Cuando se trata de amor, se trata de ti.

Confesiones

Él me quería preguntar, y yo lo sabía.

Yo le quería preguntar, y él también lo sabía.

Le dejé vía libre a él para hablar primero.

—¿por qué...?

—Ya, emm... verás, siempre me sentí muy humillada por culpa de mi cuerpo y esas cosas, suena demasiado común, pero créeme no es fácil de superar, de ahí el miedo y... eso—dije señalando el gran bulto que asomaba desde su entrepierna.—lo siento...— me disculpé bajando el tono de voz.

—Bah, da igual ya bajará. Y no te preocupes que lo tuyo lo solucionaremos en nada.

No le contesté, simplemente mostré una amplia sonrisa.

Me tocaba.

—Te toca.

—¿Qué pasó?

—¿Donde?

—Allí... en tu otro colegio.

—Nada.—respondió secamente.

—Te escuché hablar con tu madre.

—Ah, eso... sí, verás; es... complicado. Allí todo lo era.

—Pero ¿estabas bien allí?

—Digamos que lo pasé... mal, muy mal.

—Lo siento.—en ese momento entendí que no quería hablar de ello. Se notaba que lo pasaba mal cuando hablaba de el lugar.

—No te preocupes, además, todo eso ya pasó. Ahora estamos tú y yo.

—Ya, eso es cierto.

Comenzó a mover su mano sobre mi cabeza haciendo pequeños círculos sobre esta.

Rápidamente caí en los brazos de Morfeo.

 
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Me desperté tumbada en una cama muy cómoda, pero no era la mía; antes de abrir los ojos sentí un fuerte aroma muy rico, mezclado con mi olor favorito, el que estás pensando.

Escuchaba a lo lejos música, regguetón, y cuando por fin pude divisar algo en frente de mí, vi la puerta de una habitación. La de Leo.

Me levanté, miré la hora en mi móvil, era la 13:30 y tenía hambre.

Salí de la habitación y busqué la cocina; encontré la entrada de esta y me apoyé en el marco mientras veía a mi novio intentando cocinar algo para nosotros.

Que mono, se había esforzado mucho.

Pasados unos 2 minutos me vio y paró la música, se acercó a mi y me regaló un pequeño beso en los labios.

—Hola—dijo él mientras me sonreía.

—Hola—le contesté yo haciendo el mismo gesto con mi boca.