Inicio del día

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La pantalla le devolvía un rectángulo blanco, la simbología moderna de la nada misma, del vacío perpetuo. Sin duda, era el suplicio de todos aquellos estudiantes que debían completar ensayos y la pesadilla de todos los escritores propensos a sucumbir a la desmotivación.

Hermione se encontraba en el limbo de ambas categorías, así que podría decirse que su pena era aún peor. ¿Cuántas horas llevaba contemplando la pantalla del monitor a la espera de una idea? Le dolían los ojos por el cansancio combinado con los efectos de la luz de la computadora portátil.

Rendida, escondió las manos en su cabellera marrón y agachó la cabeza para ahogar un gruñido contra la mesa. ¿Por qué era tan difícil armar una idea? En teoría sonaba sencillo, pero al momento de realizarlo... se sentía completamente a la deriva. En un movimiento veloz cargado de frustración, extendió una mano y bajó la tapa de la portátil con fuerza, luego se cubrió el rostro, se frotó los ojos y suspiró contra sus manos. Espió entre los dedos el reloj en la pantalla del móvil. Eran las siete y cuarto. Con ese, ya iban tres días seguidos en los que se despertaba a las seis de la mañana para avanzar en su proyecto, sin resultado.

Decidió dejar de perder el tiempo y prepararse para trabajar.

La rutina de higiene no era larga ni complicada, pues Hermione no era de las que se lucía mucho. Para ella la parte más extenuante, por decir de algún modo, surgía al momento de escoger el atuendo del día. Había muchos temas en los que podía ser considerada una erudita —o traga libros, como durante muchos años le apodó un antiguo compañero de clase—, una cualidad prevista cuando una pasaba su adolescencia con la nariz enfrascada en libros para no perder la beca que era lo único que le permitía estudiar en un colegio con prestigio. Así que se obligó a saber de astrología, literatura y hasta botánica, pero había dejado otras cosas de lado, como la música, los deportes y la moda. Esos eran temas en los que fracasaba abismalmente, y si bien nadie la juzgaba por desconocer temas musicales y era sencillo evitar los deportes, la moda era un asunto del cual no se podía escapar.

Era más sencillo en la época de clases. Debían usar uniforme, así que no hacía falta preocuparse por qué ropa usar todos los días. En cambio, ahora tenía que recordar si había usado aquella blusa tres días antes, si lo que iba a ponerse combinaba, o si el conjunto la hacía lucir linda o fatal.

Examinó el armario donde predominaban las camisas y las blusas, escogió de estas últimas una rosa y unos pantalones con prenses. Consideró que se veía bien, así que se dirigió a la pequeña cocina del mono ambiente que llamaba hogar para prepararse una taza de café. Al verla dirigirse a ese sector, Crookshanks comenzó a rozarle las piernas, maullando con vehemencia.

—Ya va, ya va —le dijo Hermione.

Mientras el agua hervía, depositó en un plato un puñado de comida y la dejó en el suelo, donde el gato se lanzó a comer con más gula que hambre.

Una vez que tuvo la taza humeante entre sus manos, Hermione tomó asiento a la mesa dispuesta junto a la ventana para disfrutar del sol de la mañana mientras revisaba su correo electrónico y leía las noticias.

Suspiró contra su mano. La exhalación se oyó potente en el silencio que la acompañaba. Provocó en Hermione un sentimiento de dolorosa decepción, pese a que no podía deducir por qué. Cuando analizaba el estado actual de su vida, solo podía concluir que los esfuerzos de la adolescencia habían rendido sus frutos, pese a todos los altibajos que podría mencionar. Pero ¿qué vida era perfecta?

De inmediato, su mente la remontó a un chico de corbata verde y cabello tan rubio que podía considerarse blanco, que sonreía con petulancia y buscaba inducir a otros a las burlas y los insultos. Un chico que gozaba de una vida armada gracias a la fortuna acumulada por su familia y que no sabría nunca lo que era empezar desde cero ni lo que significaba esforzarse siquiera un poco.

Esos recuerdos la amargaron, pero Hermione los apartó con determinación. Aquello estaba en el pasado. Se habían graduado del colegio tres años atrás, era tiempo de dejar de pensar en esos días. Estaba orgullosa de lo que había logrado con esfuerzo y dedicación, así que, con actitud decidida, acabó el café y encaró hacia la puerta para dirigirse al trabajo.

Después de todo, había cosas que una vez que quedaban atrás, jamás regresaban. No tenía sentido recordarlas.

El proyecto Draco Malfoy (Dramione)Where stories live. Discover now