaenyra cuando un día Daemon decidió sacarla a escondidas del castillo para que pudiese vivir la vida como en verdad era; como él y muchos hombres la vivían. La llevó a la calle de la seda. Una zona albergada por un sin fin de burdeles.

- Tienes que salir a divertirte...princesa.- le dijo a Rhaenyra con un tono picantón mientras le agarraba la mano y caminaban entre la multitud.

Rhaenyra miró hacia las callejuelas, mujeres y hombres se encontraban teniendo sexo a la vista pública sin vergüenza alguna. Daemon tiró de ella y entraron a un burdel. Los clientes y prostitutas se pararon a mirarlos mientras continuaban sus actividades. Ambos Targaryen ignoraron las miradas para entrar a una pequeña sala, donde nada más cerrar la puerta, Daemon empujó a su sobrina a la pared, dejando escasos centímetros entre ellos. Rhaenyra buscaba los besos de su tio, este lo pensó, pero al final aceptó el destino y los labios de ambos se unieron en un agresivo beso. Daemon no perdió el tiempo para bajarle la ropa interior y ponerla de cara a la pared mientras lamía y mordía el cuello de la princesa y se bajaba su ropa inferior, dejando a la vista su erección.

- Dime que lo deseas.-gimió sobre los oidos de la joven y esta respondió con otro gemido al sentirlo cerca de su entrada.

- Lo deseo...-Daemon recorrió un camino invisible por debajo de la camiseta de Rhaenyra y agarró uno de sus pechos mientras con su mano libre situaba su miembro para poco a poco hundirse dentro de ella. Una vez dentro levanto la otra mano al pecho libre de la princesa y empezó a moverse de forma hambrienta. Ambos gemían, y era Rhaenyra, aun acabar de perder su doncellez la que aumentó la velocidad mientras pequeños hilos de sangre se deslizaban por sus muslos. Estaba necesitada de Daemon. Salió de ella para darle la vuelta y levantarla agarrándola firmemente de sus muslos. La apretó contra la pared para que no cayese y la desnudó al completo. No apartó la vista de ella. Agarró de nuevo su erección para colocarla e insertarla en la joven y disfruto de las vistas. Jugaba con sus pezones y Rhaenyra agarró a su tio de los hombros para lograr impulsarse más. La habitación estaba inundada por gemidos una vez más los cuales hacian que el miembro de Daemon se hinchara cada vez que la princesa se impulsaba y sus pechos rebotaban a cada movimiento. Un movimiento que dejaba a Daemon totalmente hipnotizado. Se apretó más a ella, apenas dejando espacio entre la pared y sus labios, y la besó mientras apretaba sus nalgas para hacerla botar más.

Rhaenyra no tardó en terminar; Daemon sabía que había alcanzado el climax con solo verla los ojos llorosos y la cara sonrojada. Se movió un par de veces más para acabar dentro de ella y salió con cuidado para dejarla de pie. Poco sirvió ya que se deslizó hacia abajo con las piernas abiertas.

- ¿Intentando provocarme de nuevo?-sonrió.

- Puedo con una o dos rondas más.

Y efectivamente todavía tardaron una hora más en salir del burdel.

LA DONCELLA | Aemond TargaryenWhere stories live. Discover now