Lissandro
— ¿Por qué? ¿Por qué dejas que esa maldita pulgosa entre a nuestra casa y toque a nuestra hija? —me reclama Míriam cuando los nos entramos a mi despacho a hablar. Me da pendiente con Gala, que piense mal, pero ella misma prefiere la seguridad de la niña antes que hacer un escándalo.
Por eso y más la amo tanto.
Ahora que estoy frente a Míriam puedo ver más aún la enorme diferencia entre ambas, siendo Gala casi una santa con sus cosillas raras, pero buena al fin y al cabo.
—Le vuelves a decir pulgosa y me olvidó de que eres mujer —amenazo enojado y ella se queda boquiabierta.
— ¡Ahora resulta! ¡Ahora resulta que la vas a defender! —exclama—. Eres un pendejo, Lissandro, nada más porque te dio las nalgas, vas y...
—Hey, hey, hey, párale, Míriam, no te voy a permitir que...
—Tú no me callas, eres tú el que me está siendo infiel. Eres un miserable, un desvergonzado. Mientras que yo te amo con toda mi alma y te extraño, tú te acuestas con ella en nuestra propia casa y seguramente en nuestra cama, qué asco —solloza.
Antes me habría dado lástima y hubiese acudido a abrazarla; no obstante, esta mujer no me provoca nada.
—Míriam, lo nuestro se terminó hace mucho tiempo —respondo con toda la calma que puedo—. Podemos divorciarnos en los mejores términos, seguirás teniendo la vida que llevas, no te...
—No, Liss, yo quiero estar contigo, ¿de qué me hablas? —pregunta consternada e intenta rodear el escritorio para acercarse. Yo me alejo y me voy al otro lado, lejos de su aterradora presencia.
—Si hubieses querido estar conmigo, no te habrías ido, Míriam. —Suspiro—. Es más que evidente que nuestro matrimonio jamás te importo, y ¿sabes? No te lo reclamo, me siento en paz, es mejor así.
—Te duele, ¿cierto? Te duele que te dejara tanto tiempo. Perdóname, amor, fui egoísta, pero ya volví. Yo puedo olvidar esa calentura que tuviste a causa de mi ausencia.
— ¿Calentura? —bufo—. No, Míriam, lo que hice con Gala no fue por calentura, fue por amor.
—Tú me quieres a mí, si no fuese así, no evitarías mi toque.
—No, si huyo de ti es porque la respeto a ella —mascullo y la detengo por los brazos cuando me intenta abrazar—. Escucha bien esto: no te amo, lo hice, claro que lo hice de cierta forma, pero ya no es así.
—No, Lissandro, no, me niego a tal cosa. Tú me amas, te enfrentaste a todos por mí, ¿qué carajo te dio esa hija de puta?
— ¡La hija de puta eres tú! —le grito perdiendo los estribos y soltándola con brusquedad—. No te voy a reclamar lo que me hiciste a mí, pero no te permito que hables mal de Gala cuando ella, en el poco tiempo que lleva aquí, ha sido más madre para Camila que tú en todos sus años de vida. Admítelo, no la quieres, tampoco me amas a mí. Prefieres tu carrera, y está bien. Vete a hacer lo que amas, pero acepta el divorcio y deja de darte golpes de pecho, que no te queda.
—No, no me estoy dando golpes de pecho, es esa mujer quien se los da, que solo usa a tu hija para retenerte, ¿acaso estás ciego?
—Cuando amas se nota, cuando no amas se nota más —replico y ella aprieta los dientes—. Y tú demostraste una y otra vez no amar a nuestra hija, así que no entiendo por qué haces tanto escándalo. Seguirás con tus cosas, seguiré dándote dinero y vas a modelar, ¿qué más quieres, Míriam?
—Quiero volver a ser tuya, tener otro hijo —confiesa—. Claro, si es que no te has descuidado con esa cualquiera.
—Ella no es una cualquiera, es mi pareja. Si me protejo o no con ella, no es tu problema.
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QUIEN TENGA MIEDO QUE NO NAZCA
RomanceNo le tengo miedo a nada. Gala es mi primer nombre, el segundo es la audacia. No le tuve miedo a dejar plantado al sexi hombre con el que iba a casarme, tampoco a abandonar mi vida de lujos para ser libre. Solo que ahora tengo un problema... ¡estoy...