Capítulo cuatro

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Una vez que todos estuvieron en el estacionamiento quedaron maravillados con el Jeep de Ofelia, Lu no esperó invitación para ocupar el asiento de copiloto; el resto se distribuyeron en los demás vehículos. Grace tenía su puesto privilegiado con Félix en su moto; el verla montada en la moto, disfrutando del viaje por la carretera a toda velocidad provocó que Ofelia deseara ser quien condujera. Llegaron a un local de nombre “Sabor latino”, en donde los conocían y eran atendidos como miembros vip. El lugar era sumamente acogedor, con un área al aire libre, con mesas de pool y ciertamente la mejor música latina.
La primera ronda de cervezas no se tardó en llegar, después llegó la segunda y rápidamente la tercera. Se dividieron en grupos para jugar al pool, Grace formaba parte de las animadoras de los equipos y después de un buen rato terminó bailando con cada uno de los chicos, aunque era obvio quien era su pareja favorita de baile. Había dejado a un lado su gigante suéter, debido al calor decidió recoger su cabello en un perfecto moño desordenado y bailó, bailaba sola en medio de la vista cantando a todo pulmón: Voy a reír, voy a llorar, vivir la vida lalala. Ofelia lo intentó, con todas sus fuerzas, retener el impulso de idiotez de fotografiarla delante de todos, mientras sus manos picaban y sudaban. Fue más grande el impulso que su voluntad, sacó su teléfono y simplemente se dejó llevar. Aunque la luz del lugar no le hacía justicia a Grace, ni ayudaba a la artista, sintió tranquilidad al saber que había captado lo que desea de ella: alegría, vida, espontaneidad y aquella nueva sonrisa de medio lado que parecía que le daba solamente a ella.

-¿Quieres algo de comer?-preguntó su padre al verla llegar-.
-Por favor-fue su respuesta, dejando las llaves en el mesón y tomando asiento-.
-¿Estas bien?-preguntó al observarla tan distraída, le preocupaba que volverá a ese estado casi catatónico-.
-Me han ofrecido un trabajo como fotógrafa-.
-¡Eso es genial!-eran muy buenas noticias- Tenemos que celebrar-.
-Me paralicé,-le comentó, jugueteando con sus manos-de hecho terminé con un ataque de ansiedad-.
-Hija…-su padre la tomó de las manos-.
-Estoy bien, ya pasó, tuve ayuda de una de las chicas que estuvo conmigo en el viaje, se llama Grace y es genial, estoy segura que te va agradar-.
-Seguro que sí-.
-Tengo miedo papá-.
-¿Miedo de que?-.
-De que salga mal, de que lo vuelva a estropear. De no ser capaz de manejar lo que sea que venga y lo abandone todo, o peor que ellos me abandonen a mí-.
-Ofelia, hija, mírame.-solicitó y esperó que su hija le sostuviera la mirada-¿Qué tal si primero lo intentas?, ¿Qué tal si te das la oportunidad de volver a lo que te apasiona? Pueden pasar dos cosas: la primera, puede que salga de maravilla y que eso te lleve a donde siempre quisiste llegar; la segunda, puede que no salga tan bien pero si decides, tal vez, no sé, exigirte un poco más y obligarte a no dejarlo sin haber dado todo de ti-.
La artista se dio cuenta en ese momento que su padre había envejecido en los últimos años ante sus ojos y ella no se había dado cuenta. El tiempo había trascurrido cobrando lo que le correspondía pero ella no le había prestado atención, se sintió culpable, terriblemente culpable, por muchas cosas y deseaba compensar el tiempo perdido, prestar más atención, estar…estar de verdad y no como un alma en pena abrigada de oscuridad.
-Si prometes apoyarme y estar ahí para mí, prometo que tomaré el trabajo-.
-Pues llame de una vez diciendo que lo acepta porque no pienso ir a ningún lado-.
-Gracias papi-se llevó sus manos a la boca para besárselas y acariciarlas con sus mejillas, para quedarse recostada del mesón dejando que su padre la mimara, pensando que volvería a ver a Grace. Iba a poder verla, probablemente, si tenía suerte, todos los días-.
Y no se equivocó, cuando César la acompañó a su oficina se encontraban todos ahí y gritaron: ¡Bienvenida! Se enfocó en Grace de pie encima de una silla al lado de una pancarta gigante que le daba la bienvenida, silbando, aplaudiendo y gritando de felicidad. Félix llegó para cargarla y abrazarla. Se sintió abrumada, sin embargo la alegría fue más grande y se dejó fluir, se dio el permiso de ser parte de esa maravillosa familia bastante escandalosa que la rodeaba y la hacía sentir bienvenida.
La oficina era bastante amplia, con mesas blancas y sillas azules, fotografías y pendones colgaban de las paredes, pequeños cubículos adornados y decorados a complacencia de quienes lo ocupaban y una mesa de dibujo que casi le roba el aire. Aprovecharon para cantarle cumpleaños a una de las pasantes de nombre Paola, con un pastel en forma de libro que logró hacerla llorar. Había tanto ruido, tantas risas, tanta alegría…una pequeña mano tomó la suya y la arrastró lejos de la multitud, reconoció la mano y una sonrisa en su rostro se dibujó.
-Respira-le dijo Grace y lo hizo como reflejo, agradeciendo el gesto-.
-Gracias-tomó aire de nuevo-.
-Así es, no olvides que necesitas otorgarle el placer del oxígeno a tus pulmones-.
-No lo olvido-.
-Hola-la saludó con una sonrisa acompañada de hoyuelos-.
-Hey-la abrazó enseguida, sintiendo que lograba respirar con facilidad, llenándose del olor que desprendía el cabello de Grace-.
-Me alegro que estés aquí-.
-Y yo-se separaron y observaron a la multitud-¿siempre es así?-preguntó-.
-La mayoría de las veces, eso depende del jefe del departamento y del ambiente de trabajo. Paola se merece eso y más, es demasiado tierna y amable-.
-Ahora soy yo la jefa del departamento-.
-Sí-no se le había borrado la sonrisa de la boca y se preguntó fugazmente como sentiría besarla-Lo vas hacer genial, no te preocupes-le colocó la mano en el brazo-si necesitas ayuda no dudes en pedirla, estamos aquí para ayudar-.
-Lo tendré en cuenta-.
Alguien se acercó para darle un pedazo de torta, la artista no tenía estomago para comer nada. Minutos después Cesar los mandó a todos a sus oficinas, dejando a Ofelia con sus compañeros de trabajo; se quedó paralizada mirando sus zapatos ¿En que se había metido?
-Mi nombre es Paola y soy pasante de publicidad, como ya sabe hoy es mi cumpleaños. Bienvenida-.
-Hola Paola, felicidades, y gracias. Mi nombre es Ofelia…artista sin paga-terminó por decir haciéndolos reír, lo que hizo que se relajara-.
Los escuchó a cada uno, enfocando en recordar cada uno de los nombres. Les fue sincera al decirles que no sabía cómo ser jefa, ni muchos menos lo que se necesitaba para ellos, ni si quiera sabía lo que tenía que hacer en dicho departamento pero lo que sí sabía era que necesitaba ser parte de algo y que deseaba poder aprender. Así fue pasó todo el día con cada uno aprendiendo el manejo principal de la oficina, terminó haciendo una cartelera con los nombres de cada uno y las responsabilidades del cargo que ocupaba lo que le facilitaría las cosas. Kelvin, el publicista, le pidió cambiar la distribución de la oficina y renovarlo todo, a lo que accedió de inmediato. Su oficina se encontraba al fondo e hizo una mueca y una nota mental, no había nada de color ¡Nada! Era demasiado monótono, aburrido y sin vida.
En el primer mes hizo de todo en su oficina, empezó por pintar las paredes, dándoles vida, cambiaron la distribución de los cubículos de trabajo, incluso los ampliaron, empezó a conocer a sus compañeros, se acostumbró a comer a una hora en específico y en compañía, le enseñaron a compartir todo lo que era suyo (algo que aún le incomodaba), entendió que había días en los que salían muy tarde, que debía asistir a ciertas reuniones en la mañana y que en la tarde tendría que distribuir las tareas. Sus compañeros esperaban con impaciencia cuando se perdía en sus pensamientos o cuando se desesperaba cuando las cosas no salían como ella quería, también tuvo un pequeño percance con Lidia, la ilustradora, quién le daba órdenes en vez de sugerencias lo cual le caía de la patada; habló muy seriamente con Kelvin y Paola los cuales tenían un romance ya que no quería inconvenientes o que se metieran en problemas, teniendo en cuenta que este estaba casado.
-Me parece muy bien jefa, acertada esa conversación-.
-¿Segura?-.
-Segurísima-asintió Grace dando vueltas en la silla giratoria-Wiiiiiiiiii-.
-Basta-rio-¿Cuántos años tienes?-.
-En estos momentos como cinco-.
-Se nota, ¿Cuántas tienes en realidad?-.
-Voy a cumplir veinticuatro años-.
-Tenemos la misma edad-.
-Lo sé-.
Se cruzó de brazos-¿Cómo lo sabes?-.
-Yo lo sé todo-.
Grace la visitaba justo después del almuerzo todos los miércoles, a veces almorzaba con ella cuando eran días de reuniones y en una ocasión la había hasta acercado a su casa. Su compañía le alegraba el día y podía contarle hasta la cosa más tonta de su día y siempre se mostraba interesada en escucharla.
-Demuéstramelo-.
-Cumples año el once de noviembre, eres hija única, tu vicio es el café que es el color de tus ojos, tus colores favoritos son: el morado, el amarrillo y el turquesa, tus postres favoritos son: el pie de limón y la torta tres leches, aunque puedes deleitarte con una torta húmeda de chocolate, tienes la mala maña de comerte las uñas, te pierdes en tu propia galaxia cuando te concentras o algo te preocupa, tiendes a dejar de respirar en ocasiones, te agarras muchísimo el cabello y por eso lo lavas cada dos por tres, para manejar la ansiedad me escuchaste y estas triturando chupetas por lo que te regalé un paquete de ellas,-parecía satisfecha de saber todas esas cosas-haces un gesto con tu ceja que no pudo hacer y que te hace ver interesante, como ahorita y me voy a callar para que no te encierres en ti misma, pues sucede cuando te desnudo sin quitarte la ropa-.
-Dices unas cosas-se dio la vuelta para que no viera su sonrojo, la chica era demasiado observadora, lo cual detestaba-.
-Por eso dije que me callo y ahora digo que me voy.-se levantó de la silla para colocarla en donde iba, debajo del escritorio-Nos vemos pronto-.
-Yo también sé cosas sobre ti-le dijo al verla salir por la puerta, no queriendo ser la única desnuda en el lugar-.
-Sorpréndeme-se apoyó en el marco de la puerta y le dio una mirada retadora-.
-Te ríes como si necesitaras que el mundo supiera que eres feliz, cuando alguien necesita ayuda eres la primera en ofrecerse, te encantan los niños, adoras todas las tonalidades de azul pero siempre vas a preferir el color del amanecer, no haces alarde de lo que sabes o de lo que eres capaz de hacer, siempre estas rodeada de personas que haces sentir especial, tu cabello- el que huele de maravilla- bajo el sol tiene ciertos reflejos dorados y tus ojos tienen un brillo particular, además son cambiantes según tu estado de ánimo, te fascina el chocolate en todos sus presentaciones y tienes una memoria impresionante-.
-Muy bien,-aplaudió- ahora respira-rio ocultando su cara entre sus manos-te faltó decir que sabes todo eso porque soy un libro abierto-.
-Correcto-.
-Tengo que irme-suspiró, se dio vuelta, se detuvo robándole una sonrisa-cumplo año un mes y once días después que tú-comentó como complementándole la información que ya tenía sobre ella-.
De inmediato lo anotó, también sabía que los cumpleaños eran sumamente importantes para ella. Se quedó en su oficina sonriendo y sin darse cuenta terminó viendo las fotos que tenía que Grace en un archivo secreto de su computadora, fue inevitable controlar el impulso de ir a dibujarla a carboncillo.

-Lia, necesitas ver esto-la interrumpió agarrando su mano con fuerza y arrastrándola fuera de la oficina-.
-¿A dónde me llevas? ¿Qué sucede?-.
-Agarra la cámara, no la vayas a olvidar-.
Grace corría como si el edificio se estuviera incendiando, las personas las observaban con curiosidad lo que para Ofelia era algo sumamente incomodo, sin embargo se dejó arrastrar, mientras el agarre de la chica en su mano era como bálsamo sobre sus heridas frescas y sin cicatrizar.
