Una chica simple pero a la vez complicada.
Sensible, pero a la vez dura como una roca.
Esta es la historia de Hannah Realler, llena de enredos y rarezas como en la vida de cualquier adolescente del siglo 21.
Adéntrate en esta historia y conoce más s...
Me quedé completamente estática y mis ojos se cristalizaron hasta que las lágrimas se desbordaron sin cesar.
En la entrada del instituto estaba mi hermano de 7 años siendo golpeado por los mismos matones que no me dejaban en paz cuando cursaba primaria, Daniel y David.
No podía soportar ver como mi hermanito suplicaba que se detuvieran, así que tiré mi mochila al piso y corrí hacia ellos. Cuando estuve lo suficientemente cerca le mande una patada en la entrepierna al imbécil que sujetaba de los brazos con fuerza a mi pequeño. Este quiso devolvérmela con un golpe, sin suerte, ya que lo terminé esquivando, lo que provocó que callera al piso y se golpeara la cara.
Cuando me deshice de él me di vuelta y solo vi a mi hermano, el idiota había huido mientras me encargaba de Daniel.
Ya dándome cuenta de que estaba fuera de peligro, me acerqué a mi hermanito quien tenía el rostro lleno de lágrimas, su nariz sangraba y con su mano derecha se sobaba el pecho.
-Jero, desde hace cuanto ellos te hacen eso?- le dije a mi hermano con la voz quebrada.
-Desde que mamá les dijo que hablaría con la policía si no dejaban de hacerte daño a ti- él trataba de esquivar mi mirada.
-Así que por eso me dejaron tranquila...- dije sollozando -Jerónimo, déjame ver tu pecho y abdomen- le ordené, pero él me ignoró. -¡TE DIJE QUE ME DEJES VER TU ABDOMEN JERÓNIMO!-.
Él quitó su mano y entre llanto se levantó un poco la camisa, no podía creer lo que estaba viendo, deseaba que fuera un sueño. Él estaba lleno de hematomas y pequeñas cicatrices que parecían haber sido generadas por algo puntudo y pequeño.
-¿Mamá sabe de esto?- dije aún completamente sorprendida, acariciando sus heridas-.
-No, no quiero que le digas nada, no quiero tener problemas hermanita, por favor- me dijo que en forma de súplica con sus dos manos unidas desde sus palmas hasta las yemas de los dedos.
-Está bien, no le diré nada, pero debes prometerme que si ellos hacen algo más me buscarás, solo te quiero ayudar pequeño, déjame hacerlo-.
Él asintió mientras me abrazaba, abrazo al cual yo respondí aún con los ojos llenos de lágrimas.