Capítulo L: Eternos

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Luego de todo lo que habían superado, Norian y Lessa no creían posible volver a sentir un miedo igual al que sentían en el bosque.

Creyeron mal.

En ese momento, si bien estaban más ansiosos que asustados, mentira no era que sus corazones golpeaban fuerte contra el pecho y que la piel se les erizaba hasta por los soplidos de la brisa. Estaban sensibles, sensibles y alertas a cualquier estímulo. Aun cuando Gneis les había hecho ver que no había riesgo de nada, y que además, estaban con sus familias, a la pareja le costaba asimilarlo. Para ellos, tener ese par de ojos azules enfrente era un retorno indirecto a las peores épocas de su vida.

—¿Por qué? —habían preguntado ellos.

—¿Por qué? —había repetido Gneis, mirando al hombre, que nada dijo.

Hubo silencio.

Lessa y Norian tomaron ese tiempo para asimilar la serie de pasos que habían tomado antes de llegar a esa situación. Se remontaba a cuando estaban en el castillo, luego de que Gneis soltara aquella frase de que tenían que ver a alguien más. En un inicio, ni ella ni él lo atribuyeron a algo malo; cegados por la euforia de reencontrarse a sus familiares, no vieron el matiz lúgubre que cubría esas palabras, como tampoco repararon en la expresión endurecida de Gneis cuando les pidió que la siguieran hasta las fronteras del territorio. Para ellos, lo que hacían era más una extensión del reencuentro que el inicio de una nueva experiencia.

Fue cuando llegaron a su destino que se dieron cuenta del rumbo que iban a tomar las cosas. Sus familiares y amigos, que los habían acompañado hasta allá, dieron un paso atrás, al mismo tiempo que Gneis hacía ademanes circulares con las manos. A la par de sus movimientos caía una estela dorada, cada vez más densa, que pronto pasó a darle forma a una silueta masculina.

En un inicio borrosa, se materializó de abajo hacia arriba, así que el primer elemento visible fue el par de botas robustas en sus pies; luego, los pantalones azules, seguidos de un saco del mismo color recubierto de condecoraciones. Norian apenas lo reconoció en esa parte, mientras que Lessa, a un lado de él, supo de quién se trataba solo con ver las botas.

—Lagger...

El hombre terminó de aparecer delante de ellos, y de inmediato se arrodilló. Por eso, y por el sonido metálico que sonó tras su movimiento, fue que la pareja supo que estaba encadenado. Un vistazo más profundo reveló que las cadenas salían del piso.

La impresión de verlo ahí se disipó, apenas un poco, antes de ser reemplazada por un sinfín de dudas.

—¿Por qué? —Fue ahí que lo preguntaron.

Y fue ahí, también, que Gneis repitió la pregunta, antes de que todo quedara en silencio.

Seguía en silencio.

Norian miró a Lessa, y Lessa miró a Norian, los dos igual de frustrados. Se suponía que ya habían sanado y superado las cosas malas, ¿no era un poco injusto que Gneis los pusiera en esa posición? ¿con qué intención lo hacía? Al querer preguntar de nuevo, frenaron a último minuto: ya lo habían intentado antes, y no habían conseguido más que silencio. No era buena idea repetir la misma pregunta, mucho menos si iba dirigida a alguien como Gneis, cuya postura se percibía lejana y su mirada, perdida.

Sin palabras, les daba a entender que era un asunto entre ellos en el que no iba a intervenir.

Norian infló el pecho, aceptando de mala gana su destino. Miró a Lessa y encontró en ella la misma resignación, solo que unida a algo más. Decisión, parecía ser. Sí, eso era. Debajo de la capa de miedo y nervios en sus ojos, en el fondo, se entreveían chispazos genuinos de convicción y seguridad.

Recuerdos de humo #PGP2024Where stories live. Discover now