Capítulo VII: Fragmentado

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«El llanto existe para evitar que nos intoxiquemos de dolor»

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«El llanto existe para evitar que nos intoxiquemos de dolor».

-Como ave cantando [magnet #1] (KimPantaleon)

El amanecer invocó una luz que entró agresiva por la ventana, deshaciendo la inconsciencia imaginaria en la que Astral y Norian se habían sumido. Imaginaria porque, a decir verdad, ninguno de los dos durmió bien: ella estuvo dormitando por periodos intermitentes y él de plano no durmió en lo absoluto.

Al menos, la llegada de los primeros rayos de sol les repuso las fuerzas necesarias para iniciar un nuevo día.

Se intercambiaron saludos con poca fuerza, arrastrando palabras, antes de que Astral dejase la habitación para buscar el desayuno. Desconocía la razón, pero desde su despertar sentía la cabeza más liviana. Procuró mantenerla así durante todo el descenso por las escaleras.

La noche anterior había conseguido ropa, así que además de un vestido nuevo, llevaba mejores zapatos. Solo un pequeño rastro del dolor en los pies debido a los cortes de vidrio seguía presente. Era un vil recordatorio de que, aunque intentara distraerse de la amnesia y su estropicio mental, todos esos problemas seguían ahí y eran parte de ella.

Invocados por esa reflexión, los recuerdos de todo lo vivido tras su despertar se le amontonaron en la cabeza. No pudo retener un suspiro cuando se adentró en la cocina. Tantas cosas, tantas cosas, y ella no era más que un ser vacío sin recuerdos, nada sino un maniquí que de pronto obtenía consciencia en un lugar desconocido.

«¿Quién demonios soy?» se quejó, observándose en las vitrinas de la cocina. Una lágrima que le surcó el rostro en soledad la hizo sentir peor. Entonces bajó la cabeza y se enfocó en el desayuno.

Abrió los anaqueles con pesadez y dejó a la vista varias bolsas con alimentos. Había una rota, la que ella había abierto para sacar los panes con frutas de la noche anterior. No era mala idea desayunar lo mismo, pero... se le antojaba algo diferente, acaso un comestible dulce, que le subiera el ánimo.

Resolvió tomar una bolsa de galletas de la parte superior de la repisa. Comería unas cuantas nada más, antes de llevarle el desayuno a Norian; no estaba en sus planes darle galletas y revelar así lo irresponsable que estaba siendo a nivel alimenticio.

Por desgracia, no se dio cuenta de que la bolsa de galletas que iba a sacar le servía de soporte a varias más. El desenlace fue inevitable, y sucedió antes de que pudiera saborear el primer postre: una a una cayeron las bolsas de galletas de la repisa superior. Los buenos reflejos de la chica le ayudaron a esquivarlas, no así a evitar que se rompieran.

Ahora había galletas por todas partes.

De haber sabido que eso iba a pasar, no habría consentido sus antojos. Ceñuda, puso en la mesa aquella primera bolsa que había sacado, bufó y se agachó a recoger el desastre. No tenía de otra. Si ya el castillo era un asco de pintura caída y vidrios rotos —que así se iba a quedar, porque ella no planeaba limpiarlo—, lo ideal era reducir el desorden al mínimo.

Recuerdos de humo #PGP2024Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt