「27」

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No era un secreto para nadie que Lee Minho estaba en guerra con su padre.

Todo lo que tenía que ver con ese hombre le causaba molestia, y si por él fuera, no volvería a hablarle nunca más. En ciertas ocasiones extrañaba vivir en la ciudad, sin embargo, la realidad era que su vida con la abuela era mucho mejor que la que tenía con su padre.

No estaba seguro de qué se suponía que haría cuando el año llegase a su fin, ya que no quería regresar con ese tipo, pero tampoco podía vivir para siempre con la abuela.

Ese sería un problema para el Minho del futuro. El del presente prefería huir de sus preocupaciones y fingir que estas no existían.

La abuela Hyemi, pese a ser una mujer que tenía el orgullo por las nubes y un nivel de terquedad bastante alto, fue la primera en dirigirle la palabra luego de su altercado. Quizá era porque sabía que, si ella era testaruda, entonces su nieto era lo mismo pero multiplicado por tres, así que Minho no sería el primero en dar el brazo a torcer.

Por algún motivo, todos los nietos de la abuela Hyemi tenían la peor combinación genética en cuanto a carácter. No había uno solo con personalidad calmada y agradable, sino que todos eran unos cabezotas que preferirían ser condenados a horca antes de admitir que no tenían la razón.

—Hijo, horneé galletas para ti —ella entró a la habitación de Minho, tras haber tocado la puerta (porque no quería toparse con cosas que no debía)—. Son de chispas de chocolate, ¿quieres?

En la familia Lee había una tradición para nada sana, pero que se continuaba haciendo de todos modos, y esa era que nadie se disculpaba después de una discusión. Simplemente esperaban a que las cosas dejasen de estar tensas y volvieran a la normalidad como si nada hubiera ocurrido. Claro que aunque ninguno había dicho que eso era una tradición, perfectamente podía considerarse como una.

Minho miró el plato de galletas que se le era extendida, y dudó un par de segundos si tomarlo o no.

—No tengo hambre —respondió, y seguido de ello desvió la mirada para no observar la mueca de disconformidad de su abuela.

—Bueno... Te las dejaré de todos modos, por si te apetece comerlas más tarde.

La abuela dejó el plato de galletas sobre la esquina más cercana de la cama, y tras dar una última ojeada a la habitación para asegurarse que todo estuviera relativamente bien, se marchó por donde llegó.

Luego de que la puerta se cerró, el cuarto se envolvió en un silencio que Minho sabía no duraría mucho, por lo que comenzó a contar mentalmente para ver cuantos segundos se demoraba este en desaparecer.

Uno, dos, tres, cuatro, cuatro y medio...

Y entonces una mano proveniente del espacio bajo la cama se extendió para robar una de las galletas del plato.

De niño a Minho le habían dicho que quienes habitaban bajo la cama eran monstruos que podían comérselo mientras dormía, pero la realidad era que no. Quien estaba bajo su cama ni era un monstruo, ni quería comérselo. Lo más probable era que Jisung preferiría comer pasto antes que siquiera tocarle un pelo a él.

—¿Por qué estás molesto con tu abuela? —fue lo primero que Jisung murmuró, todavía escondido bajo la cama. Por el tono de su voz, estaba más que claro que no había terminado de masticar la galleta que robó.

—No estoy molesto con mi abuela, ¿qué dices?

—Claro que lo estás. Tienes el ceño fruncido como cada vez que te molestas, y llevas sin reclamarme nada por mucho tiempo. No puedes negarme que estás enojado por algo —señaló con obviedad, mientras tomaba otra galleta—. ¡Esto está delicioso! Deberías comer.

Spooky Hannie || MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora