Lissandro
Con dinero baila el perro, eso siempre lo dice Gala cuando quiere chantajear a alguien. Siempre me ha dado risa esa frase, pero ahora es lo que más pienso, dado que he tenido que sobornar a diestra y siniestra para que no me quiten a mi hija. Mi papá me está ayudando en todo, moviendo influencias, mandándome a los mejores abogados, quienes se encargan de ampararme, de que se hagan valer todas las pruebas que recabé contra Míriam en el tiempo que estuve fingiendo estar con ella.
También aprovecho para hacerle estudios a mi hija, a quien por suerte le quitan el yeso porque ya pasaron las semanas que debía estar enyesada. Le va a costar caminar y correr como antes, pero estoy seguro de que Gala y yo la vamos a ayudar.
Luego de eso, volvemos a la ciudad, a nuestra casa. Estoy muy preocupado porque Gala no me contesta, me bloqueó las llamadas y el chat. A Eduardo le he llamado también para pedirle que me diga qué pasó, pero dice que prefiere hablar personalmente conmigo.
—Espero que me siga queriendo —susurra Sadako cuando estamos de camino a la casa de mi hermano—. ¿Y si está muy enojada y no nos quiere ver? Ya apagó su bola de cristal.
—Puede que lo esté conmigo, pero jamás contigo, mi fantasmita —le aseguro. Ella sonríe de manera triste—. Hey, levanta ese ánimo, hija, estará con nosotros siempre, así le tengamos que hacer brujería.
Con eso que le digo, ella se anima y salta en su asiento.
Una vez que llegamos a casa de Eduardo, ayudo a bajar a mi hija y la cargo, ya que a ambos nos urge saber sobre Gala. Aun así, la dejo en el jardín a ella para que juegue y voy con Eduardo a la sala, quien me mira consternado.
—¿Para qué quieres hablar? —me pregunta cuando nos sentamos en la sala.
—¿Cómo que para qué? Tú sabes de lo que quiero hablar, Eduardo. No te hagas.
Mi hermano esboza una rara sonrisa. Sé que está dudoso y con justa razón, pero me dan ganas de partirle la cara.
—¿Del clima?
—Eduardo...
—Ya sé, ya sé, ya sé que quieres hablar sobre la niñera.
—Dime dónde está. Dudo mucho que se quedara aquí, no me contesta. ¿Qué pasó?
—Pues se murió. —Se encoge de hombros y yo salto espantado.
—¡¿Qué?!
—Sí, sí, se murió de aburrimiento, de tanto esperarte, luego de tristeza. No le explicaste nada, así que se fue.
—¡Hijo de la chingada! —le grito y lo agarro a coscorrones, por lo que se ríe—. Habla en serio, ¿dónde está?
—Se regresó a la vecindad, está trabajando en el consultorio de un amigo mío que es médico y... Dios, no debí decir eso —susurra.
—No, no me digas que la enviaste con Guillén, te voy a matar. Ese tipo es urólogo, ¡¿qué carajo pasa contigo?!
—Eh, esto...
—¡Dime que no enviaste a mi mujer a trabajar ahí!
—Bueno, técnicamente no es tu mujer.
—Sí, lo es, hijo del averno, claro que sí. Es mi esposa, la madre de mis otros futuros hijos y...
—Ah, ¿ya te dijeron del embarazo? ¡Ay, qué alivio! —Suspira y yo lo suelto con brusquedad, pues lo tenía sujeto de la camisa. Eduardo se pone pálido al ver mi cara de sorpresa—. Oh, no, creo que la cagué de nuevo. Gala me va a matar.
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QUIEN TENGA MIEDO QUE NO NAZCA
RomanceNo le tengo miedo a nada. Gala es mi primer nombre, el segundo es la audacia. No le tuve miedo a dejar plantado al sexi hombre con el que iba a casarme, tampoco a abandonar mi vida de lujos para ser libre. Solo que ahora tengo un problema... ¡estoy...