CAPÍTULO 9

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Bruno

De regreso a la cabaña no dejo de pensar en Julián.

Estoy seguro que estuvo en el puente con su padre antes de que saltara o fuera empujado al vacío.

Necesito hablar con él.

Mañana será el entierro de Evaristo, esta misma noche lo están velando en la casa.

Debí preguntarle a Trinidad como llegar a la hacienda del difunto, de esa manera podría haberlo interrogado.

Los últimos rayos de sol contornean el horizonte, son cerca de las ocho.

Tendré que postergar mi interrogatorio para mañana, después del entierro del cuerpo de Contreras.

En media hora más, Pilar tendría lista la cena, lo que me daba el tiempo justo de darme una ducha y presentarme con puntualidad.

El olor a comida casera hace rugir mi estómago.

—Buenas noches— dice la mujer cuando me ve aparecer en la cocina—. ¿Qué tal la ducha?

— Perfecta. Todo en la cabaña está perfecto.

— Espero tengas apetito, porque hice mucha comida.

— Muero de hambre— confieso sin vergüenza.

Hace desde medio día que no he probado bocado.

— Siéntate y te serviré.

La carne al horno con papas que Pilar había cocinado se parecía a los sabrosos platos caseros que mi madre solía hacer para las fiestas de fin de año. Estaba delicioso.

Devoré con gusto dos platos repletos, ante la mirada asombrada de mi hospedadora.

— Veo que eres muy buen comer.

— Estaba riquísimo todo—respondí mientras limpiaba mi rostro con una servilleta a cuadros roja y blanca.

— Me alegro que te gustara. ¿Quisieras alguna fruta? ¿O un pedazo de pastel de manzanas? —preguntó mientras levantaba los platos de la mesa.

Me hubiera comido la fruta y el pastel de manzana también, pero no quise abusar de la hospitalidad de Pilar, así que solo tomé una banana y me fui a la cabaña.

Quería revisar las fotos de manera más detallada.

Debía admitir que Trinidad había hecho un excelente trabajo, cubriendo todas las áreas del puente y las huellas tanto de neumáticos como calzados de personas.

La madrugada me sorprendió repasando una por una las imágenes y realizando anotaciones en mi cuaderno.

Los ojos me ardían de tanto mirar la pantalla.

Al estar tan metido en mi trabajo, había ignorado el profundo silencio que envolvía todo el lugar.

Estiré mis brazos mientras un bostezo salía de mi boca.

Eran las tres y media cuando apagué mi ordenador y me dispuse a dormir.

Sonreí ante el pensamiento de que esa mañana anterior al despertar en mi rutina diaria, jamás imaginé que horas más tarde terminaría a 300 km de distancia, en un solitario pueblo y por dos largos meses.

Así de improbable y variante es la vida de un detective.

Salí del baño y corrí las frazadas que cubrían la cama.

Un suave y delicado perfume inundó mis fosas nasales.

Pilar estaba en cada detalle.

Su cabaña era mejor que cualquiera de los hoteles donde había parado en toda mi vida. Aun de los de varias estrellas.

Un lugar olvidado (COMPLETA)Where stories live. Discover now