CAPÍTULO 72

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Un nuevo capítulo... ya casi terminando esta historia... Trini en peligro de muerte... Bruno internado... ¿Qué pasará? ¿Ya quieren leerlo?... No olviden dejar sus comentarios.

BRUNO

Cuando despierto de la cirugía, lo primero que veo al abrir los ojos es a Cristóbal. 

Se encuentra de pie junto a la pequeña ventana de la habitación.

Está hablando por teléfono, su tono de voz es serio. No logro distinguir lo que dice.

Recorro con la mirada el cuarto de hospital y mi mente recuerda lo sucedido. 

Mi charla con Fabián Reinoso, el disparo de Roberto, Fabián huyendo, Cristóbal  llegando a la comisaría después de escuchar el disparo... una escena de película se podría decir.

De a poco el efecto de la anestesia se va pasando y un ardor me invade en la zona del hombro y brazo derecho.

Todavía me parece mentira que Fabián escapara. Intenté explicarle a Roberto,  no me creyó ni una palabra. Era obvio que respondería al mandato del comisario cuando le gritó: ¡Dispara!

Por pocos centímetros la bala impacta en el tórax y perfora el pulmón derecho.

Podría estar muerto.

Cristóbal termina la llamada y se sorprende al verme con los ojos abiertos.

—¿Cómo te sientes muchacho?

—Como si me hubieran disparado—digo con ironía y el intendente suelta una carcajada.

—Veo que no has perdido el buen humor. Los médicos dicen que es un milagro que la bala te atravesara justo en esa parte blanda sin rozar ningún hueso ni órgano vital.

"Un milagro"

Esa palabra resuena en mi mente. ha resonado bastante en esta última semana.

Dios seguía mostrándome su obrar y ya no podía negarlo.

—¿Qué pasó con Reinoso? ¿Han podido atraparlo?

—No—dice con disgusto—. Todas las patrullas de la zona están avisadas, pero... ya sabes que tiene muchos amigos que le deben "favores".

—¿Es decir que lo dejarán escapar?

—Los policías de las localidades cercanas son muy fieles a la familia Reinoso. En Río Cuarto podríamos decir que las fuerzas "están divididas" y hay más a nuestro favor, pero por una buena suma de dinero se puede comprar el silencio y la libertad, y el dinero nunca ha sido un problema para los Reinoso.

—¿Crees que vaya hacía Río Cuarto? —le pregunto a Cristóbal mientras me acomodo para sentarme en la cama. Aunque mi hombro duele, ya no aguanto estar acostado.

—La forma más fácil de huir, sería llegar a la Ruta Nacional 35 directo a la Pampa, es una vía solitaria y poco controlada... de allí puede ir a Buenos Aires y salir del país por mar o cruzar a Chile por el paso en Neuquén hacia Temuco, donde la frontera es bastante sencilla de cruzar.

—¡Debemos detenerlo! Tiene que pagar por todos sus crímenes...—digo enojado.

—Hacemos todo lo posible—responde Cristóbal.

La puerta de la habitación se abre y Lucas aparece ante nuestra mirada.

—Permiso—dice entrando y extendiendo su mano hacia el intendente quien la estrecha con fuerza—. Buenas tarde Cristóbal.

—Buenas tardes Lucas.

— Bruno, ¿Cómo te encuentras? —dice desviando su mirada a mi hombro vendado.

—Se podría decir que bien. ¿Qué haces aquí?

—Trinidad estaba muy preocupada, cuando se enteró de que te habían herido... me ofrecí a venir hasta la clínica para verte y llevarle noticias tuyas.

—¿Ella como está? —pregunto de inmediato.

—Bien, los médicos son optimistas en su recuperación y Bianca está feliz. Los dos salimos del hospital juntos, la acompañé hasta la iglesia a donde van ellas, Bianca quería ir a agradecer a Dios y las personas que han orado estos días por su hija.

—¿Trini se quedó sola?

—Estaba dormida. Las enfermeras le administraron un sedante...

Las palabras de Lucas causan un estremecimiento repentino en mi espalda.

"Trinidad está sola... Reinoso está libre rumbo a Río Cuarto"

La única testigo que puede hacer que la sentencia de Fabián sea firme y permanente es Trinidad.

Si yo fuera Reinoso, iría directo al hospital a terminar con la vida de ella.

—¡Tenemos que ir al hospital!—digo poniéndome de pie junto a la cama—. Tienen que ayudarme a vestir.

—¡Estás loco! —exclama Cristóbal—acabas de salir de cirugía.

—Fabián irá por Trinidad.

—¿Qué dices? —cuestiona Lucas confundido.

—Lo que oyes. Es la única testigo. Solo terminando con la vida de Trini Fabián sería libre de los cargos. No tendríamos pruebas, ni testimonios que lo inculpen.

Los dos me miran por un minuto procesando la información. Lucas es el primero en reaccionar.

—Tengo el patrullero estacionado en la puerta, podemos llegar en 25 minutos, quizás en 20.

—Bien, ayúdame a ponerme mi pantalón.

Minutos después con la sirena prendida y a gran velocidad nos dirigimos hacia Río Cuarto, al hospital.

Cristóbal llama a la recepción, quiere avisar que hay una paciente que se encuentra en peligro. Pide que un oficial de seguridad se encargue de custodiarla hasta que lleguemos, pero la recepcionista no toma muy en serio sus palabras. Debe creer que es parte de una broma o chiste telefónico.

Decido llamar a la comisaría de Río Cuarto, pido hablar con Marcelo Duarte, quien lleva el caso de Contreras y conoce bien el proceso del caso.

—Tienes que mandar algunos efectivos al hospital, la testigo del caso está en peligro—explico—, nosotros estamos en camino, llegaremos en 5 minutos.

—Bruno, todos los móviles están controlando los caminos y rutas de salida de la ciudad, demorarían más tiempo en llegar...

—Bien, pero envía refuerzos, no sé con qué podemos encontrarnos.

Llegamos a la puerta del hospital y antes de que Lucas detenga el auto le ordeno: —Dame tu arma.

Me mira confundido.

—¿Qué dices?

—¡Vamos Lucas! Dame el arma.

—No puedo... conoces el reglamento.

—¡Dame ya el arma!!—grito con fuerza.

— ¡Vamos Lucas! Dale lo que te pide— afirma Cristóbal— es una emergencia.

Lucas extiende el revolver hacia atrás en contra de su voluntad.

—¿Está cargada? —pregunto.

—Sí, pero... no deberías...

Salgo del auto de inmediato.

Una fuerte puntada en el hombro me impide moverme con agilidad. Pero apuro el paso lo más que puedo. Mi cuerpo está débil, la vista se me nubla por momentos y siento que me voy a desmayar, pero me obligo a seguir, tengo que salvar a Trinidad, no puedo dejar que Reinoso se salga con la suya.

Siento los pasos de Lucas y Cristóbal a mis espaldas. Oigo sus voces que me llaman, no me detengo, una fuerza me impulsa a seguir, a avanzar lo más rápido posible.

Recorro los metros que faltan hasta la habitación y de un solo movimiento abro la puerta.

No me sorprendo al verlo.

El tampoco parece sorprendido.

Allí está Fabián, muy cerca de Trinidad. Demasiado cerca.

Un lugar olvidado (COMPLETA)Where stories live. Discover now