III. Tarde, tarde, tarde

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Alguien saltó sobre mí cuando ni siquiera había pensado en despertar. Ya había aprendido a diferenciar sus aromas desde hace ya unos años y eso hacía las cosas más fáciles porque ya no se molestaban conmigo y no me arrojaban cosas hasta que papá les decía que se detuvieran porque tendrían que limpiar el desastre que estaban causando.

Mamá estaba enferma y debíamos arreglárnosla los cuatro para mantener todo en orden dentro de la casa y evitar lo mayor posible el que se levantara.

Generalmente me quedaba en casa gran parte del día mientras papá salía a trabajar y las gemelas iban a la escuela. Yo ya había terminado mis estudios en la escuela y tenía mucho tiempo libre en el que iba a entrenar con Claus.

Entrenar... con Claus.

Claus...

¡Mierda!

-Raiko, despierta -dijo Gia, sentada como si nada sobre mi espalda -. Claus está afuera.

-Maldita sea... -murmuré con la cara pegada en la almohada -. ¿Está molesto?

-Bastante. Dijo que te patearía el trasero por llegar tarde otra vez.

-¿Papá?

-Aun no regresa. Está en su despacho.

-¿Mamá?

-Durmiendo.

-¿Mia?

-Haciendo la cena.

-¿Tú?

-Estaba terminando de limpiar cuando Claus se paró en la entrada. Ese sujeto realmente apesta.

-Así huele. Dijo que ese era su aroma característico.

A borracho de poca monta y a humo de cigarro. Un aroma bastante particular y desagradable.

Pero lo quería.

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Conocí al sujeto apestoso cuando tenía diez años, Arja me había llevado al complejo, solo porque sí, porque quería que conociera ese lugar al que no muchos menores tenían permitido entrar por obvias razones.

El aroma del lugar me hizo estornudar varias veces hasta que me acostumbré, y Arja pareció divertirse con eso.

Dentro del complejo habían varios hombres con miradas amenzantes, eran grandes y robustos, su ropa era de quien estaba listo para la guerra y siempre portaban un arma.

Entonces apareció frente a Arja con una expresión de pocos amigos hasta quedar muy cerca.

-¿Cómo resultó la misión? -su expresión se suavizó y sonrió satisfecho enseñando los dientes.

-Todo está bien.

-¿Qué dijeron?

-Nada de lo que haya que preocuparse. Los humanos mantienen su distancia y los cazadores no se han acercado en meses. Están bien.

-Bien.

El sujeto clavó los ojos en mí.

-¿Ese es el chico...?

-Es mi hijo. Lo sabes

-Sí, claro -pareció como si le hubieran contado un buen chiste y volvió a mirarme -. ¿Cómo te llamas?

Miré a Arja, esperando algo que me había dicho varias veces que no necesitaba. No necesitaba siempre su aprobación y en los años que llavaba en su manada, aun me costaba trabajo creérmelo.

Rey LoboWhere stories live. Discover now