10

70 10 15
                                    

Me despierto abrazado a la almohada. Busco con la mirada a Santi, pero no está en la habitación. Alargo la mano para agarrar mi teléfono y ver si me ha escrito algo. Lo primero que me encuentro es una notificación de Julen.

Julen. 7:46
Bonico mío, sé que es temprano, pero voy a estar en un set. He pensado que tu novio y tú querríais venir a ver cómo hacemos la sesión de fotos de Adán y Eva. Van a estar Susana y Andrea, entre otras personas. ¿Venís tu novio y tú?

Me froto los ojos y respiro hondo. Santi probablemente estaba en el gimnasio, así que no podía preguntarle. Me limito a reenviarle por Telegram en mensaje de Julen y esperar a que me respondiera.

No tardo ni un minuto en recibir respuesta.

Santi. 9:15.
¡¡Siiiii!! ¡Qué guapo, cariño! Cuando te dé la dirección me dices. Puedes adelantarte.

Yo. 9:15¿No prefieres que vayamos juntos?

Santi. 9:16
Es que voy a tardar un poco y entre ducharme y eso... ve tú y así, si terminan, lo entretienes para que al menos le pueda saludar :P

Resoplo, molesto. Me noto incómodo con la situación que estoy viviendo con mi pareja: se va sin decirme nada, no me cuenta lo que hace fuera, siempre que hablamos es de cosas superficiales y cuando pretendo ahondar, me esquiva. Echo de menos al Santi amable y cariñoso que era antaño, antes de que tuviéramos nuestra primera gran pelea y me confesase que me veía demasiado inmaduro y frágil como para soportar sus problemas.

Estaba harto de estar mandando mensajes. Por inercia llamo por teléfono a Julen.

Me lo coge al segundo toque.

—¡Dichosos los oídos que te escuchan, buen amigo! —su voz suena animada. Escucharlo hace que el nudo que tengo en mi estómago se afloje un poco— ¿Vas a venir? Dime que sí. Estoy esperando a que terminen de maquillar a Andrea para que se pongan conmigo.

—Sí. He hablado con Santi, pero viene más tarde. Yo me ducho y voy para allá.

—¿Necesitas que vaya a por ti?

Al escuchar eso, mis ojos empiezan a escocerme, amenazando con llorar. Es como si Julen supiese exactamente lo que necesito oír para sentirme mejor.

No necesito que nadie me ayude, vengan a por mí, me traten como a un niño o lo que sea. Lo único que necesito en este momento es sentir que a alguien le importaba lo suficiente como para mostrar algo de interés, cosa que Santi llevaba semanas sin hacer.

—No te preocupes. ¿Está muy lejos el sitio?

—Pues está por la Luz. En metro llegas rápido. —escucho que alguien le habla y hay una pausa—. Oh, perfecto. Mira, dice Susana que va a por ti a la parada del metro, así no te pierdes. ¿Te parece bien?

—Claro. Nos vemos allí entonces.

Julen se ríe y cuelga.

Voy rápido a la ducha y procuro arreglarme. Quiero estar lo más presentable posible porque no estoy seguro de a quién podía encontrarme allí y quería causar una buena impresión. Además, tengo que admitir una cosa: me he descuidado bastante. Es lógico que mi pareja se haya acomodado a la rutina y a verme sin peinar y en sudadera casi siempre. ¿A quién podía encender la pasión o el amor alguien como yo?

Contemplo mi reflejo durante un instante. Los pantalones vaqueros desgastados se ajustan a mis piernas, haciendo buen contraste con el jersey fino blanco. Ahora al menos no tengo la apariencia de un dejado de la vida, cosa que ayuda a mi autoestima. Casi que me parecía guapo.

Salgo de casa y me dedico durante todo el trayecto a ver si Santi me ha dejado algún mensaje. Le escribo preguntando cómo va, si ya está en casa, pero no me responde.

TransversalWhere stories live. Discover now