-El cielo te está haciendo un regalo y te lo estás perdiendo-le dijo mientras abría la puerta de la terraza del edificio, lugar en donde nunca había estado, con la respiración agitada por el recorrido. Ofelia no lo entendió hasta que alzó la mirada y se encontró con el mejor atardecer de su vida, hasta la fecha-Recuerdo que me dijiste que preferías los atardeceres y mira que en tu honor se tiñó de tu color favorito-y tenía razón, pues el cielo estaba teñido de un color morado particular-.
Ofelia no le dijo nada tan solo se quedó ahí y empezó a fotografiar el cielo con una sonrisa enorme en su rostro, no podía creerlo; caminó para buscar un mejor ángulo y siguió sacando fotografías, maravillándose de ese regalo que el astro le ofrecía. Hasta se quedó observando como la luna empezó a reflejarse y como la misma se veía salpicaba por los escasos rayos del sol, la media luna le hacía recordar a la sonrisa de Grace, sutil, sencilla, amable y sumamente carismática, cuando volteó alrededor buscándola, no la consiguió. Se quedó en el sitio hasta que la noche hizo acto de presencia.
Una vez que dejó la terraza, con las instrucciones que Grace le había dejado pegada en la puerta con la llave de la misma, fue a su oficina, caminando como en las nubes, para recoger sus cosas, intentó no sonrojarse cuando sus compañeros la observaron con miradas curiosas, acompañadas de sonrisas coquetas, se despidieron de ella como si esperasen que les contara algún secreto. Empezó a buscar a Grace, estaba dándose por vencida hasta que al caminar por uno de los pasillos llegó a sus oídos la sutil melodía de una música instrumental. Al asomarse dentro de la oficina la chica se encontraba detrás de una computadora, con la mirada fija en la pantalla y tarareando la canción.
-Gracias-le dijo desde su posición en la puerta, pero no la escuchó, así que se adentró a la oficina y alzó un poco la voz-Gracias-.
-¡Santo Cielos!- exclamó Grace y se llevó las manos al corazón-Me asustaste-.
-Lo siento, no fue mi intención-trató de guardarse una sonrisa, debido a su sorpresiva reacción, pero le fue inevitable-.
-¿Te divierte asustar a las personas?-.
-La verdad es que no, pero fue cómico, estabas tan concentrada que no me escuchaste cuando te hablé la primera vez y ni me sentiste mientras te observaba-.
-Me suele suceder cuando hago algo que me gusta, discúlpame-.
-Tranquila, me pasa igual-.
-¿A qué se debe que me des las gracias?-.
-Al regalo del atardecer-le entregó el pequeño sobre que contenía la llave-.
-Ese no fue mi regalo-le dijo tomando el sobre, sacando la llave y devolviéndole el sobre-.
-Pero me llevaste a él-.
-Bueno si, el sol me pidió el favor y yo fui una fiel servidora-.
-No te quedaste a verlo conmigo-.
-La verdad es que lo mío son los amaneceres y era un regalo para ti, observé lo que deseaba observar-aquello picó su curiosidad-.
-¿Y qué fue lo que observaste?-.
-Tu sonrisa espontánea y llena de vida cuando disfrutas de lo que haces.-Sintió que aquellas palabras le robaron el aire-Es como si fueras otra persona: una apasionada que no le importa dónde está o quien la rodea, a ti lo que te importa es inmortalizar lo que se encuentra ante tus ojos y eso es admirable.-La mujer era buena, muy buena con lo que decía-¿Estas bien?-.
-Sí, sí, lo siento. Yo…-no entendía porque estaba nerviosa-tengo que irme, ¿quieres que te lleve?-.
-Tranquila, muchas gracias, voy a quedarme un poco más-.
-Bueno entonces…-caminó hasta la puerta-nos vemos luego-.
-Seguro, descansa-.
-Gracias de nuevo-le dijo por encima de su hombro, sosteniéndose del marco de la puerta-.
Una parte de ella deseaba quedarse pero la otra quería salir corriendo.
-Gracias a ti-.
-¿Por…?-.
-Por existir-definitivamente tenía que salir de ahí y fue exactamente lo que hizo-.
Dejando a Grace con una sonrisa en el rostro, complaciente.

Con Aires de Amanecer (En Edición)Where stories live. Discover now