Lissandro
No quiero soltar a mi exvetada. Temo que esto sea un sueño y al final resulte que no se va a casar conmigo.
La primera vez pude haberlo tolerado —bueno, hice de todo menos eso, solo sobreviví—, pero esta vez no voy a consentir que no sea mi esposa.
Míriam de repente accedió de malas formas a que nos divorciáramos, siempre y cuando no le quitara la custodia de Sadako. Me pesó demasiado tener que acceder, pero al final decidí hacer caso del consejo de mi abogado, quien me dijo que el proceso por pelear la custodia podía tardar y que Míriam podría valerse de cualquier cosa para lograr que se la den a ella.
En fin, yo creo que ni la va a venir a ver, por ende, no hay problema.
—Son unos hijos de la chingada —se queja Gala con Carmen y Eduardo, quienes están abrazados al igual que nosotros—. ¿No pudieron haber hecho otra cosa?
Ellos se miran.
—No —responden al unísono.
—Teníamos que ser originales —los defiendo.
—Qué originales ni que ocho cuartos —refunfuña—. Ustedes montaron todo un culebrón.
—Me extraña que te lo creyeras, estúpida. —bufa Carmen—. Yo jamás desconfiaría de ti, mucho menos le pediría a Eduardo que te saque de su casa.
—Y yo no soltaría jamás a esta mujer —añade Eduardo, quien besa en la mejilla a Carmen.
—Perdón, pero es que lo que pasó con tu mamá…
—Ya hablé con ella, ni te preocupes. No te va a volver a molestar —mascullo, sintiendo desagrado al recordar que tuve que bajarle los humos a esa señora por atreverse a molestar a Gala. Casi me agarra a bolsazos, pero le bajó a su desmadre cuando supo quién soy.
—¿Cómo? —mi prometida me voltea a ver, y yo le doy un beso en respuesta. Los pasos de Sadako se escuchan en el piso de arriba, por lo que sé que está más que divertida con nuestra nueva casa.
O está planeando algo macabro.
—Sí, hablé con la mamá de Carmen para que dejara de estarte fregando, que tú y mi hermano son amigos, nada más —le respondo—. Lo siento, tal vez te molestes, pero no podía permitir que…
—Ay, no, gracias —dice enternecida—. Gracias por defenderme, mi señor limón, así me gusta.
—Siempre te voy a defender, hermosa.
—¡Sadako! —grita mi hermano de repente, lo que llama la atención de Gala.
—Ya voy —responde mi fantasmita bajando las escaleras con sus zapatos en las manos. Esta niña odia los zapatos y mucho más desde que Gala se fue de la casa, ya que le cuesta más quedarse en un solo sitio. Mi niña la extraña horrores, pero esta vez entendió que se va a quedar un rato con su tío porque quiero celebrar a solas con Gala.
Mejor dicho, a fabricar otro hijo con ella.
Casi me voy de espaldas cuando me dijo que espera que creemos un hermano creepy. No es como que sea un secreto para ella que los bebés no provienen de la cigüeña, pero tampoco he sido explícito al explicarle. Aun así, sabe que para que eso pase, tengo que estar a solas con su mamá.
—¿A dónde van? —pregunta mi exvetadita, muy preocupada.
—Ya nos vamos, Gala, un ratito —le contesta Sadako.
—No, pero, ¿por qué tú?
—Porque sí, adiós. Me voy a portar bien, o eso voy a intentar —responde y sale de la casa con sus gráciles pasos de fantasmita. Carmen y Eduardo también se despiden.
ESTÁS LEYENDO
QUIEN TENGA MIEDO QUE NO NAZCA
RomanceNo le tengo miedo a nada. Gala es mi primer nombre, el segundo es la audacia. No le tuve miedo a dejar plantado al sexi hombre con el que iba a casarme, tampoco a abandonar mi vida de lujos para ser libre. Solo que ahora tengo un problema... ¡estoy...