Capítulo 20: Los murciélagos

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Lissandro

Cuando salgo de esa casa, luego de haberme aventado un maratón de poca madre con Gala, me queda claro que le dije la verdad, que no me arrepiento de lo que sucedió. Los dos deseábamos que ocurriera y, al menos para mí, fue muchísimo mejor de lo que me esperaba.

Esa niñera me volvió loco en todos los sentidos, me hizo sentir lo que nunca sentí, ni siquiera por mi esposa.

Es que, carajo, su vagina es caliente, estrecha, un océano de flujo en el que me fue demasiado fácil nadar. Su cuerpo entero es una belleza, esos pechos con sus pezones rosaditos y chiquitos me hacen sentir débil.

Pero, además de todo, me miraba de una manera apasionada, amorosa, fogosa. No sabría cómo explicarlo, pero me encantó. No quiero dejarlo, quiero a esa mujer conmigo todas las noches y días.

Tengo que admitir que necesitaba esto para darme cuenta de que estoy enamorado de Gala, que no me puedo seguir haciendo pendejo, que no solo era morbo o deseo lo que me estaba empujando a caer en la tentación. Miles de mujeres se me insinuaron y con ninguna caí, algunas niñeras atractivas también vinieron, pero solo me di el taco de ojo, no pasó de ahí.

Ahora siento que no quiero mirar otra cosa que no sea mi vetada, no se lo quiero hacer a nadie más.

Es duro aceptarlo, ya que viví durante estos años creyendo que amaba a Míriam. Se siente raro saber que amo a otra mujer que no es mi esposa y que encima odiaba; no obstante, ha pasado y me tengo que hacer cargo.

Me encierro en mi habitación y me doy un largo baño para reflexionar sobre lo que haré. Sé que debo pedir el divorcio, pero me aterra pensar en lo histérica que se va a poner Míriam.

Aunque después pienso en el culito de Gala, en toda esa maravilla de mujer que voy a tener para mí solo y se me quita el miedo.

Qué chingue a su madre Míriam, me cansé. De todas maneras, ya ni pareja éramos. Que se quede con su carrerita, con su gente, con lo que quiera hacer, yo tengo que ser feliz con mi hija y Gala, que ella sí nos quiere.

Ella no me lo ha dicho, pero con sus acciones me lo demuestra día tras día. Nos hace de comer cuando no tiene necesidad ni está en su contrato, se desvive por hacer feliz a Camila, se preocupa mucho por todo lo que le pase e incluso se preocupa por mí.

—Te adoro, desvergonzada —digo sonriendo.

Tengo muchas ganas de regresarme y volvérselo a hacer, pero aguanto las ganas. Tengo que dejarla descansar después de un arduo día de trabajo. La pobre se la pasa de arriba a abajo. Bueno, no, pero como ya es mi novia o quiero que lo sea, tengo que cuidarla.

Desde antes quería cuidarla, sin embargo, no podía decirle nada para no ponerme en evidencia.

Ahora sí puedo respirar tranquilo.

Por fin se me hizo estar con mi vetada.

⟨~⟩

Gala

La reunión que ocurre en la sala es demasiado incómoda. Mis papás no tardaron en aclarar que venían a corroborar lo que Karina vio y pensaron que viniendo aquí obtendrían respuestas. Los dos me inspeccionan con algo de desagrado porque no les gusta mi ropa.

Bueno, a mí tampoco me gustan ellos. Siguen siendo esos mismos «nariz parada» de siempre. No se ven mucho más viejos desde la última vez que los vi, al contrario, a mi mamá se le notan sus arreglitos y mi papá sigue siendo un hombre no tan galán, pero interesante con sus canas.

No puedo creer que de sus genes haya salido esta preciosura, o sea, yo merengues. Pero bueno, dicen que la genética a veces te bendice y me sucedió a mí.

QUIEN TENGA MIEDO QUE NO NAZCADonde viven las historias. Descúbrelo ahora