5

67 13 3
                                    

Al salir afuera me azota en la cara el aire frío de la noche. Camino un poco junto a mi amigo, con la temperatura corporal bastante más alta de lo esperado, seguramente por haber estado en aquel local cerrado. Veo que Julen saca un paquete de cigarrillos y se para. Me ofrece uno.

—¿Fumas? —pregunto con incredulidad.

Él se ríe y se pone un cigarro en la boca, en actitud despreocupada.

—Solo cuando tengo bastante ansiedad o estoy de fiesta.

—Ahora es cuando me dices que tienes ambas.

A ambos se nos escapa una risa que me transporta al instituto. Tuve miedo estos días porque creí que me iba a sentir más incómodo o extraño, pero todo lo contrario. Es como si Julen tuviese la habilidad de hacer fácil cualquier situación. Me sorprendo al darme cuenta en estos dos segundos a solas que, en mi corazón, sigue siendo ese amigo especial con el que me iría a donde fuese.

Es tierno tener a alguien en tu vida que no importa la distancia, el tiempo en nuestro vínculo emocional no es paralelo, sino transversal.

Relajo mis músculos y ladeo la cabeza. Se enciende el cigarro y habla tras la primera calada.

—Qué va, tío. Bueno, estoy ansioso, eso sí. No sabes la ilusión que me hace verte.

—A mí también me alegra verte.

Soy consciente de que estoy guardando las distancias a pesar de que por dentro quiero recuperar cuanto antes el tiempo perdido, de volver a lo que teníamos. Quitando algunas partes, claro.

Se acerca a mí y me abraza con fuerza. Correspondo acariciando su espalda y respiro hondo. Noto mi cuerpo más ligero y la adrenalina me da una energía que desconocía poseer. No me gusta el olor a tabaco, pero mi ser se llena del aroma de su esencia, fresco y fuerte. Me recuerda a un perfume de Carolina Herrera.

Empiezo a sentirme incómodo y confuso cuando el abrazo dura más de la cuenta. Tengo muy claro que quiero a Santi, que a pesar de que estamos pasando una racha bastante complicada, tenía toda la intención de luchar por lo nuestro. Entonces, ¿por qué mi mente se está justificando tanto?

En cuanto se aleja de mí me acuerdo de algunos momentos que pasaron después de la declaración de Julen. Momentos que pensé que no debieron suceder, que solo iba a hacer daño.

—¿Todo bien? —me pregunta Julen, preocupado.

—Sí, sí. Es que no me van mucho las fiestas y estoy algo cansado —miento.

—Ya, lo siento. Quizás debimos quedar en otro momento, pero pensé que si la cosa iba regular entre nosotros, tú tendrías a tu novio y yo un montón de alcohol y colegas para distraernos.

Asiento ligeramente y trago saliva. Estaba empezando a notar raro el ambiente y era evidente que era culpa mía. Está claro que hay cosas que debemos solucionar y conversar antes de ver si vamos a volver a la vida del otro o esto será solo un encuentro casual que, con probabilidad, no se volvería a repetir.

—Por mi parte, todo bien —continúa hablando él—. La verdad es que te he echado de menos.

Mi sonrisa aflora de forma automática, con tensión en la comisura del labio.

—Yo también te he echado de menos. La verdad es que la gente que he conocido después del instituto es mayormente muy...

—¿Rara? ¿Pasota?

—Un poco.

A pesar de que soy consciente de que entre los dos hay una confianza que apenas se ha oxidado con el tiempo, percibo que no tengo fuerzas para explicarle por qué decidí en su momento alejarme de los amigos que hice posteriormente.

Mis antiguos amigos eran agradables y buenas personas, aunque demasiado entrometidos. Cada vez que tenía una discusión con Santi, me decían lo que tenía que hacer e incluso uno de ellos se encaró con mi pareja. Eran líneas que antes no estaba dispuesto a tolerar y la situación no ha cambiado desde entonces.

Algo me dice, una voz pequeña y segura, que no es buena idea que de las primeras cosas que hablásemos en persona fuesen asuntos tan negativos. Eso lo podría alejar y no voy a correr el riesgo.

—Es normal. Yo tengo ahora amigos y me va bastante bien con ellos. Seguro que acabas encontrando a tu gente. ¡Puede ser incluso la mía! —dice Julen con entusiasmo.

—No lo descarto. Las dos chicas que he conocido me han caído muy bien.

—Pues serán tus futuras amigas. Ya lo verás.

Da una larga calada. Se me hace raro ver a alguien que he conocido desde tan pequeño haciendo ese tipo de cosas. Me vienen a la cabeza preguntas tales como: ¿por qué empezaste a fumar? ¿Por qué te gusta el tabaco? ¿No has pensado en dejarlo y que le den? ¿No te das cuenta de que mereces algo mejor?

En vez de eso, formulo otra pregunta sin pensar.

—¿Y qué tal tu vida amorosa? ¿Algún novio o novia?

—Soy gay, así que novio. No, llevo meses soltero y con intención de seguir así, si soy sincero.

—¿Y eso?

Le da otra calada al cigarro y chasquea la lengua. Sus ojos pierden su brillo durante dos segundos.

—Pues por movidas mías. No quiero deprimirte. Mi última relación fue un poco caótica, con muchos altibajos. Es de estas cosas que no te das cuenta de que te están pasando hasta que llevas meses hecho mierda y con la ansiedad por las nubes a cada obstáculo de pareja que aparece.

Me lo quedo mirando unos segundos, lamentando no haber estado ahí para haberle apoyado.

—Siento que hayas tenido que vivir eso.

Julen se encoge de hombros y me dedica una media sonrisa. Hay algo rebelde en él que me parece fascinante.

—La vida hace que eche de menos nuestros dramas amorosos adolescentes, ¿eh?

Siento que mi rostro se contrae en una mueca extraña, entre la diversión y cierto pudor.

—Éramos muy idiotas.

—Buah, ya te digo. Me acuerdo de que me declaré y... qué vergüenza. Menudas idas y venidas teníamos. ¿Te acuerdas cuando te dio el bajón porque pensabas que nunca ibas a aprobar y fui a tu casa?

Me pongo rojo como un tomate.

Claro que me acordaba.

—Sí, no se me ha olvidado casi nada de esa época.

Julen me da un toque en la frente. Cojo aire y rememoro con sumo detalle lo que pasó ese día.

TransversalWhere stories live. Discover now